A propósito de la agresión entre
el banderillero Fernando Galindo y el periodista Zabala de la Serna en el
centro de Madrid el pasado 31 de diciembre
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Yo no soy Javier Villán y ya me gustaría serlo. Por su
desbordante talento, por su escritura absoluta, por el profundo conocimiento de
la cultura, por esa capacidad para dictar una crónica taurina en verso desde la
misma plaza o para improvisar una crítica teatral según abandona la sala y que
nuestras maravillosas secres de El MUNDO plasman al dictado en una maqueta.
Hay gente superdotada, hipercultivada, grandes para poder
escribir de toros, flamenco, pintura, poesía, teatro... Dios en ocasiones
compensa lo que te da con una mano y te lo quita con la otra: Javier Villán
sufre una enfermedad degenerativa de sus caderas desde la cuna. Y en eso
tampoco soy Javier Villán. Cuando a Javier Villán una cuadrilla de
banderilleros le agredió físicamente en el año 2000 en un hotel de Logroño,
Javier cayó o quedó a merced de los agresores por sus impedimentos.
La "provocación" de Javier había sido una crónica.
Otra crónica supongo que fue el fundamentado motivo para que el padre de una
figura del toreo la emprendiese a golpes con José Luis Carabias en un hotel de
Sevilla. Otro escrito originó una agresión de un matador de toros a Vicente
Sobrino en Valencia. La última que recuerdo fue a Domingo de la Cámara en
Bilbao, cuando otra cuadrilla le hizo el gesto de cortarle la garganta... La
lista es larga.
La libertad de expresión en el mundo del toro parece que
conlleva el precio de la "vendetta", la caza del periodista, la
paliza al mensajero, el cabezazo inesperado al escritor, el puñetazo traidor,
la espera en el ascensor de un hotel, en la esquina de un bar. Históricamente,
el cronista debe sucumbir a los golpes, tirarse en una esquina o salir
corriendo, nunca defenderse ni tratar de parar la agresión, como asumiendo una
culpa por alguna ley no escrita.
Desgraciadamente, no soy Javier Villán y ya me gustaría
serlo. No estoy cojo pero no cuento con su talento, no voy apoyado en muletas
pero tampoco tengo su pluma. No me caigo por un cabezazo a traición, ni me
doblo por un puñetazo, pero tampoco me dejo pegar el tercero.
Lamentablemente, a estas alturas, tras todo el episodio
gratuito de violencia y la agresión del 31 de diciembre por parte de Fernando
Galindo, en algún punto de mi fuero interno hubiera deseado ser también Javier
Villán y haberme caído al suelo y esperar una lluvia de patadas y no tratar de
frenar ni repeler los golpes. Ahora formaría parte de ese inmenso listado de
periodistas taurinos que, según la historia, debe pagar el precio de una
crónica escrita en libertad con una mano de hostias como si fuera la cuota de
la Asociación de la Prensa.
Admirado Vicente, corta la lista como Manga de Chaleco. Cuenta con nuestro apoyo, como admiradores de tu profesionalidad, trabajo y desempeño dentro de la fiesta de los toros y en el amargo sendero del periodismo. Tu amigo, Víctor José López EL VITO desde esta maltrecha Caracas destrozada en su dignidad, por quienes como los que te agredieron pretenden imponer la fuerza de las bayonetas para callar la Libertad de opinión y la Verdad.
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