El rejoneador navarro –anunciado para debutar en la venidera Feria del Sol- indultó un bravísimo ejemplar del hierro de Herederos de Ernesto Gutiérrez Arango el pasado miércoles, inédito premio que por segunda vez tiene lugar en suelo colombiano.
Pablo Hermoso de Mendoza, esperado por la afición amante del rejoneo en Mérida, apoteósico en Manizales, tras indulto de «Villancico» de los Herederos de Ernesto Gutiérrez. Foto: Jorge Arturo Díaz |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Ha sido una feria como acostumbra el serial caldense, pasado
por agua la mayoría de las tardes. Pero sin duda alguna referencia para el
toreo a razón de la constelación de figuras del toreo que se han dado cita y el
cual tendrá esta tarde el epilogo de lujo con la actuación mano a mano de “Morante
de la Puebla” y “El Juli” con toros de Miguel Gutiérrez.
Feria donde ha habido un hecho a tomar en cuenta como lo fue
el triunfo apoteósico y sublime del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Ha cuajado
el jinete estellés –dicho por él mismo- una de sus actuaciones más completas, a
tal punto de compenetrarse cabalgaduras y toro de una manera poca veces vista. El
triunfo no pudo ser más que la guinda para ambos, en este caso el inédito suceso
de indultarse el bravo «Villancico» de la ganadería de Herederos de Ernesto Gutiérrez,
y las dos orejas simbólicas al mencionado rejoneador, quien suma su segundo
indulto en suelo colombiano, recordando que el año pasado en Cali alcanzó tal
premio con un toro del hierro de Juan Bernardo Caicedo.
Así mismo en el abono manizaleño han triunfado el debutante
salmantino Juan del Álamo ante una compleja corrida de Mondoñedo, saliendo en
hombros, y cortado oreja los espadas colombianos Camilo Pinilla –en la novillada
de feria-, Sebastián Vargas –ante toros de César Rincón-, José Arcila –frente al
bravo y desperdiciado encierro de Santa Bárbara-, Manuel Libardo –ante toros de
Vistahermosa- y el francés Sebastián Castella en la lidia de toros de Rincón el
pasado jueves.
Una pena que el toro indultado por Hermoso de Mendoza no
resistiera el castigo de los rejones y banderillas, falleciendo en la dehesa La
Esperanza, en las cercanías a la capital caldense, a pesar de los esfuerzos por
salvar su bravura y nobleza demostrada en la ferruginosa arena.
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