jueves, 9 de enero de 2014

LIX Feria de Manizales – 5ª de abono: El toro es la cuestión

El oficio de Vargas, la corrección de Castella y el tronío de Manzanares, no bastaron para salvar una tarde lastrada por el descastamiento de los desiguales venteños.

JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Foto: EFE-Archivo
La tarde, con uno de los carteles más atractivos de la feria, comenzó con sol y terminó con aguacero, comenzó con ovación y terminó con pitos, comenzó con ilusión y acabó en mojado desengaño. ¿Por qué? Por la falta de raza, de poder, de ofensividad, de alegría, del encierro.

El primero, el mejor plantado, negro, 534 kilos pero brocho, distó 94 kilos del cuarto, castaño, astifino, en el borde mismo de la legalidad. El denominador de la corrida, fue la ausencia de real emoción, de épica, de la fiereza que avala todo en la fiesta. Los oles y la música sonaron vacíos, cuando sonaban, en honor de los lidiadores, cuando lidiaban.

Sebastián Vargas, torero a prueba de toda sospecha, curtido, largo y valeroso, hizo lo más notable. Su capote marcó la cima de la corrida. De rodillas en los medios, tres afaroladas, chicuelinas, revolera, un quite luminoso por caleserinas y media; y para cerrar el segundo tercio, dos pares en uno, por las tablas, Calafia y quiebro al relance. El público estalló por una sola vez con auténtico furor.

Luego, el animalito que, como toda la corrida, no fue picado, pagó sus excesos de los primeros tercios y vino a menos aunque bien dosificado por el sabido cucuteño, que lo rodó de un estocada honda. Al grande y flojo primero también le administró con acierto lo poco que traía y lo despachó de un estocadón. Torero de tres tercios, torero leal, torero a la antigua, cortó una oreja veraz, y todos felices con él.
 
Sebastián Castella, sobrio, serio, casi inexpresivo, con un aseo quirúrgico pero frío, subrayado por la falta de transmisión del segundo, montó una faena destilada en cortas dosis, la res no aguantaba más, la cual fue acompañada de uno oles corteses, apagadones, y una teatral interpretación del “Toreador” de Bizet. Impecable por diestra y siniestra, el francés ejecutó un gran y fulminante volapié que le mereció el otro trofeo peludo de la corrida.

Manzanares, el esperado, el que trajo gente de lejos, gustó con sus pausadas maneras, tanto con la capa como con la muleta, y esta afición esteticista quería celebrarlo a ful, pero la insignificancia y sosería de “Panelita” embotaban la cosa. Sin embargo, ole y ole con ole. Un kikirikí final brilló como una luz reminiscente, y hasta hubiese habido premio, pero el desatino con los aceros que obligó dos avisos, lo hizo imposible. Bajo el aguacero, abrevió con el manso sexto, cuando la gente huía de la plaza. Nada.

No se llenó la Monumental, el hierro no cumplió, el clima complicó, pero la recia tauromaquia de Vargas, el academicismo de Castella y los gentiles aires familiares de Manzanares matizaron la tristeza.

FICHA DEL FESTEJO
Jueves 9 de enero 2014. Plaza Monumental de Manizales.
5ª de feria. Sol, nubes y aguacero.
Tres cuartos de entrada.
Seis toros de Las Ventas (en Domecq) desiguales, de pobre trapío y desrazados. Pitados todos menos el cuarto.
Sebastián Vargas, silencio y oreja.
Sebastián Castella, oreja y silencio tras aviso.
José María Manzanares, saludo tras dos avisos y silencio.

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