La Tauromaquia siempre ha contado con el respaldo del Monarca, que
mantiene este miércoles en su agenda la
Corrida de Beneficencia de Madrid.
ZABALA DE LA SERNA
Foto: EFE
La agenda del Rey no ha cambiado porque mañana es la Corrida de la
Beneficencia y no se la quiere perder. Menudo cartelazo como para abdicar 48
horas antes. Don Juan Carlos practica
su afición de toda la vida por los toros. Para practicarla basta con asistir a
las plazas, no sucede como en la caza. 'La
caza y los toros' lo firmó Ortega y Gasset como ensayo. De lo que significa España
mayormente.
Las aficiones no se heredan pero se maman, y Su Majestad encontró en su
Augusta Madre, Doña María de las Mercedes, la fuente en la que beber el
toreo. Su infancia sevillana la marcó definitivamente. Bética y currista. A la
izquierda de la Puerta del Príncipe de la
Maestranza, su estatua ecuestre contempla en bronce el atardecer diario
del Guadalquivir.
Si la pasión de Don Juan se encontraba en la mar, Doña María
la hallaba en las plazas de toros, en las arenas y su Tauromaquia. Según
avanzaban la edad y los tiempos muertos, la Condesa de Barcelona frecuentaba
cada vez más el Palco Real de la Monumental de las Ventas. Ya fuera un domingo
de julio cualquiera o una tarde de lujo isidril. En la puerta de autoridades un
azulejo recuerda su asidua asistencia como 'primera
aficionada' de España.
Corría el año 1982 cuando el 19 de julio el toro «Velador» -«Belador» para
la ortografía del mayoral de Victorino Martín- entró en la historia de
Las Ventas como el único indultado. Y así sigue. Doña María presidía la
corrida, que era la de La Prensa, entre Luis María Anson, como
presidente de la APM, y Vicente Zabala, como organizador. Conseguido el
perdón por su bravura, el victorino
se emplazó durante dos horas sin querer regresar a los corrales. Fracasaron los
cabestros, azuzaron inútilmente un perro, apagaron infructuosamente las luces y
sólo permaneció encendida la bombilla del túnel de toriles. Ni modo. Muy
entrada la noche, la idea de acabar con la vida de «Velador» con un rifle cobraba fuerza. De los tendidos no se movió
un alma; del Palco Regio tampoco la madre del Rey. Ni de su postura inquebrantable
de respetar lo que «Velador» se había
ganado en el ruedo. Ganaron la Condesa de Barcelona, la justicia y la historia
cuando el toro volvió por fin por donde había salido para convertirse en mítico
semental de la ganadería de la A
coronada.
Del respeto y el amor por el toro sabe Don Juan Carlos. Más allá
de la pura afición, la responsabilidad
de respaldar la Fiesta que vertebra la España invertebrada, sus raíces, su cultura, su tradición, su campo bravo, su
ecología y su economía. Más allá del 'hobby',
el deber de estar al lado del segundo
espectáculo de masas de España, todavía hoy, pese al agujero negro de la
crisis. Y esa afición responsable del Rey de todos los españoles alcanzó la
frecuencia del pedaleo de Indurain en los 90 de Espartaco, César Rincón, Joselito, Enrique Ponce, José
Tomás, Aparicio, Finito...
«Cada vez que nos llamaban
en San Isidro de la Casa del Rey, de un día para otro, en los carteles más fuertes, tratábamos de
arreglarlo lo mejor posible», rememora José
Luis Lozano, empresario de Las Ventas (1990-2004). Porque el Palco Real le
parecía al Rey un soberano coñazo que reservaba para la Beneficencia y prefería
asistir a barrera. «Contábamos con las
de Samuel Flores, gran amigo de Don Juan Carlos» -continúa Lozano- «las de los Trujillo, las nuestras y las de
alguno al que 'invitábamos' al callejón. Una vez a un abonado le metimos en el
jurado de una corrida concurso, y el hombre decía: 'oiga, que yo soy
aficionado, pero no tanto'».
Madrid como Corte (y checa) ha sido el escenario principal de los
espaldarazos Reales a la Fiesta, sin olvidar la plaza de Sevilla -donde S. M.
es Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería- ni el honor sentido en
las entregas de las Medallas de Oro de Bellas Artes a los toreros que tanto
admira.
La afición por los toros la comparte Don Juan Carlos en la Familia
Real con la Infanta Elena. El Príncipe
de Asturias, en breve Felipe VI, se ha educado en la línea alejada
de la Tauromaquia de Doña Sofía,
pero sabe entender, como así lo ha demostrado, lo que significa la Fiesta de los toros en la
cultura y el pueblo español. Y también distinguir la afición y el deber. Que en el Rey confluían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario