Las Ventas y la Real Maestranza
tratan de captar público con dos modelos muy diferentes.
ANTONIO LORCA
Diario EL PAÍS de
Madrid
La última palabra la tendrá, cómo no, el público. Él será el
juez inapelable que determine si las propuestas de los empresarios de las dos
plazas de toros más importantes del mundo -Madrid y Sevilla- son o no
acertadas; si el sorteo light del bombo mueve a guardar cola en la explanada de
Las Ventas o son las figuras las que incitan, un año más, a pasar por taquilla.
Las espadas están en todo lo alto, y tiene su morbo
comprobar quién de los dos -Simón Casas y Ramón Valencia- tiene razón; o si la
tienen ambos o los dos carecen de ella porque sea la sociedad la que dé una
muestra más de desapego taurino y decida pasarse los carteles de las dos ferias
por el forro del olvido.
De momento, están sobre la mesa dos opciones diferentes
desde su primera concepción: un tímido ensayo de sorteo que demostró en la
práctica mucho menos interés que el que despertó en la teoría, y la rancia
tradición de los famosos ‘carteles remataos’, que tanto gustaron en Sevilla en
los años dorados del maestro Curro Romero y el fallecido empresario Diodoro
Canorea.
No parece el gestor madrileño Simón Casas, con esa imagen de
cowboy malo del oeste americano, un taurino fiable, pero hay que reconocer que
ha sido el único que se ha atrevido a abrir un camino nuevo en la fiesta de los
toros. Descubrió con éxito el sorteo del bombo en la pasada Feria de Otoño y ha
vuelto a desempolvarlo ahora.
El gestor
francés es el único taurino innovador de la actualidad
Claro que ha sido cauto -es lo menos que se espera de un
empresario- y se ha tirado al ruedo protegido con un gran paracaídas: un tímido
sorteo para solo 10 escogidas ganaderías de 27 posibles y 10 elegidos toreros
de nombres llamativos de los 53 habituales en San Isidro.
Un buen truco, muy propio del personaje, pero innovador al
fin. Además, le ha acompañado la fortuna, y el azar le ha beneficiado con la
mejor carta posible: el torero más destacado -Roca Rey- con los toros más
‘duros’ -Adolfo Martín-, una combinación imposible (para desgracia de la
tauromaquia) de no haber mediado el bombo.
Quedan muchos carteles de San Isidro por negociar y
confeccionar. Con toda seguridad, cuando la feria se presente el 22 de marzo,
el bombo será solo un recuerdo. Lo importante será el producto final, y,
entonces, se conocerá si la iniciativa de Casas no era más que un ardid
publicitario o algo más.
Pero, al César lo que es del César: el único taurino
innovador es francés. Se ha abierto una rendija a un sistema novedoso que,
quién sabe, quizá pueda, o deba, convertirse en una práctica obligada en el
inmediato futuro. El objetivo es claro: todo San Isidro, al bombo, y la figura
que no lo acepte, que se quede en casa. Hoy por hoy, ningún torero es
imprescindible.
A 500 kilómetros de distancia, en Sevilla, el panorama es
radicalmente diferente.
La empresa Pagés ha optado por la tradición, en la confianza
de que el público sevillano, torerista a ultranza, prefiere lo malo conocido
que veleidades del azar. Y ojalá le asista la razón y se cuelgue el ‘cartel de
no hay billetes’ muchas tardes.
Da la impresión
de que la Maestranza sigue funcionando con criterios del pasado
Pero el sistema de Ramón Valencia huele a naftalina, a
película muy vista, a la misma feria de siempre, esa que pierde clientes
temporada tras temporada. Muchos carteles de la Feria de Abril de 2019 son los
mismos de hace uno, dos, tres o cuatro años, no hay una sola sorpresa en todo
el abono, ni la más mínima innovación.
Cuatro toreros -El Juli, Manzanares, Morante y Roca Rey- se
anuncian cuatro tardes con lo que se reducen drásticamente las posibilidades
para otros compañeros, jóvenes en su mayoría, que han demostrado condiciones
para someterse al veredicto de la afición sevillana.
Y el asunto de los toros. Una cosa es que Sevilla no sea
plaza torista por excelencia, y otra muy distinta que se repitan, año tras año,
las mismas ganaderías, les acompañe o no el triunfo, y el toro quede reducido a
comparsa según el capricho de las figuras. No es este un tema que la empresa
aborde con la valentía necesaria.
Ojalá le acompañe el éxito, pero da la impresión de que la
Maestranza sigue funcionando con criterios del pasado, sin opciones para los
nuevos tiempos a tenor de la difícil situación de la tauromaquia y a la
necesidad de buscar nuevas ideas para mantener el interés de los aficionados
que van quedando.
Y, a veces, también, el empresario actúa con una
incomprensible injusticia o, al menos, una preocupante falta de tacto. Román,
el torero valenciano, cayó herido el año pasado en su presentación en Sevilla,
y una norma no escrita, pero respetada, indica que la sangre derramada es un aval
para la repetición; pero, no. Román no estará en la Feria de Abril.
Y otro caso: el rejoneador Andrés Romero fue el triunfador
de 2018 en esta plaza, y ahora se le deja fuera para que el hijo de Hermoso
tome la alternativa. ¡Pero, hombre…!
En fin, que habrá que esperar el veredicto de la taquilla.
Habrá que comprobar si el moderno bombo de Simón Casas o la
rancia tradición de Ramón Valencia movilizan o no a la afición. La suerte está
echada…
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