miércoles, 23 de febrero de 2011

Emociones del toro en el campo y el ruedo, claves para entender "la Fiesta"


El toro, eje y centro de este bello rito que es el toreo, cuyo comportamiento debe de entenderse para entender así mismo el porqué y para qué de la fiesta brava. Foto: EFE
Juan Miguel Núñez

MADRID.- Las emociones del toro, interpretadas unas veces a través de su apacible comportamiento en el campo y otras desde la fiereza que desarrolla en la plaza, son determinantes para comprender y amar el espectáculo taurino, según el psicólogo Miguel Padilla Suárez.

En el libro "El Toro Bravo. Etología, aprendizaje y comportamiento", editado por Egartorre, y que acaba de ver la luz, Padilla Suárez da a conocer sus puntos de vista y conocimientos, entre lo científico y lo didáctico, para hacer más atractiva la escenificación de la corrida en base al comportamiento del toro y la actitud del torero.

"El esplendor del toreo lo dan la agresividad del toro y la capacidad del torero doblegándola", dice el autor, antiguo profesor de las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid.

Actualmente es el director de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) en Extremadura, y coordinador de esta Universidad en el Campus Suroeste, es decir, Sevilla, Huelva, Málaga, Cádiz, Algeciras y Córdoba.

En la lucha entre el hombre y la fiera, contemplada como el enfrentamiento de la inteligencia humana contra la fuerza bruta, plantea Padilla Suárez las cuestiones que son la clave del libro, "¿a qué embiste el toro, y por qué?" y "¿cuándo y por qué deja de embestir el bravo animal?".

Una cita de Ortega y Gasset sobre el toro, en la que afirma que "su embestida no es alocada, es dirigida, y por tanto dirigible", le sirve de premisa para aclarar la definición de torear: "es la última acción, y que le corresponde al torero, dirigir y sacar el máximo partido a los muletazos, es decir, hacerlos bellos y ajustados, seguidos y parsimoniosos. Eso es el toreo".

La emoción por el torero la justifica "desde la simbiosis que se produce entre él y el público, dado que el espectador se pone empáticamente en el lugar del torero, y cada situación de riesgo que se da en el ruedo, se vive en el tendido con tanta angustia o más".

Otra clave del libro está en la afición de su autor por el aprendizaje animal. Es lo que lo justifica. "Para hacer terapias de modificación de conductas tenemos que conocer unas leyes del aprendizaje. Y hay una psicología comparada que establece las reacciones de los animales, los cuales tienen un comportamiento cerebral, no racional".

"Estudiar los instintos y reacciones del animal nos ayuda a comprender mejor el comportamiento del hombre. El toro vive en el campo en jerarquización, un modelo de vida que trasladará después al ruedo frente al torero. Así se entiende mejor la bravura, el ímpetu, la manera agresiva de vencer todo lo que puede ir contra su liderazgo", asegura el autor.

A "los anti", que claman por la defensa de los derechos del toro a no sufrir, les apunta: "No es lo que parece, porque durante su lidia (el animal) está en un estado de activación o arousal como técnicamente se denomina, que impide que haya dolor".

Padilla se permite esta recomendacion desde su puesto como codirector y profesor del Curso de Experto Universitario en dirección de Espectáculos Taurinos, una iniciativa de la Mesa del Toro y de la Asociación de Presidentes de Plazas de Toros.

Y a los taurinos profesionales, sobre todo al colectivo ganadero, el consejo abarca mucho más: "Es importante que el toro sea fiero, y para ello en la selección no hay que dulcificar su capacidad de agresión. Hay que evitar el toro estándar que humilla sin tirar derrotes, de suma docilidad. El toro ha de ser natural, con su instinto agresivo, con fuerza y movilidad".

"Y mientras haya toro bravo habrá 'Fiesta'. Sin el animal se acaba esto", sentencia el profesor, que hace una valoración final "muy positiva" de la ciencia aplicada al toreo. En este caso la aportación es nada menos que del austríaco Konrad Lorenz y el holandés Niko Tinbergen, estudiosos de la conducta animal y humana, considerados los padres de la etología, que compartieron el Nobel de Psicología y Medicina en 1973, "y cuyas teorías y conocimientos son claves para entender la corrida", asegura Padilla.

Que la ciencia y sus estrategias se acerquen a la "Fiesta" para explicar su desarrollo desde un prisma novedoso, profundo y erudito, "es algo fabuloso", exclama el profesor, para añadir finalmente que "el toreo necesita de estos nuevos enfoques. Que se le investigue científicamente". / EFE

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