La singular forma
como se llevó a cabo la pasada Feria de San Sebastián en San Cristóbal, y la original
forma de suspender los festejos programados en la Feria del Sol de Mérida, solo
dejan en evidencia el endeble entramado en el que sostiene en estos instantes
la fiesta brava venezolana. Ni hablar de otras plazas en el país, como Valencia,
Maracaibo y Maracay, donde desde hace buen tiempo se duerme el eterno descanso
de su inactividad y cierre.
RUBÉN DARIO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
No es menos cierto que estamos en una situación delicada desde todo
punto de vista en el país. Paralizada la economía, con una contracción nunca
antes vista, con unos sueldos y salarios que no alcanzan ni siquiera para los
elementos básicos de una familia, el que un espectáculo como la fiesta brava
pase a un segundo o tercer plano de importancia para muchos taurinos y
aficionados.
La paupérrima asistencia en los festejos recientes en San Cristóbal y en
especial el marco que albergaron dichos espectáculos son reflejo de un fenómeno
que tarde o temprano se iba a ver en nuestras plazas: la perdida de interés por
la fiesta brava.
Viene a esto a colación también por la mala dirección o derroteros que había
tomado el mismo desde hacia tiempo hasta la presente. La improvisación, la “tomadura de pelo” a quien pasa por
taquilla, la pasividad y complicidad de la escasa prensa taurina que queda, la
parcialidad de las autoridades taurinas municipales por ser cómplices de los
vicios que aqueja el toreo venezolano desde hace años, son elementales para que
se viva un momento de tanta delicadeza como el que se está viviendo.
La política juega un factor primordial a lo que está pasando también. El
caso que en Mérida, Alcalde y Gobernador de Mérida hayan inopinadamente
dispuesto de “diferir” que en términos
coloquiales es suspender los festejos taurinos feriales, a falta de poco menos
de un mes, escasamente o nada beneficio hacen a la de por si maltrecha economía
emeritense. De todo esto la única beneficiaria es la polémica empresa taurino
de turno, quien le habían renovado contrato utilizando artimañas en un contrato
de arrendamiento más elaborado a su antojo que otra cosa, bajo la complicidad
de las autoridades de la junta directiva de COREMER, procediendo a titulo
propio, sin previa consulta de sus socios, que también deberían tener voz y
voto en una situación como esta. ¿Para qué
están entonces si proceden a su libre albedrio?
Saldrán a la palestra quienes se “rasguen
las camisas” defendiendo lo indefendible. Y argumentarán razones validas. Pero
lo cierto del caso que nos atañe es que el único bastión que quedaba del toreo
venezolano en cuanto por lo menos a afición y tradición como era Mérida, también
se la han cargado, y de la manera más simple
y estúpida: defendiendo los intereses de particulares, esos mismos que
disfrazados de “catedráticos taurinos de
abolengo” y “empresarios de puro nombre”
la han matado lenta, selectiva y paulatinamente, ante la mirada atónita de
propios y extraños.
Deberán estarse los “antitaurinos”
de la capital merideña frotándose las manos, tras el gran trabajo hecho por politiqueros
del nivel de Ramón Guevara y Alcides Monsalve junto a sus instituciones quienes
delegan funciones taurómacas como es el caso COREMER y Comisión Taurina Municipal,
cada una siguiendo un rumbo distinto al esperado por el aficionado, como se había
demostrado en el ruedo, y ahora en los despachos.
Queda esperar como van a solucionar el error –si es que se puede a esta
fecha- en el que han incurrido. Uno de tantos que se vienen cometiendo desde
hace varios años en los entornos taurinos de la ciudad de Mérida, el cual se habían
denunciado y poco o nada han prestado atención. La receta es simple. Y la última
palabra la tiene quienes han provocado este desaguisado.
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