lunes, 28 de noviembre de 2011

ANÁLISIS DE LA TEMPORADA ESPAÑOLA 2011 (III): Vaivenes y novedades en la primera fila

No solemos consultar el escalafón de matadores de toros durante la temporada, pero siempre cuando finaliza, suele traer sorpresas numéricas que chocan con el orden que coloca a cada cual conforme a la cantidad de corridas que suman los toreros y las orejas y rabos que cortan. Y es que no siempre los más determinantes son los que más torean y más trofeos consiguen aunque hubo, hay y habrá casos –muy pocos– que aúnan ambas apreciaciones. En la lista de pasada temporada hay muchas diferencias respecto a lo que digo. No todos los que aparecen en los primeros puestos pertenecen a la primera fila y algunos de los rezagados en número de festejos, han empezaron a codearse con los más importantes. El toreo y sus rangos, qué duda cabe, siempre fueron así.
JOSÉ ANTONIO DEL MORAL

¿Quiénes, en nuestra opinión, conforman actualmente la primera fila?  Pues además de los tres que ya hemos comentado –Manzanares, El Juli y Talavante– continuaron  perteneciendo por derecho sobradamente acreditado Enrique Ponce, Morante de la Puebla, Miguel Ángel Perera, El Fandi, El Cid y Sebastián Castella aunque a la baja, además de los que se incorporaron: Daniel Luque, César Jiménez, Rubén Pinar, David Mora, Iván Fandiño y, aunque figuró otra vez sin serlo, Cayetano. Y, cómo no aunque caso muy aparte, José Tomás.

Casi todos diferentes en sus respectivos estilos y hasta en los planteamientos de sus respectivas campañas pero, en su mayoría, capaces de aprovechar los buenos toros, mejorar los regulares y andar por encima de los malos y hasta de los peligrosos en mayor o menor grado. Estas cualidades son las que les agrupa en tan preeminente lugar, aparte gustos.

Otras son las opiniones de algunos aficionados, incluidos los que se tienen por entendidos sin serlo, entre los que también cuenta buena parte de la crítica. Suelen preferir las formas por encima de lo demás. No saben ver u obvian el fondo de los toreros. Ello les convierte en pésimos profesores. Claro que el grueso de los espectadores no les hace ningún caso y, curiosamente, aciertan casi siempre por más fieles a la realidad que a las teorías de los “listos”. Muchas de ellas, tan alambicadas, que hasta da vergüenza escucharlas o leerlas.

A este respecto, últimamente circula por las redes una teoría sobre lo que es el toreo autentico. Pretenciosamente ilustrada y llena de citas, no pasa de inmensa parida. Un inaguantable, confuso y estúpido peñazo que mezcla churras deciochescas de vario pelaje con merinas más o menos modernas de todas clases y colores. Un batiburrillo de teorías imposible de llevar a cabo. Además, nunca mencionan el temple, arma fundamental del toreo contemporáneo…

Mucho mérito tiene leer completos estos textos cuasi anónimos aunque se sabe que detrás están algunos profesionales fracasados. Pero el toreo es mucho más sencillo y, a la vez, algo muy difícil de practicar con regularidad. Sean como fueren los modos de torear, únicamente las figuras y, las de ahora más, son capaces de lograrlo casi todas las tardes porque, sencilla y llanamente dicho, antes que nada logran dominar y someter a la mayoría de los toros que tienen delante. Muchos de los que inspiran y/o difunden estas cuando menos utópicas teorías, fueron y son incapaces de conseguirlo. Por eso tratan de desmerecer a los que sí lo son. También les enrabieta que sus toreros predilectos no alcancen tan alto grado mientras la mayor parte de cuantos detestan, son los que ocupan los lugares que, dicho sea de paso, merecen. Como siempre, el toro es el que pone a cada cual en su sitio y, todo lo demás, son zarandajas.

Quizá sea Morante de la Puebla (42 corridas, 29 orejas) el torero que más se libra de estos censores por aunar la genial pureza de su estilo con una capacidad que solamente él ha tenido entre los toreros de su corte. Sin embargo, Morante sufrió este año un largo bache que duró desde su gran actuación en feria invernal de la madrileña plaza de Vistalegre hasta su gran despertar en el histórico mano a mano con Manzanares en El Puerto de Santa María y, sobre todo, en su tardes cumbres de Bilbao y en el postre que regaló en la penúltima corrida de Barcelona. De tal modo y a pesar de que, en la mayor parte de la campaña, Morante anduvo algo alicaído, la grandeza de las actuaciones señaladas volvieron a sostenerle en el privilegiado sitial que viene ocupando desde hace ya muchos años.

