JAVIER LÓPEZ
El triunfador de la Feria de San Isidro, Miguel Ángel Perera, ha explicado
en una entrevista con EFE que sus dos tardes
de gloria en la primera plaza del mundo
vienen a ratificar sus ideales y su forma de entender su profesión: "El torero debe ser un alma libre, nunca un mercader".
Cinco orejas en dos tardes, con sendas salidas a hombros por la Puerta
Grande de Las Ventas, avalan un San
Isidro estelar, aunque más allá de los triunfos y los reconocimientos, lo más
importante para Perera es "la
satisfacción a nivel íntimo y personal. Todo lo logrado es fruto de una paz interior
enorme, de una conciencia muy tranquila, y de una tenacidad y entrega absoluta
en el trabajo, marcado por la misma línea de siempre, es decir, ser un torero
independiente que vela por sus intereses y por su carrera, de la que soy el
único dueño, sin dejarme manipular ni manejar por nadie", ha
confesado.
No obstante, explica que "ni
en el mejor" de sus sueños hubiera imaginado un San Isidro así: "Si con anterioridad me hubieran dado
una quiniela para apostar no hubiera aspirado a tanto, y no es que no sea
ambicioso, pero en Madrid deben darse una serie de circunstancias para que todo
salga redondo y, gracias a Dios, así fue".
El compromiso de Perera con Madrid se hizo notorio nada más darse
a conocer los carteles, anunciándose con
dos ganaderías de encastes diferentes como las de Victoriano del Río y Adolfo
Martín, aunque su responsabilidad este año era aún mayor, ya que llegó
a ofrecerse a matar una tercera corrida, la de Victorino Martín.
"Esa era mi intención,
que finalmente no pudo ser; pero la verdad es que mi apuesta de este año era
clara desde el principio, no sólo por mi forma de estar en el ruedo, sino en la
manera de plantear también la feria, sin duda un órdago a la grande con una
ganadería que ya he matado en muchas ocasiones (Victoriano) y otra totalmente
desconocida para mí (Adolfo)", ha remarcado.
La feria no pudo empezar mejor para Perera, que consiguió la dos
orejas en su primera tarde de su primer
toro, un ejemplar de Victoriano del
Río "extraordinario". "El
toro apuntó cosas muy buenas de salida, lo cuajé en un quite después de
picarlo, y la faena desde el primer
muletazo al último tuvo un nexo de unión, sin ningún tiempo muerto ni altibajos,
siempre de más a más, todo muy reunido y muy compacto, de ensueño",
ha rememorado.
No obstante, la faena que está acaparando todos los premios de San
Isidro es la que cuajó al sexto toro de Adolfo
Martín en su segunda comparecencia, premiada también con el doble trofeo. "Fue más impactante por el efecto sorpresa que tuvo en una tarde
que no estaba yendo por los derroteros deseados; pero esa faena en el tiempo de
descuento tuvo mucha emoción, más aún ante un toro de 600 kilos, que no estaba
nada definido, que nadie había visto, y en el que yo tenía mucha fe, por eso
brindé al público. Recuerdo los olés, de muchísima rotundidad", ha apostillado Perera.
Con la felicidad plena del éxito cosechado, sin embargo, Perera
no rehuye de hablar de los momentos más duros de los últimos años, "dudas y sufrimiento cuando ves que,
por unas cosas o por otras, se te escapan triunfos que te hacen mucha falta
para mantener el nivel alcanzado, más aún en el caso de un torero independiente
como yo, que mi único aval es mi muleta y mi espada".
Esa incertidumbre quedó totalmente dilapidada con estas dos salidas a
hombros en la gran feria del toreo, momentos que vivió "con intensidad" aunque, también "con notable angustia" por
las tremendas palizas que se llevó, lo que le hizo pensar que "estaba cruzando el umbral de la gloria
y no lo estaba disfrutando".
Lo positivo de todo es que Perera ha sido el nombre propio de San
Isidro, el nuevo torero de Madrid, un profesional respetado por el público
venteño, cada vez más maduro y cuajado, virtudes que se extrapolan en su manera
de enfrentarse al toro en el ruedo. "Estoy
en un momento en el que me siento muy a gusto y seguro de lo que soy, de lo que
hago y de lo que quiero. Ahora sólo falta que Dios me dé salud para seguir
desarrollándolo", concluye. / EFE
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