domingo, 1 de noviembre de 2015

El Juli: «Un país nunca debería atacar un espectáculo que genera tanta riqueza»

La figura madrileña analiza una temporada en la que ha liderado las plazas de primera categoría.
ROSARIO PÉREZ
Diario ABC de Madrid

No hay tregua ni descanso para el artista. Sus obras no solo nacen en la arena: también, en el pensamiento. Ahí se fraguan los tiempos, los ritmos, la libertad del creador. No todos lo palpan con las yemas de los dedos ni ahondan tanto cuando las zapatillas surcan los terrenos de la ligazón y los sueños. Si lo esencial es invisible para los ojos, El Juli ha profundizado en lo que se ve y en lo que va más allá de las retinas dentro de un año de liderazgo absoluto en las plazas de primera categoría. No es torero de cifras, pero los números son el espejo que mira al triunfador: veintiuna orejas y seis puertas grandes en los escenarios de nivel.

—Dicen que esos cosos son donde las figuras marcan la diferencia y usted parece agigantarse en ellos.
Son las plazas que más me motivan, donde me encuentro más a gusto. Está claro que las que marcan la temporada son esas donde más cuesta triunfar, donde hay que dar la cara y donde todo tiene una repercusión mayor.

—Si tuviese que elegir una faena, ¿con cuál se queda?
Decir una sola es complicado. En algunas me he acercado a lo que yo quiero como torero: en Cuenca al toro de Daniel Ruiz, la de Bilbao al de Garcigrande, las de Zaragoza...

Analizamos esas y otras más, desgranadas en el topten de nuestra web, con la Tauromaquia de El Juli de puño, muñeca y letra, obras que sobrepasan «lo cotidiano» en su primera temporada junto a Luis Manuel Lozano: «Ha sido muy positiva. Estoy feliz».

—Una palabra condensa sus faenas: profundidad, mezcla de sabiduría y alma. ¿Cuál pesa más?
Me considero una persona pasional, que siente la tauromaquia. Para mí el toreo llega a su culmen cuando aparece ese sentimiento interior que surge al enroscarse el toro conmigo mientras todo se ralentiza. No tiene comparación.

Julián habla con emoción de las cumbres y su sinceridad natural permanece para referirse a las laderas. «A veces me he sentido con mucha impotencia –confiesa–. Quizá la tarde de más amargura fue la primera de Albacete». Pamplona tiene una etiqueta agridulce: «Salí a hombros, pero un toro se rompió los pitones y fue la ocasión perfecta para sacar las iras de los que estaban esperándolo. En mi opinión, injustificadas: no es lo mismo que se rompa los pitones a que salga un toro chico».
—¿Ser líder tiene un precio?
Las exigencias son lógicas, pero hay gente que está esperando para atacar.

—¿En el triunfo hay sufrimiento?
Desde luego, porque a veces consigues el triunfo pero no la plenitud. Cuando uno torea demasiado o no tiene la concentración necesaria o la motivación absoluta, las corridas se afrontan de otra manera y la tauromaquia adquiere una importancia inferior.

—¿Y el dolor de romperse al desnudo?
Esa es una sensación única, algo maravilloso. Luego me da hasta vergüenza estar con la gente, como si las palabras se quedaran pequeñas para lo que he sentido delante del toro. Cuando llega esa plenitud, no hay nada que la iguale. Te quedas roto y cuando te quitas el traje de luces sientes que eres una persona que nunca podrá llegar a eso.

Habla el espíritu insaciable de un artista en su esplendor, el motor pasional del pensador.

—Ha compartido cartel con figuras y jóvenes. ¿Qué le espolea más?
Me espolea torear con las figuras que admiro y con las que tengo una sensación de competencia. Pero reconozco que la tarde de mayor rivalidad fue la de Albacete con Garrido y López Simón, porque, aparte de la competitividad entre nosotros, la tenía la gente, se sentía dentro de la batalla. Fue la tarde que vi disfrutar más al público de toda la temporada, muy emotiva.

—¿Volverá a Sevilla en 2016?
No lo sé. Este año no fui por mi lealtad a una idea y a la palabra dada a mis compañeros. Pero parece que las circunstancias y la actitud de la empresa han cambiado, y eso es muy importante. Creo que dará resultados.

