sábado, 8 de octubre de 2011

FERIA DEL PILAR EN ZARAGOZA 2011 – PRIMERA CORRIDA DE ABONO: Gravísimo percance de Padilla

Una fatal cornada en el cuello le destroza la mandíbula, el aparato auditivo y el ojo izquierdo. *** Percance de auténtico infortunio que deja marcada la corrida y la feria.
Espectacular y horrible ha sido el percance que lamentablemente recibió en la cara el jerezano Juan José Padilla, cornada que le ha hecho perder un ojo y movilidad de la hemicara izquierda, tras arrancar de cuajo el nervio facial y enucleación de globo ocular. Imágenes dramáticas.
BARQUERITO

AL SALIR FORZADO DE la reunión de un tercer par de banderillas, Juan José Padilla perdió pie y cayó al suelo de cara. El toro, cuarto de corrida, apretó a querencia, lo arrolló y lo pisoteó y, sin que apenas pudiera percatarse nadie, le pegó en el suelo una terrible cornada: el pitón entró por el cuello a la altura del lóbulo de la oreja izquierda. Iba a saberse luego que la cornada afectó a la mandíbula, el aparato auditivo y “muy seriamente” al ojo izquierdo.

El toro se huyó de la suerte y Padilla se incorporó con un gesto de espanto y casi un alarido. Se echó las manos a la mejilla, se le tiñeron de sangre las manos y la cara, se tuvo la sensación de que había perdido el ojo en el percance y que lo llevaba entre los dedos. La sensación en directo fue de desolación indescriptible: consternada la gente del callejón, por donde llevaron a Padilla por su propio pie hasta la enfermería.

Mientras se esperaban noticias, que se temían pésimas, se hizo recuento del accidente. El toro, del hierro de Ana Romero, cinqueño, cárdeno coletero, 508 kilos, de nombre «Marqués», fue muy correoso. Estuvo encogido desde la salida, se empleó muy en corto y Padilla le pegó cuatro lances sin vuelo. Corto pero alto de agujas, de muy frondosa quilla, el toro arreó con fuerza en una primera vara cobrada por Antonio Montoliu: un primer marronazo –bajísimo el puyazo, porque el toro lo sorprendió- pero rectificado con habilidad en seguida y, luego de ese castigo delantero, una segunda vara trasera. De las dos peleas salió distraído el toro, el único de mala nota de la corrida de Ana Romero.

No se vio a Padilla con ánimo de banderillear. No invitaba el toro. Sin embargo, antes siquiera de que los peones tomaran los palos y sin reclamar nadie, Padilla decidió  cumplir tercio. Fue un tercio laborioso, porque el toro, algo deslumbrado, tardeaba y cortaba. Las dos cosas. De un primer cuarteo salió Padilla sin reunirse ni poder clavar. Sí clavó en un segundo intento, atacando desde bien fuera. Se sintió perseguido y saltó la barrera. Al volver a la arena pidió las banderillas de violín, que vienen unidas por el hierro, y al violín clavó con apuros un segundo par. El toro volvió a cortar y a frenarse. Pareció que Padilla iba a pedir el cambio de tercio –se adivinó la intención- pero decidió todavía prender el tercer par, que iba a ser fatal. El ataque al cuarteo fue de dentro afuera pero dejando al toro ganar terreno y cobrar ventaja. Mal medida la distancia, excesivamente confiado en sus facultades, Padilla corrió un riesgo exagerado. No llegó a cuartear sino a reunirse en paralelo y sin escape. Y, enseguida, el terrible infortunio de una cornada que dejó marcada la corrida.

Abellán, segundo de terna, y encargado por eso de matar el toro de la desgracia, estaba todavía en la enfermería cuando tocaron a matar. Tardó en salir. Demacrado, compungido, porque él había sido, además, el primero en llegar a Padilla cuando la cogida y quien lo asistió hasta la enfermería. Cuatro muletazos por la cara y otros tantos ataques con la espada.

A la espera de diagnóstico y con Padilla camino de cirujanos especialistas en el hospital Miguel Servet de Zaragoza, la cornada fue ya el fantasma de la corrida. El quinto fue  muy noble, más que ninguno, y Abellán se hizo de ánimo, pero apenas podía disimular la pesadumbre. El sexto, muy bravo en el caballo, se sangró tanto que dejó charcos por varios puntos y estuvo manando casi a caño. Crecido, Fandiño se templó muy valiente con él.

Y, antes de eso, tres toros más que fueron en realidad cinco. El tercero de corrida, recibido con una ovación que premiaba la belleza de su lámina, fue devuelto por flojo y tras dos derrumbes; un primer sobrero de Los Bayones, sacudido y descarado, fue devuelto también por inválido; y hubo un segundo sobrero, de Los Bayones, muy en Atanasio, que se rajó pese a que Fandiño, dispuesto a todo, le dio distancias y lo trató con delicadeza. La rajada, en toda regla, fue incluso de recular a tablas cuando Fandiño intentó convencerlo como fuera.

Los dos primeros toros de Ana Romero, muy bien hechos, fueron distintos. Bravo en el caballo el primero, que luego se volvía en la muleta en un palmo y fue casi pegajoso. Padilla lo banderilleó con acierto y lo manejó sin apuros. El segundo, que escarbó y no peleó en el caballo, fue noble, no sobrado de fuelle pero pronto y dócil a toques y enganches. En son menor una faena de Abellán muy de fin de curso.

POSTDATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Ha sido terrible de ver.

FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Ana Romero, de excelentes hechuras y desigual condición, y uno -3º tris, sobrero- de Los Bayones, con plaza, rajado de manso. Segundo y quinto de los titulares, nobles. Pegajoso un primero bravo en varas; incierto el cuarto; el sexto, muy bravo en el caballo, tuvo fijeza pero, desangrado, no fuerza.
Juan José Padilla, de grana y oro, silencio y herido de gravedad por el cuarto. Miguel Abellán, de blanco y plata, silencio y pitos. Silenciado su breve trabajo con el toro que hirió a Padilla. Iván Fandiño, de siena y oro, silencio y ovación tras un aviso.
Viernes, 7 de octubre de 2011. Zaragoza. 2ª de feria. 3.000 espectadores. Día de fuerte cierzo. Cerrada la cúpula de lonas de cubierta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario