El diestro madrileño triunfa en
su regreso a los ruedos y da la alternativa a Cayetano Ortiz. Intenso Morante
en una tarde de «No hay billetes»
Patricia NAVARRO | Diario La Razón de Madrid
Istres (Francia)
Joselito dijo que volvía una y no más. La sequía del torero
venía de lejos. Más de una década alejado de los ruedos. Diez años detrás de la
trinchera, ni muletazos al viento ni de salón. Así es Joselito, todo o nada.
Hasta que hace justo un año, aquí en el mismo escenario que le vimos ayer,
Morante le lanzó el primer anzuelo para hacer la obra realidad. Y se anunció de
nuevo. Una sola tarde. Un solo festejo. Una corrida y no más. Dice. Por mucho
que los partidarios quieran abultar el número y los detractores también. Según
intereses crecen las versiones. El tiempo dirá. Ocurren estas cosas en el toro.
Lo real fue que Joselito eligió Istres para el evento y allá fue la legión de
seguidores. A más de mil kilómetros. A desmano de casi todo. Fino como siempre,
o más, como si no hubiera pasado el tiempo. Vestido de nazareno y oro abrió el
paseíllo. Cuántos recuerdos. Qué grandes momentos. Después tuvimos que esperar
al segundo de la tarde (en realidad tercero) para ver al Joselito de siempre.
Esa torería y la capacidad innata para llenar la plaza, de mandar en ella,
dueño y señor del escenario y rey del toreo de capa. No perdonaba. Ni
queríamos. Quitó a la verónica a este toro y remató con una larga. Habría más
después. Vino la cadencia, ese relajo, la mano que no torea muerta, desmayo a
derechas, sensación de aplomo y cadencia a la vez. Sin prisas, tiempos los
suyos, los que él marca, el toreo a su compás, un derechazo para cambiarse la
muleta de mano y un rosario de naturales. Buenos los remates y la sensación de
no haberse ido. El tiempo se había quedado encasquillado en alguna parte.
Remoto lugar. La espada se le destempló a primeras.
El quinto fue toro
manejable, más desigual, embestía a media altura y la faena resultó más
irregular. Hizo un quite por chicuelinas y sublimó la media verónica, qué
lenta, muy a la cadera. Lo mejor del trasteo llegó por la mitad en una tanda de
derechazos soberbia, cuando logró el temple y se gustó. Una maravilla. Esta vez
la espada sí. Esta vez, a estas alturas, muerto el toro, su segundo, el regreso
de Joselito ya había pasado.
Morante concentró todas las musas del toreo en una tanda al
quinto por el pitón diestro, cosido el toro a los vuelos de la muleta,
inolvidable. De seguir así al sevillano le llevan a hombros al hotel.
Desaforado momento. El toro, tremendamente anovillados todos, que había
manseado mucho en los primeros tercios, se rajó y se puso más brutote y
quedaron las ganas de Morante y la esperanza de volver a vivir un suspiro así,
aunque fuera un sucedáneo. Tampoco el tercero, desigual y áspero le aclaró el
panorama al de La Puebla.
Cayetano Ortiz tomaba la alternativa ayer. Un lujo. Tuvo que
matar al primer toro que echaron al corral por impresentable. Dato negativo de
la tarde. De hecho, difícil abstraerse de la escasa presentación de la corrida
de principio a fin. Corrió turno Ortiz y se doctoró en una faena plena de
entrega a un toro ideal para la ceremonia. También el sexto le dio opciones y
cumplió en un voluntarioso trasteo que fue de menos a más.
No era la tarde de cifras, ni de contar trofeos, era la
vuelta de Joselito, el de siempre. Y ahora dicen, hablan... ¿Habrá más? Quién
sabe. ¿Veremos a Joselito en otra plaza, con otro tipo de toro? Que sabe nadie.
Sólo lo sabe él. Y el tiempo.
FICHA DEL FESTEJO
Istres (Francia). Última de feria. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández, el 1º, sobrero tras ser devuelto el titular por
impresentable, anovillados y excesivamente bajos de presentación. El 1º, noble
y de buen juego; el 2º, de buen juego; el 3º, brutote y de ritmo desigual; el
4º, manejable; el 5º, rajado; y el 6º, de buen juego. Lleno de «No hay
billetes».
Joselito, de nazareno y oro, pinchazo, metisaca,
estocada (dos orejas); estocada desprendida (dos orejas y rabo). Morante de la Puebla, de verde botella
y oro, estocada (saludos); estocada, dos descabellos (oreja). Cayetano Ortiz, que tomó la
alternativa, de champán y oro, pinchazo, estocada, descabello (oreja); dos
pinchazos, aviso, estocada que hace guardia (silencio).
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