sábado, 14 de noviembre de 2015

DESDE EL BARRIO: Pérdidas

PACO AGUADO

Perdemos gentes y perdemos terreno. En los últimos días, unos cuantos hechos nos han hecho ver que, por ley natural o política, el toreo va cediendo más terreno en la batalla, que se nos van para siempre militantes de enorme valor, que abandonamos posiciones que algún día llegaron a parecer inexpugnables y, aún más, que en la lucha por la supervivencia hasta dentro de nuestras filas se trabaja en contra de nuestra propia credibilidad.

Y como lo primero son las personas, hay que hablar de la muerte de Javier de la Serna, uno de los hijos del legendario Victoriano, un personaje fascinante, un titán del vitalismo, al que un seco infarto de miocardio nos arrebató el pasado día 5 de noviembre. 

El doctor de la Serna, hijo, hermano y tío de toreros, patriarca de otra grey de gente valerosa y plena, murió de golpe en Colmenar Viejo, cerca de esa plaza de toros donde hace justo treinta años él mismo tuvo que firmar el parte médico que atestiguaba sin remedio el fallo definitivo de otro corazón roto, el de José Cubero "Yiyo".

En un adiós multitudinario, cientos de amigos sinceros y de familiares conmovidos recordaron los grandes momentos de una vida intensa, la torería racial con la que, sin haberse vestido nunca de luces, pero sí de corto, Javier encaró cada instante, sintiendo y actuando ante la lidia del día a día con esa generosa entrega de que habló Pepe Alameda.

Aunque personas así nunca nos dejan, porque su ejemplar memoria siempre permanece en quienes les conocieron, la muerte de este otro gran De la Serna es una baja importante en las filas del taurinismo más auténtico, ese que ha ido pasando tristemente a la retaguardia de un sector encogido ante una sociedad que ha dejado de respetar unos valores que, pese a quien le pese, siguen estando vigentes y de los que Javier fue un gran ejemplo en su trayectoria personal y profesional.

El antitaurinismo nos come el terreno cada día, como está pasando en esas islas Baleares que hasta no hace tanto fueron un bastión del toreo. Pero, pasados ya los tiempos gloriosos de ese bellísimo Coliseo mallorquín, donde se daban casi tantos festejos como en Las Ventas, llegan ahora las consecuencias de tanto abandono por parte de la casa Balañá y sus acólitos salmantinos.

Los miembros locales del desnortado PSOE y los radicales de la izquierda nacionalista han visto por fin el momento de atacar, con el enemigo anulado por tanta dejadez de décadas, para conseguir, como parece inevitable, la prohibición de las corridas de toros en mitad del Mediterráneo.

La cuestión es que ahora, antes de demonizar como se merecen a los abolicionistas, hay que saber quiénes han sido los verdaderos responsables, los que han dejado al toreo mallorquín a los pies de los caballos del antitaurinismo a través de ese dilatado proceso inoperancia que ha llevado a que los toros, en pleno siglo XXI, tengan una presencia menos que testimonial en esas islas que, tras Cataluña, son ya otra causa perdida.

Cada día que pasa, a medida que se van perdiendo batallas sin apenas resistencia, es asombrosa la evidencia de que el mundo profesional del toreo aún no ha llegado a ser consciente de verdad de la gravedad de la situación por la que atravesamos, y de que con cada paso atrás se van reduciendo hasta el mínimo las posibilidades de futuro de este espectáculo.

Y no sólo por esa falta absoluta de reacciones contundentes y rápidas que exige el acoso antitaurino que llega ya desde las mismas instituciones públicas, sino también, y sobre todo, por la errática y ciega actitud mostrada a la hora de manejar el desarrollo del negocio taurino. Pues es desde dentro, como un cáncer con ramificaciones, como se está minando la propia credibilidad de un rito cuya única baza de pervivencia en esta sociedad digital y superflua es precisamente su atávica autenticidad.

Por eso no es de recibo que una figura como El Juli se permita el absurdo y, en el fondo, caro lujo de reseñar una corrida tan menguada como la de Fernando de la Mora en su vuelta a la Plaza México, el escenario al que tanto debe su carrera desde sus años de novillero.

Por mucho que el esfuerzo añadido le granjeara el triunfo al maestro de San Blas, la credibilidad de la señalada cita de la Monumental, ante 30 mil espectadores defraudados, cayó en picado desde el mismo momento en que el error se difundió orbi et orbi vía internet a todos los rincones de este pequeño pañuelo global que es el planeta del toro, al que hechos de este tipo merman el ánimo y la moral por la vía de la decepción.

Son así demasiadas las derrotas y pocas las victorias en esta lucha por la supervivencia, en este saldo de mayores pérdidas que ganancias que reduce la esperanza, mientras que algunos héroes silenciosos siguen luchando férreamente contra la adversidad de la sangre.

Ejemplos de tenacidad, sufrimiento y entereza como los de David Mora, Miguel Ángel Perera y Saúl Jiménez Fortes son los que estos días se nos ofrecen como alternativa para seguir pensando en positivo. Para servirnos de inmejorable referencia para intentar salir victoriosos en estos tiempos difíciles.

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