lunes, 2 de junio de 2014

RELEVO EN LA MONARQUÍA - La afición y el deber por la Fiesta

La Tauromaquia siempre ha contado con el respaldo del Monarca, que mantiene este  miércoles en su agenda la Corrida de Beneficencia de Madrid.

ZABALA DE LA SERNA
Foto: EFE

La agenda del Rey no ha cambiado porque mañana es la Corrida de la Beneficencia y no se la quiere perder. Menudo cartelazo como para abdicar 48 horas antes. Don Juan Carlos  practica su afición de toda la vida por los toros. Para practicarla basta con asistir a las plazas, no sucede como en la caza. 'La caza y los toros' lo firmó Ortega y Gasset como  ensayo. De lo que significa España mayormente.

Las aficiones no se heredan pero se maman, y Su Majestad encontró en su Augusta Madre, Doña María de las Mercedes, la fuente en la que beber el toreo. Su infancia sevillana la marcó definitivamente. Bética y currista. A la izquierda de la Puerta del Príncipe de la  Maestranza, su estatua ecuestre contempla en bronce el atardecer diario del Guadalquivir.

Si la pasión de Don Juan se encontraba en la mar, Doña María la hallaba en las plazas de toros, en las arenas y su Tauromaquia. Según avanzaban la edad y los tiempos muertos, la Condesa de Barcelona frecuentaba cada vez más el Palco Real de la Monumental de las Ventas. Ya fuera un domingo de julio cualquiera o una tarde de lujo isidril. En la puerta de autoridades un azulejo recuerda su asidua asistencia como 'primera aficionada' de España.

Corría el año 1982 cuando el 19 de julio el toro «Velador» -«Belador» para la ortografía del mayoral de Victorino Martín- entró en la historia de Las Ventas como el único indultado. Y así sigue. Doña María presidía la corrida, que era la de La Prensa, entre Luis María Anson, como presidente de la APM, y Vicente Zabala, como organizador. Conseguido el perdón por su bravura, el victorino se emplazó durante dos horas sin querer regresar a los corrales. Fracasaron los cabestros, azuzaron inútilmente un perro, apagaron infructuosamente las luces y sólo permaneció encendida la bombilla del túnel de toriles. Ni modo. Muy entrada la noche, la idea de acabar con la vida de «Velador» con un rifle cobraba fuerza. De los tendidos no se movió un alma; del Palco Regio tampoco la madre del Rey. Ni de su postura inquebrantable de respetar lo que «Velador» se había ganado en el ruedo. Ganaron la Condesa de Barcelona, la justicia y la historia cuando el toro volvió por fin por donde había salido para convertirse en mítico semental de la ganadería de la A coronada.

Del respeto y el amor por el toro sabe Don Juan Carlos. Más allá de la pura afición, la  responsabilidad de respaldar la Fiesta que vertebra la España invertebrada, sus raíces, su  cultura, su tradición, su campo bravo, su ecología y su economía. Más allá del 'hobby', el  deber de estar al lado del segundo espectáculo de masas de España, todavía hoy, pese al agujero negro de la crisis. Y esa afición responsable del Rey de todos los españoles alcanzó la frecuencia del pedaleo de Indurain en los 90 de Espartaco, César Rincón, Joselito, Enrique Ponce, José Tomás, Aparicio, Finito...

«Cada vez que nos llamaban en San Isidro de la Casa del Rey, de un día para otro, en los  carteles más fuertes, tratábamos de arreglarlo lo mejor posible», rememora José Luis Lozano, empresario de Las Ventas (1990-2004). Porque el Palco Real le parecía al Rey un soberano coñazo que reservaba para la Beneficencia y prefería asistir a barrera. «Contábamos con las de Samuel Flores, gran amigo de Don Juan Carlos» -continúa Lozano- «las de los Trujillo, las nuestras y las de alguno al que 'invitábamos' al callejón. Una vez a un abonado le metimos en el jurado de una corrida concurso, y el hombre decía: 'oiga, que yo soy aficionado, pero no tanto'».

Madrid como Corte (y checa) ha sido el escenario principal de los espaldarazos Reales a la Fiesta, sin olvidar la plaza de Sevilla -donde S. M. es Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería- ni el honor sentido en las entregas de las Medallas de Oro de Bellas Artes a los toreros que tanto admira.

La afición por los toros la comparte Don Juan Carlos en la Familia Real con la Infanta Elena. El Príncipe de Asturias, en breve Felipe VI, se ha educado en la línea alejada de la  Tauromaquia de Doña Sofía, pero sabe entender, como así lo ha demostrado, lo que  significa la Fiesta de los toros en la cultura y el pueblo español. Y también distinguir la  afición y el deber. Que en el Rey confluían.

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