MÉXICO, D.F.- Antonio Navarro Zarazúa, periodista taurino mexicano de la primera mitad del siglo pasado y fallecido hace tres años, afirmaba que el principal problema de la Fiesta actual es la monotonía y la estandarización de los toreros; "todos quieren y hacen lo mismo, cuando hay decenas de suertes", solía sentenciar con firmeza, y eso "aleja al público de las plazas y hace al toreo aburrido para la afición joven".
Por ello, la actuación de Alejandro Talavante esta tarde en la Plaza México debió haberle sacado una sonrisa, allá donde quiera que se encuentre, pues el torero de Badajoz dictó una cátedra de variedad, ejecutando una amplia gama de suertes y haciéndolo con un arte exquisito, señorial, que cautivó, sin dejar una sola duda, a la afición que se dio cita hoy en los tendidos de Insurgentes.
Así, como de la nada, impactó de inicio con un quitazo en el que combinó saltilleras y gaoneras, rematado soltando una punta del capote de manera elegante. El de Julián Hamdan tenía nobleza y calidad, así que, dándole su aire, se prestaba de lujo para el lucimiento, de tal forma que Talavante inició su faena pasándose al toro por la espalda y ligando con bellos adornos.
Bien corrió la mano con la mano derecha y hasta una sublime arrucina integró en la tanda, misma que repitió hasta en un par de ocasiones, en una ejecución muy personal. También al natural ligó bellos trazos, profundos y sentidos, abandonándose el torero en los cambiados de mano por delante y los pases de la firma.
Fue una faena de antología, refrescante en todos sentidos, de esas que nos aseguran que la Fiesta Brava es una profunda manifestación artística en toda la extensión de la palabra. Bajaron los duendes al ruedo de La México , mientras Talavante seguía alimentando el sentimiento que fluyó en los tendidos, y lo hacía con suma facilidad, como si estuviera toreando de salón en el patio de su casa, así, demostrando el oficio que atesora y todos sus recursos, además de la creatividad que ronda por su mente.
Y luego... el acero, el acero traidor que privó a Talavante de un triunfo de dos orejas o quizá algo más. "¡Qué más da que se falle con la espada cuando se torea así!", pareció exclamar el público, que obligó materialmente al de Badajoz para que diera una aclamada vuelta al ruedo, entre gritos de "¡torero torero!"
Su segunda faena no se quedó atrás pues, aunque el toro no embestía con la misma franqueza, Alejandro le pisó los terrenos y, poco a poco, fue estructurando una labor emotiva en la que también brillaron los destellos variados de un toreo que no se circunscribe a derechazos, naturales y el de pecho, aunque éstos sean la base y fundamento.
Casi de todos colores y sabores vimos hoy con Talavante: capetillinas, arrucinas, pases de la firma, cambiados de mano, molinetes invertidos, desdenes, trincherillas, toreo por alto y hasta de pitón a pitón. Y de nuevo, la espada impidió que paseara una oreja de ley, pero a cambio recibió una cariñosa ovación.
Fue tal el impacto que causó Talavante, mismo que no había provocado en sus dos actuaciones de hace tres años, que varios aficionados le insistian para que regalara un toro pues, según rezaban aquellos gritos: "Te queremos seguir viendo torear".
Humberto Flores le cortó una merecida oreja al astado que abrió plaza, un toro que manseó al principio de su lidia y que llegó al tercer tercio dejándose meter mano. La faena de muleta fue inteligente, pues se metió en los terrenos del burel y logró ligar buena series con la derecha, alargando mucho el trazo y llegándole fuerte al tendido.
Como un rayo se fue tras el acero y logró una estocada casi perfecta que terminó rápidamente con la vida de su enemigo, por lo que merecidamente se llevó el trofeo, mismo que paseó con una sonrisa de satisfacción por haber podido darle la lidia adecuada a un toro que no era una "perita en dulce".
Su segundo embestía muy despacito, como una carretilla, de esos con los que sueñan los toreros para recrearse y hacer ese toreo anhelado. Humberto le pegó tres soberbias tandas con la diestra, templando perfectamente las dulces y lentas acometidas del burel, disfrutando en todos los trazos.
La faena pintaba para algo grande cuando se cambió la sarga a la izquierda y el toro no embistió igual, pues se quedaba corto. En un ligero descuido, el de Julián Hamdan casi hace por él y pareció que Humberto quedó desconfiado y sintió que era el momento de la suerte suprema, por lo que, tras unos adornos, fue por la espada y se tiró a matar, ante el desconcierto de un público que pensaba que el toro tenía más series por derecha. Para mala suerte, se dio a pinchar y fue pitado, abucheo que se mezcló con algunas palmas, mientras que al ejemplar se le otorgó arrastre lento.
Mario Aguilar no tuvo una tarde para recordar. Cabe ponderar que sorteó a los dos toros más complicados del encierro y, aunque mostró mucha voluntad y se jugó la vida alegremente, su toreo caló poco en el tendido, que lo despidió con alguno abucheos que no consideramos justos, ya que el hidrocálido tuvo poca tela de donde cortar.
Ahí quedarán, eso sí, las suaves y cadenciosas verónicas con las que recibió al primero de su lote, bien rematadas con una media que resultó como para una pintura, dejando en claro el sello particular que tiene este joven valor mexicano.
Ficha
FICHA DEL FESTEJO
Plaza México. Cuarta corrida de la Temporada Grande 2010-2011. Unas 4 mil personas en tarde agradable, con ligeras ráfagas de viento.
6 toros de Julián Hamdan, bien presentados y variados en juego, sobresaliendo el lidiado en 2o. lugar, así como el 4°, este último que mereció arrastre lento.
Pesos: 515, 462, 492, 514, 529 y 495 kilos.
Humberto Flores (negro y oro): Oreja y pitos.
Alejandro Talavante (verde agua y oro): Vuelta y ovación tras aviso.
Mario Aguilar (sangre de toro y oro): Palmas y pitos tras aviso.
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