Jardinero de San Mateo
Si el aficionado mexicano había tenido alguna duda de la notable capacidad torera del diestro de Badajoz, Alejandro Talavante, quien ocupa uno de los sitios principales en el escalafón español, ayer nos dio una tarde que lo consolida como un nuevo consentido de la afición mexicana. Había mostrado las excelencias de su muleta barroca en esta temporada desde su presentación en la que desorejó a un magnífico toro de Hamdan y en su repetición no tuvo fortuna con el acero. Pero ayer nos demostró que está listo para las mejores empresas, al relevo de las grandes figuras que están en la cúspide como Enrique Ponce y Julián López. La entrada se desplomó, pero el cartel no era de campanillas ni remotamente. Rafael Ortega reaparecía después de una lesión y se le vio corto con la muleta e inclusive hasta deslavado en la ejecución de sus pares de banderillas con los que generalmente luce gallardo y aunque puso empeño, tuvo una tarde muy gris. El otro alternante, Juan Pérez Chávez, que repetía inexplicablemente en esta plaza esta temporada, debe ir pensando en otros escenarios, su toreo es corriente, su experiencia corta y su proyección muy limitada a pesar de sus conocidos padrinos. Bien pudo la empresa haber acartelado a alguno de los que están sonando fuerte, en especial Juan Pablo Sánchez que suma triunfos notables y crónicas de admiración. Pero tal parece que no habrá puerta para él este año. Es así que el peso de la corrida excelentemente bien presentada de la dehesa guanajuatense de La Estancia recayó en el extremeño y éste no defraudó, mostrando que es una figura que pesa en la torería mundial y que su toreo gusta al paladar del aficionado mexicano.
El trapío del encierro era inmejorable, pero no así su desempeño en la plaza. Solamente un ejemplar, el segundo, "Ojos Zarcos", cárdeno nevado meano, se prestó adecuadamente para la lidia y lo aprovechó Talavante para instrumentarle tres lances hermosos con la capa, entreverando cuatro verónicas y chicuelinas con un remate muy pinturero. Poca sangre se le hizo y el quite por gaoneras del español no fue el mejor. Pero sabía que podía construir una lidia adecuada desplegando su sapiencia y su incontestable arte. Inició con la derecha, bajando la mano, con gran lentitud y remató con el de pecho, entero, recibiendo los primeros aplausos. Fue por el izquierdo donde mostró la excelencia de su toreo profundo, instrumentando naturales de gran temple y extensión que entusiasmaron a la clientela que reconoció el preciosismo de su muleta. Cargó por el lado derecho y deleitó con su arte, rematando con un completo pase de pecho. Volvió a la izquierda, el lado más manejable del bovino y nos deleitó con los mejores naturales de esta temporada. Ofreció todavía varias arrucinas ajustadas y remató con un pase de pecho de cromo. Prefirió ir por la suerte de Manolete que continuar con el toreo clásico, por un momento, pero luego volvió al natural perfecto que extasió a los conocedores. Con las orejas en la mano pinchó en alto y después fulminó con una estocada al encuentro para recibir una merecidísima oreja. Algunos quizá hubiéramos preferido que continuara con las tandas clásicas que estaban poniendo de pie a la plaza. Con el quinto, "Orujo", un zaino, que resultó abanto, se le dio un picotazo y Talavante sacó de su arcón prodigioso pases extraordinariamente templados de una gran profundidad y con su personalísimo estilo sacudió varias veces a la concurrencia. Talavante disfrutó de la embestida pastueña del toro, aunque también de la debilidad de la res. El natural que en él es mayestático, lo instrumentó varias veces para el deleite de la concurrencia. Por mucho sobrepasó Alejandro las condiciones de su segunda res que acusaba mansedumbre. Se fue al morrillo y dejó una estocada entera en lo alto que le dio otra oreja, muy merecida, y una vuelta ante estruendosas ovaciones de un público que paladea la categoría con que instrumenta sus pases y concibe sus faenas. Además, recibió grandes ovaciones al salir en hombros por la Puerta Grande.
Bien poco hay que consignar de lo ocurrido, además del notable éxito del extremeño. Rafael Ortega vive ya sus últimos años en la fiesta y esta vez, si bien los toros le resultaron fatales por su mansedumbre y debilidad, se le vio oscuro y desangelado. Por allí a su primero, "Cien Fuegos", le dio algunos derechazos tersos, aprovechando la poca embestida. Finiquitó a su enemigo con un bajonazo impropio. Le tocó en suerte el más bello ejemplar de La Estancia , el cuarto, berrendo en negro, "Merlín", pero éste resultó un fiasco y no se sostenía en pie, lo que debería hacer pensar al ganadero si sus reses no serían más propias para otros menesteres en el campo. Rafael no tuvo realmente que estoquear al animal, estaba muerto en sus cuatro patas. "Azuceno" fue el primero de Juan Pérez Chávez, que se rajó desde el primer momento y se marchó a tablas. Nada consignable y estoqueó muy abajo. En el último, "Lunero", de bello trapío, el michoacano dispuso asesinarlo con la cabalgadura porque el miedo y el aire le pesaban, resultando entonces aquello decepcionante, un torero que no tiene ni clase ni oficio.
Pero el saldo exitoso de esta corrida, en esta desfalleciente temporada, queda en la memoria del buen aficionado que admiró el prodigioso manejo de la muleta, de los tiempos y del espacio del joven de Badajoz, Alejandro Talavante. / Diario Esto de Ciudad de México.
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