A propósito de la muerte del Nobel de Literatura
VLADIMIR TERÁN A.
Gabriel García Márquez, el escritor colombiano que elevó la literatura
hasta donde solo Cervantes la había encumbrado antes que él, fue un gran
aficionado a la Fiesta Brava. Era quizá esa forma tan desnuda en que el hombre
se enfrenta a la bestia, la remembranza
de algún pasaje mitológico que lo haya marcado, o las simbologías que recordara
en algún cuadro de Picasso, pero lo cierto es que el ilustre hijo de Aracataca,
disfrutaba cada pase del capote y se sentía como el torero, cuando dejaba la plaza.
Y también escribía de toros con esa manera tan genial de encontrar la
noticia en los acontecimientos que pasaban inadvertidos para todos, pero que él
transformaba en realidad mágica. Para muestra un apunte taurino escrito por
Gabo en 1993 que hemos rescatado de
nuestros archivos:
«En Piedrahíta, pequeña localidad castellana, un toro
ha muerto de miedo. Hay que morirse de miedo ante la evidencia de que un toro
se haya muerto de miedo, no frente a un hombre armado, cosa que sería
explicable, sino frente a un indefenso e inmóvil ciudadano español que hacía la
vieja suerte del “Tancredo” aprovechándose de la juventud y la inexperiencia de
un toro demasiado impresionable.
Este extraño acontecimiento puede servir de base para
pensar que si es el toro de lidia tan noble como lo pintan, probablemente y a pesar de las tradicionales
consecuencias, nadie sea más aficionado a la fiesta brava que el toro mismo.
Por eso sigue embistiendo noblemente
fiel a las reglas que han hecho posible la subsistencia de la lidia. En la
mayoría de los casos gana el hombre, pero hay ocasiones en que gana el toro, de
manera que hay motivos de sobra para pensar lo pensado: que también el toro es
aficionado a los toros.
Lo que originó el miedo de este notable toro de
Piedrahíta debió ser la evidencia de que esa tarde el hombre no estaba jugando limpio.
Las reglas y la experiencia enseñan que el adversario siempre ha de estar
armado de un estoque, un par de banderillas, o de un capote en el peor de los
casos. Pero no ha de esperar el más noble de los toros que el adversario se le
plante en la mitad del ruedo, indefenso,
sereno y estatuario; y si ello ocurre tiene razones la bestia para pensar que
allí hay gato encerrado. Razones de sobra para que un noble gladiador se muera
de miedo, ante la sola evidencia de que el adversario no está jugando limpio».
Así escribía el nobel taurino de toros, con gracia y con inocultable
afición. “Gabo amaba la fiesta taurina” -dijo José Manuel Espinosa, quien fue
apoderado de El Zotoluco y empresario taurino tras enterarse de su muerte
ocurrida en México el jueves 17 de abril a los 87 años de edad- “Y la fiesta lo amaba a él”.
Realzó con su presencia en numerosas ocasiones distintos festejos
taurinos de España, México y su Colombia natal. Recibió numerosos brindis de
los toreros, pero quizá el más famoso fuese aquel que en Las Ventas de Madrid
le dedicó José Miguel Arroyo "Joselito" en el San Isidro de 1996
momentos antes de cortarle las dos orejas a un toro de José Luis Marca. Aquella
vez, precisamente, fue la última en que el maestro madrileño salió a hombros de
la Monumental venteña.
La última tarde que pudo verse al ilustre escritor haciendo gala de su
pasión por el toreo fue este pasado mes de febrero en la plaza de toros
mexicana de Querétaro, donde asistió al mano a mano que enfrentó a El Juli con
Joselito Adame, que le brindó la muerte de uno de sus toros.
Muchos se sorprenderán al saber que García Márquez no es el único genio
premiado con el Nobel que es amante de las corridas de toros: Se nos vienen a
la mente al menos cuatro más: el estadounidense Ernest Hemingway, el francés
Albert Camus, el español Camilo José Cela y por supuesto el peruano Mario
Vargas Llosa.
El arte de los toros siempre ha calado hondo en la sensibilidad de los
más renombrados artistas. Para muestra Joaquín Sabina escribió en el 2008 un
poema llamado: «Por si no lo sabían».
En él, el cantautor y poeta español menciona como su pasión por los toros es compartida
por diversas personalidades de la cultura mundial, entre ellos estaba Gabriel
García Márquez. Aquí los versos:
«A Francisco de Goya le gustaban los toros,
a Rafael Alberti le gustaban los toros,
a Pablo Picasso le gustaban los toros,
a Agustín Lara le gustaban los toros,
a Ernest Hemingway le gustaban los toros,
a la bella Ava Gardner le gustaban los toros,
al orondo Orson Welles le gustaban los toros,
a José Bergamín le gustaban los toros,
a Gerardo Diego le gustaban los toros,
a María Félix le gustaban los toros,
a Ignacio Zuloaga le gustaban los toros,
a García Lorca le gustaban los toros,
al Miguel Hernández le gustaban los toros,
a Ortega y Gasset le gustaban los toros,
a Indalecio Prieto le gustaban los toros y a mi abuelo también.
A Bryce Echenique le gustan los toros,
a Miquel Barceló le gustan los toros,
a Joan Manuel Serrat le gustan los toros,
a Mario Vargas Llosa le gustan los toros,
a Caballero Bonald le gustan los toros,
a Enrique Morente le gustaban los toros,
a Albert Boadella le gustan los toros,
a Almudena Grandes le gustan los toros,
a Felipe Benítez le gustan los toros,
a Francisco Brines le gustan los toros,
a Carlos Marzal le gustan los toros,
a Sánchez Dragó le gustan los toros,
a Luis Eduardo Aute le gustan los toros,
al Gabo García Márquez le gustaban los toros,
a Caco Senante le gustan los toros,
a Raúl González le gustan los toros,
a Rosa Aguilar le gustan los toros,
al japonés del siete le gustan los toros,
al defensor del pueblo le gustan los toros
y a mí también».
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