miércoles, 23 de abril de 2014

DESDE EL BARRIO: Domingo de confusión

PACO AGUADO

Mientras que los más desahogados de acá y de allá competían en las redes por ver quién era mejor discípulo de García Márquez –que debía estar removiéndose en su féretro antes de entrar al crematorio– se nos echó encima el Domingo de Resurrección más confuso de las últimas temporadas españolas.

Competían esta vez, como en tantos otros campos, Málaga y Sevilla, dos ciudades encaradas durante siglos. Ahora por lo que ya saben: los dos líderes del G-5 anunciados mano a mano en La Malagueta para barrenar el puyazo a la Maestranza, donde, por compensar la afrenta de los fugados, a Canorea y a su cuñado sólo se les ocurrió soltarles una corrida de Miura a dos chavales de Gerena. 

En principio, el morbo del taurinismo estaba servido, y no tanto por lo que pasara en la arena, sino por el aspecto que podían presentar los tendidos de cada plaza. La taquilla era la clave de un pulso demasiado forzado, hasta el punto de que los interesados todavía le dieron una vuelta de tuerca más al asunto cuando el domingo por la mañana conocieron el aforo real que se había convocado en cada coso.

En La Malagueta, aunque ya una vez comenzada la corrida y con huecos a la vista, se puso un sospechoso cartel de “agotadas  las localidades”, mientras que en Sevilla dicen que se cubrieron tres cuartos del aforo, y todas las expectativas, por mucho que  se vieran claros en sombra y que hasta la ahora del paseíllo circularan entradas muy “asequibles” de mano en mano de reventas y de gentes cercanas a los toreros.

En un manido juego de pícaros, escondiendo cada bando sus propias cartas marcadas para engañar al contrario, al final sólo consiguieron engañar a los que se dejaron. Es decir, que, por suerte para todos, hubo gente suficiente para que las dos plazas  andaluzas mostraran un aspecto excelente, a pesar de la lluvia que se hizo presente en el sur el último día de la Semana Santa. Pero nadie se impuso a nadie.

Lo peor fue lo del ruedo: una seria y mala corrida de Miura en Sevilla para Escribano y Luque. dos toreros que no pasaron de voluntariosos, como era de esperar; y un lote de poco fondo y muy justa presencia en Málaga para restarle méritos a la calidad de Morante y al poder de El Juli, que en el pecado de la elección llevaron la penitencia de no triunfar.

Claro que ya la forzada y extraña ocurrencia de celebrar el 99 aniversario, que no el centenario, del desastre que supuso el primer mano a mano entre Gallito y Belmonte en esa misma plaza era ya de por si un sinsentido que pareció imprimir un idéntico carácter de decepción a la cita malagueña.

Esta vez los toros no se cayeron, como los “murubes” de aquel 28 de febrero de 1915, pero parece que en cuanto a presencia también dejaron que desear, a tenor de lo que cuentan las partes sin intereses en el asunto.

Y ese puede que sea el verdadero quid de la cuestión: la confusión sembrada en los medios, los dispares y contradictorios  comentarios, la opacidad provocada por ese juego de intereses malsanos y excluyentes que está marcando el caótico inicio de la temporada en España y que perjudica directamente a la propia Fiesta.

A tenor de los hechos, que nadie venga ahora a ponerse la medalla de la defensa del toreo en esta absurda guerra de poder. Y menos aún políticos como la verbenera Esperanza Aguirre, que en el pregón taurino de Sevilla volvió a marcarse el típico  discurso patriotero que tanto daño hace a la tauromaquia de cara a la sociedad, porque pretende identificar exclusivamente el gusto por el rito taurino con una sola ideología, la suya, negándole su condición universal y usurpándole al pueblo su pertenencia.

Porque lo curioso del caso es que unas horas después de la diatriba de la política madrileña, y pese a la lógica solicitud de la Unión de Abonados de Sevilla, en la Puerta del Príncipe seguían un año más las mismas dos o tres docenas de antitaurinos a los que la delegación del Gobierno da permiso para insultar y agredir a los aficionados.

Nada que ver con el caso de las miles de personas que se manifestaron veinticuatro horas antes a las afueras del anfiteatro  romano de Arles, en una concentración cívica que no ha tenido apenas eco ni en los medios taurinos españoles. Pura paradoja.

Y entre tantos mensajes contradictorios de este domingo, Antonio Nazaré se fue sin premio de Las Ventas, tras cuajar tres buenas tandas de naturales entre la fría piedra de una plaza antes decisiva y ahora abandonada a su suerte en plena ceremonia de la confusión.

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