Una vez visto el estado de la torería andante que más cuenta, no podemos obviar el de la cabaña brava actual, como tampoco el del negocio del toreo en su variado conjunto.
JOSÉ ANTONIO DEL MORAL
Por lo que respecta al momento que atraviesan las ganaderías, la pasada temporada transcurrió con un denominador común: la general falta de casta junto al predominio de la nobleza en distintos grados de bravura. Naturalmente, con excepciones positivas que son las que han definido a las mejores vacadas del año aunque también sufrieron en mayor o menor grado de esa falta de casta que es lo que más preocupante.
Tres encastes han sido los dominantes. El más extendido, Domecq, con cuatro ganaderías a la cabeza que mencionamos de mayor a menor regularidad triunfal: Núñez del Cuvillo, sin duda la gran triunfadora de la pasada campaña; Juan Pedro Domecq, en notabilísima mejora que, desgraciadamente, no pudo gozar su autor al morir en accidente de automóvil, y que heredó su hijo del mismo nombre y apellido; Fuente Ymbro, la más encastada con notable diferencia de este grupo; la de Garcigrande-Domingo Hernández; Torrealta y Torrestrella.
Del encaste Núñez, sin lugar a dudas, la ganadería más distinguida y regular en el éxito fue la de Alcurrucén, propiedad de los hermanos Lozano. Y del encaste Atanasio, continuaron ostentando su casi exclusiva factura, las ganaderías de Puerto de San Lorenzo y Valdefresno, aunque con menos regularidad triunfal que las anteriormente señaladas.
Entre las también importantes, cabe señalar la mejora de Zalduendo tras varias temporadas francamente malas; el empeoramiento de El Pilar aunque echó buenos toros sueltos; la sostenibilidad positiva de la murubeña con varios hierros de la familia Capea; del encaste Santa Coloma, Martínez Conradi no cumplió las expectativas, y bajón de Ana Romero; y la relativa mejora de la más famosa y apreciada de Victorino Martín aunque por el momento sigue a la baja en rendimiento con respecto a su reconocido prestigio del que, no obstante lo dicho, sigue disfrutando. Y entre las llamadas toristas, la de Dolores Aguirre, con la muy negativa salvedad del petardo que pegó en su presentación sevillana.
Entre las ganaderías tenidas por duras, además de la mencionada de Dolores Aguirre, también continuó sobresaliendo la de Cuadri aunque con su proverbial y extrema desigualdad. Las restantes de este grupo continúan en un más que preocupante declive, con aspecto de irrecuperable. El casi general cataclismo de las divisas de este grupo, arruinó las expectativas de las corridas toristas en las ferias que las incluyen.
La crisis causó estragos en las ganaderías que vivían de vender sus toros a plazas de inferior categoría. También afectó a las demás, incluidas muchas de las mejores, como quedó patente en sus respectivas camadas de 2011 en las que abundaron reses más que cinqueñas, sobrantes del la temporada anterior.
Enlazando con lo anterior, entramos en el gran problema que para muchas empresas también provocó la crisis. La notaron todas las plazas e incluso casi todas las ferias, incluidas algunas que venían siendo francamente rentables y exitosas económicamente hablando como la importantísima de Bilbao. El cartel de “No hay billetes” no abundó y los festejos de relleno con diestros de bajo coste que antes seguían llevando gente a las plazas con abono, cayeron en absoluta desgracia. Por lo general, la mayoría del público eligió uno o a lo sumo los dos carteles más atractivos de cada feria y solo en esos hubo lleno. La plaza de Las Ventas en Madrid en sus ferias Isidriles y en la de Otoño, como asimismo el abono de Sevilla fueron los que menos notaron la crisis aunque, sobre todo, Las Ventas, tendrá que reformar el pliego de condiciones para su explotación, bajando el canon de arrendamiento, dando más flexibilidad a los organizadores y, a la vez, ser más exigente en cuanto a la calidad de los espectáculos que deberán aumentar el precio de las entradas y disminuir los de inferior caché. Y es que se acabó el gran negocio que suponían los abonos que igualaban los precios del billetaje de los carteles más caros con los más baratos.
Especial atención acaba de provocar el intento de rebajar los honorarios de las figuras del toreo en las ferias francesas cuyos gestores –municipales casi todos– se pusieron de acuerdo para obrar así, sin darse cuenta que en el toreo no hay ni habrá más método de contratación que la libertad de mercado, caso por caso. Si las máximas figuras no aceptaran rebajas y no actuaran en sus plazas, quedarán vacías. Se impone, pues, que las ferias galas disminuyan drásticamente el número de festejos y que cierren los que anuncien. Es decir, configurados por diestros realmente atractivos. Nadie puede ni siquiera imaginar que tanto las ferias importantes españolas como las francesas, prescindieran de El Juli, Manzanares, Talavante, Morante, Ponce, Perera, Luque y David Mora. ¿O no?
Con respecto a la incidencia de la televisión en el negocio de los toros y dejando aparte lo que supone de ayuda la retrasmisión de las ferias, la profesión taurina en su conjunto, principalmente empresas, toreros y ganaderos, deberían ponerse la pilas procurando invertir en el contenido taurino de los telediarios. Con solo 3 o 4 minutos de toros en todos los informativos, La Fiesta trascendería al gran público y dejaría de estar en el gueto que la tiene encerrada.
Finalmente y por lo que respecta a lo que acontece en las plazas más importantes de América, preocupa seriamente la ínfima presentación de las corridas de toros que se lidian en La México, así como el tema de los sobreros de regalo que debería ser prohibido de raíz y para siempre. Ello sin contar el favoritismo que prima a los toreros aztecas, sean como sean, lo que convierte en provinciano el coso más grande del mundo.
La prohibición de dar muerte a los toros en la plaza ecuatoriana de Quito ha dividido las opiniones entre los que se niegan a aceptarlo y los que se han acomodado al dislate. Sin la muerte del toro, la lidia y el toreo quedan descabezados y, su devenir, un contrasentido. ¿Qué pasaría si, Dios no lo quiera, uno o varios toreros resultaran gravemente heridos sin que luego pudiera dar muerte a espada a los toros que propiciaron las cornadas?…
Por eso hacen mal los toreros que han aceptado torear este año en la feria de Quito, so pretexto de que, no hacerlo, terminaría allá con la Fiesta. Todo lo contrario. Tal estado de cosas, puede contagiarse y extenderse a las demás plazas americanas. Algunas, como las de Colombia y últimamente la de Acho en Lima, ya amenazadas por no pocos diputados congresistas ayudados por los mismos antitaurinos profesionales que contribuyeron para acabar con las corridas de toros en Cataluña.
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