Mucho menos favorecido por la crítica que, en gran parte, nunca reconoció su histórica categoría, Enrique Ponce (48 corridas, 45 orejas y dos rabos) tuvo que padecer continuos ataques aprovechando su pertinaz mala suerte con los toros. Llevan ya dos años diciéndole que está acabado y que se vaya. Pero Enrique, que ciertamente pasó por varios momentos depresivos por ambas razones, en cuanto empezaron a salirle reses no digo buenas, sino meramente manejables, volvió a demostrar su impar categoría aunque más motivado en torear para sí mismo que en lo que sigue siendo capaz: de meter en cintura hasta toros imposibles para los demás. Lo volvió a hacer aunque puntualmente como en Mont de Marsan con un mansísimo corridón de su amigo Samuel Flores, en El Puerto con un peligrosísimo ejemplar de Torrestrella y con malos toros que le correspondieron de ganaderías tenidas por más cómodas. Pero también frente a los buenos toros que, a veces, le correspondieron, como el de Alcurrucén en su plaza talismán de Bilbao. Su autoría de la premiada mejor faena de la Feria de Julio en Valencia actuando junto a El Juli y Manzanares un día antes de la reaparición de José Tomás, irritó a sus perseguidores que trataron de ignorarlo. Como también intentaron desmerecer todos y cada uno de sus triunfos. Ponce lleva ya dos años sin querer torear en Madrid a donde no creo que vuelva más. Y este año tampoco en San Sebastián, ni en Salamanca, ni en Logroño… Pero sí en las demás plazas que le siguieron respetándole y admirándole hasta el fin de temporada. De si se irá o no para siempre el próximo año creo que ni él mismo lo sabe aunque lo rumie.

El desigual duelo que sostuvieron Miguel Ángel Perera (60 corridas, 86 orejas y dos rabos) y Sebastián Castella (56 corridas, 63 orejas y una rabo) –pares por supervalientes y parecidos en concepto– se resolvió con una inapelable derrota del francés. Y eso que el extremeño tuvo menos suerte con los toros que su contrincante. La tarde más definitoria de este duelo fue la de Bayona en septiembre. Ambos mano a mano. Perera le pegó un baño tan oceánico a Castella que le destronó en su feudo. En el conjunto de sus respectivas campañas, la del extremeño sucedió al alza y muchas tardes a su máxima altura, mientras que la del francés se distinguió por la cantidad de buenos toros que le correspondieron y no estuvo a la altura, ni de los toros ni de sí mismo. Muchas de dos orejas a los que cortó una. Algo que medio le salvó de la quema. Su baldón más importante fue el de Madrid con el toro más premiado de San Isidro. Precisamente un ejemplar de la ganadería de sus propios apoderados.
 
Ya dijimos en la primera entrega de estos análisis que El Fandi (este año no superó las 100 corridas aunque volvió a liderar el escalafón con 79 corridas, 144 orejas y 9 rabos), y El Cid (57 corridas, 60 orejas y 4 rabos) lograron mantenerse donde estaban aunque no a la altura que ambos gozaron en sus mejores campañas. Pero tanto el sevillano como el granadino, protagonizaron tardes más que felices. El Cid, por cierto, una noche en El Puerto, hizo la faena más artística de su vida con un gran toro de Torrestrella. Y El Fandi llevándose de calle a los públicos en la mayoría de las plazas donde actuó. Sin embargo, en varias ocasiones no le vimos tan resuelto como siempre. Él mismo lo comentó alguna vez con la sincera humildad que le caracteriza.    
 
Daniel Luque (59 corridas, 88 orejas y 4 rabos) se afianzó como nueva figura con repetidos y crecientes triunfos en la mayoría de las ferias y plazas que pisó con sus ansias de siempre solo que, este año, más inteligentemente y controlando los efluvios que en campañas anteriores le llevaron a no pocas equivocaciones. Más maduro, sacó a relucir con facilidad y notable frescura su gran clase con el capote y con la muleta dando una medida que cabe esperar supere. Y es que Luque aún no ha dado su techo. Le esperan empresas mayores si es capaz de ahondar y persistir en su indudable empeño gracias a la inagotable ambición que tiene. Tiempo al tiempo.

