PACO AGUADO
El
pasado sábado nos dejó Pepe Chafik,
quien ha sido, y ya hay que decirlo sin rodeos, el mejor ganadero mexicano de
los últimos cincuenta años. Y también uno de los más importantes que han
lidiado en España en este salto de siglos.
Como
de su trabajo y de su legado en tierras aztecas se ha dicho práctica y
perfectamente todo en este portal durante los últimos días, a la columna de
este martes sólo le queda incidir en un aspecto menos conocido de su
trayectoria, pero igual de significativo: su apasionada labor de reconstrucción
de las estirpes de Saltillo y Santa Coloma en tierras extremeñas.
Y
es que, en apenas diez años, este astuto libanés estuvo a punto de levantar
definitivamente una sangre brava que en la península iba languideciendo por
dejadez, abandono y endogamia, rechazada por los toreros, incomprendida por los
aficionados y muy desigualmente gestionada por los ganaderos.
A
pesar de todo, con un gran esfuerzo económico y no poca habilidad comercial,
llegó un momento en que Chafik consiguió colocar sus corridas
del hierro de San Martín en las grandes ferias y junto a los nombres de las
primeras figuras. Y, lo que es más importante, consiguiendo poner en evidencia
que la bravura de los "santacolomas"
no estaba pasada de moda ni pertenecía a otras épocas del toreo.
Más
bien al contrario, la estirpe sólo necesitaba en España una ligera
actualización, un refresco desde su propia esencia, como el que hizo el gran
criador mexicano, para arrojar resultados tan clamorosos y espectaculares como
los de varios toros a los que un soberbio Juli hizo faenas para la historia en
Mont-de-Marsan o San Sebastián, por poner sólo algunos ejemplos.
Pero
para llegar hasta ahí, en lo que sólo era la mitad del camino, Chafik hubo de trabajar duro, gastarse
una fortuna junto con su socio "Chelino" Miaja y vencer
no pocas reticencias de quienes, desde los gastados sillones de sus cortijos,
desdeñaban a aquel mexicano parlanchín del que por supuesto creían que no
tenían nada que aprender.
Aun
así, el concepto que sobre él tenían los propietarios de los hierros santacolomeños y asaltillados, otrora gloriosos y ahora casi oxidados, fue cambiando
poco a poco. Sobre todo a medida que Chafik
iba apareciendo por cada una de sus fincas, en una búsqueda incansable y
metódica, para comprar a precio de oro una puntita de becerras, un eral, una
vaca vieja de infalible o prestigiosa reata… Y siempre a tiro hecho, sabiendo
concretamente y desde antes de traspasar las cancelas el animal que quería
llevarse, para sorpresa del vendedor.
No
sabían ellos –salvo su inteligente amigo y aliado Victorino Martín García– quién era Chafik. Ignoraban que aquel menudo mexicano tenía en su
privilegiada cabeza todas las claves y los secretos del encaste. Y que en sus
fincas queretanas guardaba como tesoros no sólo los libros ganaderos de sus
maestros los Llaguno –que tenía a
buen recaudo debajo de su cama- sino también los de la mayoría de las grandes
casas "santacolomeñas"
españolas.
Así
fue como se hizo con ganado de Coquilla –a través de Sánchez Fabrés–, de Saltillo
–por vía de Moreno Silva–, de Graciliano
y de Buendía,
con reses de Paco Camino y de la
propia familia sevillana que, se cuenta, acabó dividida a cuenta precisamente
de las compras de Chafik.
Y,
como dos siglos atrás hiciera Vicente
José Vázquez, con lo más selecto de cada casa en su poder –incluso con "patas blancas" y hasta "veraguas" de Alventus
para otros experimentos– comenzó a trabajar en firme y con su privilegiada
inteligencia ganadera en su finca de Azuaga,
sucursal en Badajoz de la otra "Gloria"
mexicana.
A
la sombra de un castillo medieval y con la eficacia campera del fiel Cuqui, Chafik convirtió aquellas tierras no sólo en su laboratorio español
sino también en una galería de las virtudes físicas y síquicas del encaste que,
además, también le sirvieron para refrescar la suya y otras muchas ganaderías
mexicanas.
Desde
que, a primeros de los noventa y de la mano de su amigo Antonio Corbacho, andaba ya por España buscando el vídeo de la
lidia de "Marquito", aquel
toro de Ana Romero indultado en Granada, sentarse despacio a escuchar a
Chafik era tener el privilegio de
recibir, sin que él le diera ninguna importancia, una lección magistral de
toros y de toreo.
Y
decimos también de toreo, sí, porque por algo este libanés repatriado en México
fue el hombre de confianza del gran Manolo
Martínez y el culpable e instigador de que José Tomás pudiera fraguarse en la máxima pureza desde la
tranquilidad de su rancho queretano. Y es que por eso, porque también sabía y
mucho de valor y de técnica, fue tan gran ganadero.
Si
me permiten una concesión personal, ya
que marcó un antes y un después en mi vida de aficionado, personalmente nunca
olvidaré aquella doble jornada de primavera en "La Gloria" pacense. Dos días plenos de amistad y de
pasión por el toreo, en los que Chafik
se recreó ante Antonio Urrutia, José
Antonio Carretero, José Luis de los Reyes y quien suscribe en una dilatada
conversación que acabó con una sesión de toreo la luz de la luna con varias de
sus bravas becerras cárdenas.
Oír
hablar de toros a aquel sabio de la bravura, reflexionar sobre los miles de
acertados e inéditos matices que sabía apreciar en el toro era, como pasaba con
Corbacho, abrir la puerta a un
inmenso campo de conocimientos más allá de los tópicos, a unos secretos
apasionantes en donde se encuentra la gran esencia de este misterio del toro y
el torero.
No
tuvo tiempo Chafik de rematar su
labor en España, como si lo tuvo en México para hacer varios tipos de toro a lo
largo de los años. Y ahora que tanto se clama aquí por la recuperación de Santa
Coloma y Saltillo, no queda menos que lamentar aquellos problemas
personales que le alejaron de este último legado inacabado y por fin
difuminado.
Pero
queda su memoria, y el recuerdo de sus consejos y de sus charlas. Y queda el
calor de su amistad, el mismo calor de ese sarape que regalaba a todo aquel que
pasaba por su casa con la gratitud de los sencillos. Una gratitud que siempre
se quedará corta frente a la de quienes tuvimos la inmensa fortuna de
escucharle hablar de toros.
Ahora
descansa en paz, Pepe. Por tu vida.
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