martes, 11 de octubre de 2011

El héroe Padilla

CARLOS CRIVELL

La tremenda cornada sufrida por Juan José Padilla ha conmocionado al mundo del toreo. Lo ha hecho por muchas circunstancias. Padilla se inscribe dentro de la línea de toreros poderosos que se han hecho un hueco permanente en las corridas más complicadas. Nunca ha sido un exquisito, ni lo ha pretendido, pero es un experto lidiador, de una fortaleza física notable para colocar las banderillas y dominador con la muleta.

Este año se llevó el premio de la mejor estocada de la Feria de Sevilla, que deberá recoger en el próximo mes de marzo. Es uno de esos toreros que no tendrán poetas que le canten verónicas de ensueño, pero que son necesarios en un curso taurino. Como postre, Padilla es uno de los espadas más generosos del escalafón, como lo demuestra por su excelente colocación, la oportunidad para realizar quites de peligro y su conocida costumbre de acompañar a los picadores hasta que salen de la plaza para evitar posibles acometidas de los toros. Sólo se le puede recriminar esa forma de liarse el capote de paseo que no es procedente ni tiene gracia. Lo de aquella montera de tiempos de Paquiro y sus patillas forman parte de su personalidad.

Padilla ha sido carne de cañón durante toda su carrera. Las cornadas de Pamplona y Bilbao y las cogidas en la puerta de chiqueros de Sevilla al esperar a los de Miura son un ejemplo de cómo ha sufrido en sus carnes la dureza de la profesión. Esta cornada, atípica por la forma y el sitio, es la demostración final de su mala suerte y de que su tributo al toreo está más que saldado.

El futuro no parece halagüeño para el jerezano. A todos nos han conmovido sus palabras de que “este toro no será el último de mi vida”, o lo de “apoderado, no me quites ni una de las corridas de América”, porque de unos hombres como los toreros sólo se podía esperar una reacción así de contundente. La realidad es, sin embargo, distinta. Padilla tiene una complicada recuperación por delante. Nadie puede asegurar ahora mismo las secuelas que arrastrará de por vida, no sólo por la posible pérdida de visión, sino que la propia parálisis facial será esencial para sus posibilidades en el futuro. Sea lo que sea, es una cornada con secuelas muy desagradables, de espejo se llaman, que generalmente han supuesto el final de la carrera de los que la han recibido y han quedado sin la visión de uno de los ojos. No hay que adelantar nada. Hay que esperar su mejor recuperación. Luego, que sea lo que tenga que ser. De momento, queda ese detalle de la crueldad con la que lo ha tratado el destino. Padilla ya ha escrito su nombre entre los grandes héroes de la Fiesta.

Es un disparate decirlo, pero esta cornada, que mejor que nunca hubiera llegado, le ha colocado en la historia del toreo como uno de los toreros más heroicos de todos los tiempos.

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