Solvente,
pero lejano de su excelsitud, Manzanares recibe máximos honores.
Un Fandi de masas los pierde por
accidente y Bolívar se bate contra los
dos imposibles del repartido encierro.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
A plaza
llena, los domecq de César Rincón saltaron bellos de lámina, pero medidos de
volumen, peso y poder. Nobles, aún los mansos. Tres de gran calidad; los
aplaudidos primero y cuarto (que soltó
un casco delantero), y sobretodo el quinto "Pamplonica", número 511 de 468 kilos al que se le dio vuelta al ruedo (con un picotazo). Venían
de largo y al toque, humillaban, pasaban
y volvían francos planeando.
La corrida
(para figuras), exigida, dio para más, bastante de habérsele matado bien.
Desafortunadamente no se le picó. Al
monopuyazo de uso, se le agrega otro prefijo; el mini-monopuyazo, y venga el cambio
de tercio. Injusto, eso nos priva de saber si la bravura de los buenos lo es de
verdad. Un solo viaje al caballo es la
norma, y hay que ver como lo protesta el
público y como aplaude cuando ni eso se da.
Manzanares,
tres temporadas anunciado, tres temporadas caído de los carteles, (con cartas
médicas), hasta que a la cuarta fue la
vencida. Vino, y con el blando, soso, dolido y escarbador de su reaparición borró sonrisas, y con una
espada asomando por el costillar, y otra contraria, tendida, trasera y un aviso
alargó caras.
Pero luego
le salió el de la corrida. Dos delantales, tres verónicas y una revolera de pata firme, tronco erecto y actitud serena. Tras buen tercio de Amores y Pineda, pronto, a galope y de largo
viene y va el venteño, haciendo el avión, y el poso, el temple y la secuencia
riman tres tandas por la derecha y tres
por la zurda, con los tiempos y las
distancias precisas, que pusieron la
plaza en estado de sitio.
No era el
Manzanares más exquisito, el más sublime pero su corrección, mucha, le bastó.
Jaleo del bueno. De allí en adelante sobraron algunas suertes espaciadas
incluso el trabajoso circular invertido y la obra perdió unidad. Pero el gran
volapié y la estocada fulminante se la devolvieron, y los pañuelos del palco flamearon
entre los primeros, abriéndole al
esperado la puerta máxima de
Cañaveralejo, la del Señor de los
Cristales.
“El Fandi”,
que se llevó el sorteo, cumplió sus seis tercios, con capacidad, honradez y
vibración. Es torero de mayorías, el que más ha toreado en la última década, las
empresas lo saben. Variado, sorpresivo, divertido, espectacular y a ratos puro.
Lances diversos de pie, de rodillas,
naturales y cambiados, banderillas y toreo a cuerpo limpio, ingenios como dos pares uno a relance
del otro, pases y antipases, y entre ellos, cómo se puede negar, algunos de
verdadero clasicismo. Más con el quinto, que le marcó la mejilla en banderillas.
La gente a sus pies, tanto que asomando la espada por el costillar del segundo,
apostrofaron largo a Usía por no premiarlo. Con el cuarto, se superó y la
estocada trasera le dio una oreja automática, en contra de algunos pocos protectores
de animales que le culpaban duro por el casco perdido.
Luís
Bolívar, llegó embalado, portagayola,
verónicas, chicuelinas, saltilleras y…
el manso se raja, rajado. Porfía sin
esperanza, espada total y descabello. El
sexto se la ancló en la arena, no quiso
nada, nada. Dos pinchos, y medio estoque
sellaron la mala suerte del paisano.
Otra tarde
linda, luminosa y cálida, de plaza llena,
de toros escogidos, de público regalón, en la que por encima de los trofeos otorgados, flotó la sensación de
que con esos toreros y las bondades del
encierro la cosa era para más.
FICHA DEL
FESTEJO
Sábado 28 de
diciembre 2013. Plaza de Cañaveralejo.
4ª de feria. Sol. Lleno.
Seis toros de Las Ventas (en Domecq) parejos, bellos de lámina, medidos de romana, nobles y dispares de juego, aplaudidos
1º y 4º, vuelta al ruedo para el 5o Nº
511, de 468 kilos.
“El Fandi", vuelta tras fuerte petición de oreja y bronca al palco y oreja.
José María Manzanares,
silencio tras aviso y dos orejas.
Luis Bolívar,
silencio y silencio.
Incidencias: Saludaron Francisco Amores y Emerson Pineda tras parear al 5º.
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