El torero madrileño corta la
única oreja con una inteligente faena al mejor toro de una escalera de
Montealto otro domingo desastroso de Taurodelta que se encadena con las
jornadas dominicales de Peñajara, Couto y Escolar.
ZABALA DE LA SERNA
A las 20:00 horas, 60 minutos después del inicio de la
corrida, habían sucedido muchísimas cosas, y todas accidentadas, en sólo dos
toros. La más impactante para el público dominguero fue el infinito empleo en
el caballo de un toro con tendencia a búfalo. Derribó después de un tiempo
encelado y cobrando lo suyo; la caída de jinete y jaco fue durísima. Afortunadamente
para el picador la mole no le cayó encima; desafortunadamente para el equino el
toro se ensañó con su corpachón una eternidad. La gente desarrolla ante estos
sucesos una ñoña sensibilidad que se echa en falta con los toreros.
Pasado el episodio, «Lirio»,
con su morrillo como una pelota de básquet y su chato hocico, quedó como para
tirar la toalla y echarse después de vaciarse por completo. Alberto Aguilar pudo dibujarle una
trinchera y recordar el buen saludo a la verónica.
Antes, el feo toro de apertura de otro domingo de
Taurodelta, que los prepara con el esmero del dinamitero la carga, se partió un
pitón contra el burladero. Y fue una pena porque en el capote de El
Capea había metido la cara con notable aire. Corrió turno y salió el
remiendo cinqueño de Julio de la Puerta, estrecho de
sienes, bajo y hechurado, tardo pero con ganas de embestir. Sobre todo por el
pitón derecho. Capea se equivocó de terrenos -no era toro para los medios-
como en su día se equivocó de profesión.
Sí Berlanga
tituló 'Los jueves, milagro' una soberbia película de su genial
carrera, Taurodelta ha logrado encadenar tales despropósitos los domingos
isidriles que ya piensan para el año que viene sacarlos de abono en una
miniserie que se llamará 'Los domingos, desastre'. Repetirán
escaleras de escolares, peñajaras, coutos y montealtos...
Como tercero apareció un espécimen encogido, descoordinado y
arrollando como si no viera. Otro pañuelo verde. Sebastián Ritter adelantó también turno. Igual le dio: el de Montealto
traía las faldas de barro. A Ritter
sólo se le ha visto el valor en Las Ventas con toros parados. Hasta que salió
el infernal sexto...
El sobrero de Julio de la Puerta reservado para el
cuarto puesto estaba en las antípodas de su primo: descarado, descastado y
malandado. El Capea se alargó mucho para nada.
Menos mal que Alberto
Aguilar recitó una faena toreramente dicha y templada con un quinto de
buena condición pero lastrado de los cuartos traseros. «Rencoroso» se recuperó de una costalada y luego repitió a su
altura en la inteligente muleta de un Aguilar
crecido y creído, suelto de muñecas y acinturado. Todo con una diferencia de
escalas bestial entre el inmenso toro y el bajo torero. Torería en los tempos y
en la coda; «Rencoroso» siempre
abandonaba las telas olvidando lo que dejaba atrás. No hacía honor a su nombre.
A.A. lo mató perfecto. La oreja caía
con inmaculada justicia.
A Ritter, que
sustituía a Ureña, para uno que se
le movió lo hizo como el encanallado último, sobrero de El Ventorrillo de
afiladas puntas. Otra cabronada. Se escapó de milagro. Vendido el pobre
colombiano. Los nervios le fallaron con el descabello. El mal estilo del ventorrillo
hijoeputa le tapó la muerte. El tercer aviso cayó a la vez que el toro.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 1 de junio de 2014. Vigésima cuarta
de feria. Menos de tres cuartos de entrada. Toros de Montealto, una escalera indecente de hechuras; el 2º con aires de
búfalo se desangró; el lidiado como 3º sin fuerza ni poder se desfondó; notable
pero lastrado de los cuartos traseros el altón 5º; y dos de Julio de la Puerta, el 1º bis, estrecho
de sienes, bajo y bueno por el derecho, y el sobrero lidiado como 4º,
descarado, descastado y malandado; otro sobrero de El Ventorrillo (6º), cinqueño, complicado y malo.
El Capea, de coral y oro. Media estocada tendida y
dos descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo, media y varios descabellos
(silencio).
Alberto Aguilar, de nazareno y oro. Pinchazo y estocada
(silencio). En el quinto, estocada (oreja).
Sebastián Ritter, de rioja y oro. Estocada (silencio). En el
sexto, media atravesada y muchos descabellos. Tres avisos (pitos).
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