MANOLO
MOLÉS
Redacción APLAUSOS
Cada uno puede contar la película y los recuerdos
según le haya ido. Por eso caben tantas versiones; pero cuando la verdad (que
siempre es la coincidencia entre una afirmación y los hechos) es real, no tiene
vuelta de hoja. Y es verdad que la temporada taurina de este año, en el que
todavía estamos, ha sido la más variada, la más interesante, la más creativa,
en la que más toreros se han consolidado y en la que han roto con fuerza
algunos muy nuevos, en la que se han cuajado figuras que necesitaban una tarde
de gloria en Madrid. Y junto a la explosión de Madrid y en parte de Sevilla,
los alberos se llenan de gente nueva que estalla con fuerza. Tan joven pero tan
real como Pablo Aguado, que ha puesto de nuevo en valor el regusto, el
pellizco, el temblor del temple y los sentidos. Perera ha crecido en Madrid.
Ginés Marín, que si fuera esto fútbol diríamos que ya juega en primera
división; el valiente y personal Román (ídolo de los jóvenes en Colombia); Luis
David, que se ha enarbolado como el azteca con más futuro. A mí me lo pareció
desde que en Francia le vi con un torazo de Pedrés andando con una solvencia
importante. Madrid le dio una puerta grande al gran Roca Rey y “un tabaco” que
le dejó fuera de la circulación.
Me alegra y me duele López Simón. Tardes de muy
arriba (cuántos recuerdos no borrados de aquellas tardes de sangre y gloria) y
tardes opacas no se bien por qué. La ascensión a primerísima figura de Paco
Ureña se coció en la sartén de Las Ventas. Su plaza, su verdad. Salió a hombros
el día de la corrida de la Cultura (¡ay, Simón!) a una faena con apéndice en la
despedida de mayo. Por méritos propios, el murciano escaló la pirámide de la
tauromaquia actual. Y a David de Miranda, con un juampedro (poquitos dulces
como este había degustado en los años de oscuridad), le valió para entrar en el
circuito.
Lo de Ferrera fue una locura. Revivió a Joselito, El Gallo,
claro, a Belmonte, a Marcial, a media tauromaquia de los libros que nunca se
borrarán. El toreo completo. El libro de la historia en colores. Punto y aparte
para Antonio. Qué cantidad de grandes Antonios hay en el calendario festivo de
la Fiesta. El sabor castellano de Eugenio de Mora y el dolor hasta los huesos
de Román. Abrió el doblete de dolor, en la misma temporada y plaza, Gonzalo
Caballero. Se salvó de milagro y en Otoño, si no quieres caldo… ya sabes.
CASI UN MILLÓN DE ESPECTADORES HAN
PASADO POR LAS VENTAS
Hacía años que no había tanto movimiento, tanta
gente nueva, tanto público en las plazas (prácticamente un millón en Las
Ventas, con eso casi se puede hacer un partido político). Es broma, pero lo que
es serio es que los políticos nos respeten o esta cantidad de ciudadanos que
cumplimos todas las leyes, incluida la que defiende, permite y regula la tauromaquia.
Pero hay cebollos y no pocos. Ahí tienes al señor alcalde de San Sebastián, que
sueña con una ciudad sin toros. Y si es legal, por qué coño quiere ser más
papista que el Papa y tomarnos por imbéciles, retrasados o por tontos. Guárdese
su talento para cosas de mayor peso social, amigo.
Hoy los cirujanos taurinos salvan vidas y
recomponen toreros para que vuelvan a quitarse el traje del dolor y colocarse
el de luces. Lo digo por enésima vez: la única corrida extraordinaria de San
Isidro sería la que se llamara “la de la Cirugía Taurina”. La de los milagros.
La que evita las tragedias. ¿Hay algo más importante?
Mi tierra: Castellón abre las ferias grandes de la
temporada. Tres años más para explotar (en el buen sentido) la plaza. El
cuarteto de la sala de mandos lo componen: Antonio y Jorge Matilla, Manuel
Martínez Erice y el paisano Alberto Ramírez. Tres años más en una feria que ha
recuperado importancia.
Una desgracia tan fuerte como la muerte de
Paquirri en Pozoblanco, esa imagen del torero explicándole al médico lo que
había destrozado el toro. Esa muerte, ese Ramón Vila que era amigo y albacea
del torero de Barbate, esa campaña que él encabezó y yo, y otros, la seguimos,
puso en pie y en valor la necesidad de mejorar las condiciones de las plazas y
las enfermerías. Ahora aquel sudor se ha convertido en esplendor de tantos
maestros, genios, médicos excelentes están ahora al quite en casi todas las
plazas: García Padrós, Val-Carreres (Mariano de la Viña y Gonzalo Caballero,
los últimos salvados), Masegosa y su equipo, tan grande como bueno, Crespo, que
de casta le viene, que “curar y torear” le suenan a los dos verbos más
queridos, y que igual está en Zamora, que en Huesca, que en Ciudad Rodrigo, que
en Guadalajara o en Colmenar Viejo. Genios en los grandes hospitales que aman
la Fiesta. Miñana, Hevia… y llenaría la página. Hoy no se hubiera muerto
Paquirri. Hoy los cirujanos taurinos salvan vidas y recomponen toreros para que
vuelvan a quitarse el traje del dolor y colocarse el de luces. Lo digo por
enésima vez: la única corrida extraordinaria de San Isidro sería la que se
llamara “la de la Cirugía Taurina”. La de los milagros. La que evita las
tragedias. ¿Hay algo más importante? Ni la Beneficencia, que ya huele a
polilla, ni la de la Prensa, que eso son herencias de un pasado que bien pasado
está. Simón me tiene que dar la razón.
LA CAMADA MÁS ESPECTACULAR DE NOVILLEROS
DESDE HACE AÑOS
Algún día escribiré algo o un libro dedicado a
“los que nunca claudican”. A los que como, por ejemplo, Ureña o Emilio de
Justo, han pasado por todas las calamidades y olvidos, y nunca hincaron la
rodilla ni sintieron el miedo de los desertores ni el corazón de los vencidos. Eran,
son y serán tan toreros en lo mismo que ahora dicen los curas a los que se
casan: “Prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad”. Por eso son
quienes son. Por eso no se rinden aunque haya un momento en que solo confían en
sí mismos. Son los héroes de la Fiesta. Y los hay a puñados. Y una alegría más:
tenemos la camada más espectacular de novilleros desde hace muchos años. Ya se
escucha el sonido de la trope que viene para el futuro. Nos espera un año
apasionante.
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