CARLOS RUIZ
VILLASUSO
Redacción APLAUSOS
Talavante torea frente a los Campos Elíseos, en el
París de la Francia y en el Instagram de las globalidades. Nosotros, ávidos de
Talavante, seguimos el hilo de una fotografía para especular sobre si Talavante
va a torear en algún lugar que no sea el París de la Francia. Si va a torear en
un lugar más allá de Instagram. En París hay de casi todo, bien sûr, menos olés
roncos de gargantas rotas, y en Instagram hay de todo sin casi, pero no hay
casi de nada.
Un día Talavante era alguien que si le decías que
por allí se iba a las redes sociales, él tomaba el camino contrario. No le
gustaba estar expuesto a la intemperie agresiva que consiste en ser opinado, en
ser mirado, analizado, diseccionado. De su imagen toreando sin toro y sin luces
frente al Arco del Triunfo, se extrae que por París ha ido a turistear, como
tantos humanos. No creo que haya un más sobre su futuro, pero nos conviene, nos
congratula, nos ilusiona con que haya un mensaje oculto.
Hay dos cuestiones a las que aspiro a dar
respuesta: la primera es si el toreo puede permitirse lujos como el de no tener
a Talavante y la segunda es si Talavante se puede permitir vivir sin el lujo de
torear. Que puede que sean las dos caras de una misma moneda que lanzamos al
aire, deseando que no caiga ni cara ni cruz, sino de canto. Porque pudiera ser
que sólo cayendo de canto Talavante toree en donde se torea, sol y moscas o sin
sol ni moscas: en las plazas de toros.
Entre el arco y sus triunfos, la historia torera del Tala es
muy superior. Entre esa piedra y su zurda no cabe comparación alguna. Ver a
Talavante frente a ese arco que simboliza batallas, es asistir al blanqueo de
esa historia de piedra que intenta que permanezcan para siempre las victorias
sobre el enemigo. Pero no está el Dos de Mayo. Y Talavante siempre fue un Dos
de Mayo
Un día titulé: “Lo que Talavante le dijo al
diablo” (faena en Zaragoza) y lo que le dijo fue todo en el lenguaje más
indescifrable pero universal que es el toreo. Talavante y su toreo de barrio.
Talavante y su toreo de polígono. Su toreo grafitero y de Velázquez. Talavante
y su toreo para el pueblo. Talavante y la flexibilidad casi levitada del
cuerpo. Talavante puro por ingenuo, natural por no afectado. Talavante, que no
iba a fichar en las plazas en el reloj laboral reiterado de los trabajadores de
luces.
París. Instagram. Un ole bañado en cierto espumoso
de lujo al que llaman champagne y que yo detesto. Mi paladar se detuvo en el
Rioja y en el Ribera, qué le voy a hacer. Siempre la cagué en la seducción.
Nunca ofrecí espumoso. En este ole de civil posado, hay una ilusión que va más
allá de los Campos Elíseos y en el Arco del Triunfo. Lo mandó hacer Napoleón a
mayor gloria de su ejército y en él constan sus victorias en Sagunto, Badajoz o
Valencia, entre otras. Pero no consta el Dos de Mayo ni Agustina de Aragón. La
historia es la que es porque jamás es historia. Por cierro, Napoleón jamás pudo
verlo acabado.
Tampoco constan en el Arco los hombres de faca,
trabuco y cojones que derrotaron al ejército más poderoso del mundo. El Arco,
como todo megalómano monumento, es un fake. Un arco de cualquier triunfo es un
algo que se hizo antaño pensando en los selfis de la posteridad: desde el baño
de historia humillante de Hitler cuando ocupó París, hasta el desfile de De
Gaulle, todo es arco y todo es triunfo instagramero. Yo sigo prefiriendo el
grafiti.
Elijo a ese torero que era frágil y fuerte a la
vez, junco mecido por vientos pero jamás quebrado, de cintura dúctil y muñecas
como de plastilina. Y estoy seguro de que Talavante volverá a torear, quiero
pensar que pronto. Y que regresará al toreo sin arcos y con triunfos. Digo que
pronto porque con el paso del tiempo el toro tiene la misma edad y el torero
siempre es un año mayor. Y para cada estación de cada edad hay un tiempo, un espacio,
un porqué ubicado.
La foto de Talavante en los Campos blanquea al
Arco. No es este quien le presta su imagen, sino al revés. Entre el arco y sus
triunfos, la historia torera del Tala es muy superior. Entre esa piedra y su
zurda no cabe comparación alguna. Y, especulando sin ambiciones más allá del
deseo, ver a Talavante frente a ese arco que simboliza batallas, es asistir al
blanqueo de esa historia de piedra que intenta que permanezcan para siempre las
victorias sobre el enemigo. Pero no está el Dos de Mayo. Y Talavante siempre
fue un Dos de Mayo. El toreo para y por el pueblo. Creo.
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