Caso digno de admirar fue el de César Jiménez (33 corridas, 46 orejas y tres rabos). El gran rescatado del año tras varios luchando para reencontrar el sitio que ocupó en sus primeras temporadas de matador. Le pasó un tren con vagones de primera en Madrid, se subió en uno de ellos y casi nunca lo abandonó. Ni siquiera al sufrir una incomodísima cornada que le rasgó una pierna de arriba abajo. No solo aguantó el tirón, sino que se mostró muy mejorado y cada tarde más valiente, más inteligente y más torero. Mejor que nunca anduvo César. Le espera muy buen futuro siempre y cuando no vuelva a despistarse.

Si También incluimos a Rubén Pinar (22 corridas, 31 orejas y un rabo) en esta primera fila es por su más que demostrada capacidad y, sobre todo, por haber corregido notoriamente su tantas veces criticado toreo por las afueras. Este avance al cambiar la habilidosa superficialidad que empañaba sus repetidos triunfos, por unas maneras más comprometidas, fue lo que le hizo ganar más confianza de los profesionales y de los aficionados atentos a los progresos y regresos de los toreros que vienen luchando para hacerse un hueco en las aturas abandonando el pelotón donde se encontraban.

Y vamos con la pareja revelación: Iván Fandiño (42 corridas y 42 orejas) y David Mora (39 corridas, 42 orejas y dos rabos). De no sufrir contratiempos graves, el año que viene duplicarán estas cifras y con esto está dicho todo. Quizá ambos sean los que más crédito han alcanzado respecto al que tenían en solo una temporada. Con más experiencia el vizcaíno aunque con peor suerte al padecer un percance que le quitó de en medio muchas fechas contratadas. Y con más clase y mayor impacto en muchas plazas el madrileño. Aunque tendrán que corregir algunas máculas técnicas que todavía inciden negativamente en su toreo, los dos anduvieron superdispuestos y valientes hasta rozar lo inaudito tal y como protagonizaron en el mano a mano que les enfrentó en la feria de Otoño en Las Ventas con un terrible corridón de Gavira. Aunque no salieron a hombros, protagonizaron una de la tardes más importantes y esperanzadoras del año. Ambos tienen las puertas completamente abiertas en todas las plazas y ferias de cara a la próxima temporada. Ya las están traspasando en América.

Inevitable comentar otra vez a Cayetano (29 corridas, 38 orejas y un rabo). Caso realmente único por ser figura de facto aunque no de jure. La verdad es que con Cayetano no dejamos de lamentar el desperdicio que está suponiendo su ya no tan corta aunque tardíamente iniciada carrera. Con un lujoso continente torero, lo que lleva dentro como gran artista lo ha puesto de manifiesto muy pocas veces. Este año solamente en León con un admirable contenido. Lo mucho que por fuera parece Cayetano, no suele corresponderse con lo que podría ser por torpe. Pero ahí sigue contra viento y marea aunque sin poder evitar los percances y accidentes que, como este año, le apartan frecuentemente de los ruedos por la falta de sitio e, increíblemente, porque todavía no sabe torear con precisa técnica a los toros que lo requieren que son la mayoría, porque bombones monjiles salen muy pocos. Puede que su permanencia en el foro de los elegidos venga forzada con notoria habilidad administrativa y sumos cuidados de cara a favorecer su marca como modelo de élite. Ya que, si no fuera torero en activo, no tendría tan alto caché. Y ello aún a costa de irlo perdiendo en los ruedos a los que cada vez lleva menos fans aunque todavía le quedan.

Y, finalmente, el caso aún más aparte y singular de José Tomás (9 corridas, 11 orejas). Aunque centró una desbordante y abultadísima atención en las solamente nueve tardes que sumó, sobre todo en la reaparición tras una larga convalecencia de su gravísima cornada en Aguascalientes celebrada en feria de Julio de Valencia, como también en la posterior septembrina de cierre tristemente definitivo en Barcelona, lo más destacado que logró fue llenar totalmente las plazas en las que compareció, la mayoría de inferior categoría y en casi todas muy pobremente acompañado, logrando abrir la puerta grande solamente en sus dos últimas actuaciones: una matiné en Nimes y la de Barcelona donde, por fin, cuajó una excelente y unánimemente apreciada faena aunque dentro de la normalidad torera. Dejando aparte lo que este torero atrae idolátricamente a sus muchos incondicionales, todos deseamos que, repuesto por completo, debería plantear la próxima campaña más seriamente comprometido y actuar en las ferias más importantes, compitiendo con sus pares más caros y prestigiosos, si verdaderamente quiere ser otra vez el excepcional torero de sus brillantes primeros años. Si así lo hace, no solo sería algo enormemente positivo para la Fiesta, sino que se celebraría con general entusiasmo.


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