—Muchos toreros no han podido ocultar sus lágrimas en el ruedo. ¿Se ha emocionado en alguna plaza?
Me emocioné especialmente en Bilbao, no solo por cuajar así un toro en una de las plazas más importantes de España, sino por disfrutar de algo tan poco cotidiano. Ese es el verdadero sentido del toreo. Las orejas no me alimentan.
 
—¿Y el dinero?
Ni me motiva ni justifica que toree. Si fuese por eso, torearía 70 tardes y en todas partes donde me llamaran. Ahora mismo jugarme la vida por dinero no tiene sentido en la mía gracias a Dios, pues la he podido solucionar. El aspecto económico no cuenta.

—¿Le ha acompañado alguna tarde el instinto de supervivencia?
En algunas no he tenido la capacidad de jugarme la vida. Cuando no me he encontrado a gusto y no veía posible sacar mi toreo, no he estado bien.

—Ha sido un año sangriento. ¿Asustan los percances de los compañeros?
A mí sí. La tarde de Salamanca la recuerdo entre las más duras de mi vida. Aparte de que Miguel Ángel (Perera) es mi amigo, había mucha incertidumbre, mucho miedo, y te das cuenta de que en una milésima de segundo puedes perderlo todo. Se sufre mucho, como si la realidad te diese un golpe en los ojos. Sabes que por amor a la profesión puedes perderlo todo, pero a la vez da sentido y engrandece más el toreo.

Julián enmudece en una reflexión a solas. Todo es silencio y el silencio lo es todo: vale la pena vivir por lo que vale la pena morir. Solo el que lo siente lo entiende. Sobran las palabras ya... Hasta que la actualidad nos hace un quite...

—¿Qué le pediría a nuestros políticos?
Que dejaran al margen el mundo del toro, que no lo manipulen, que le den el sitio que merece y no lo tomen como arma arrojadiza para ganarse votos de taurinos y no taurinos. El toro no es de izquierdas, ni de derechas, es del pueblo. Es un espectáculo legal al que asiste quien quiere, un espectáculo que hay que respetar, proteger y dejar que él mismo tenga la duración que sea.

—En el país hay incertidumbre por las proximas elecciones y los posibles pactos. ¿Se respira también esa inquietud en el planeta taurino?
Se respira inquietud y no debería ser así. En cuestión taurina debería dar igual qué partido político gobierne en España, pues todos tendrían que respetar la Tauromaquia. Habrá mucha gente de Podemos a la que le gusten los toros y gente de derechas a la que no le gusten. Es el pueblo quien debe decidir si quiere toros o no con su asistencia a las plazas. Este año he visto más gente en los tendidos y más ilusionada. Y eso sin entrar en lo que genera medioambientalmente, económica y culturalmente, porque si fuera por esos aspectos lo último que debería pensar este país es tocar y atacar un espectáculo que genera tantísima grandeza y riqueza. Nunca debería hacerse. En un país donde hay problemas de economía es ilógico que un espectáculo que genera tanto dinero sea el ojo del huracán en la política. Hay verdaderos problemas en los que trabajar por España. Solo pido que no creen un problema donde no lo hay.

–Se ha puesto en marcha la Fundación del Toro. ¿Es un faro para dar luz frente a tanta sombra enemiga?
Es lo que estábamos pidiendo, una entidad que hiciera un trabajo jurídico y de imagen. Tenemos que ser generosos e invertir. Es algo absolutamente necesario en estos momentos: ha tardado mucho en llegar pero es un gran proyecto en el que confío.
–¿Qué siente si le llaman asesino?
Impotencia, porque es un insulto que no se corresponde a la realidad. He hablado con antitaurinos que tienen un concepto manipulado y equivocado, y cuando se lo explicas y lo conocen, cambian de opinión. El verdadero problema del mundo del toro es la comunicación y es donde debe avanzar. Espero que esta fundación lo consiga, porque nuestra imagen dista mucho de la realidad.

—Desde el Ayuntamiento de Madrid han atacado la Escuela Taurina donde nació como torero. ¡Le llevarían los demonios!
Me parece una demagogia tremenda que entre un partido y que su primera medida sea quitar sesenta mil euros a la Escuela, cuando el mundo del toro genera millones de euros.

—En contraste, Cultura le ha concedido el premio de Tauromaquia.
Me alegro por la Escuela. Independientemente de que guste o no, no podemos negar la cultura de nuestro país, porque nos negaríamos a nosotros mismos.


Orgullo de torero que forma parte de las Bellas Artes españolas.

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