Tras un gran último tercio del caleño con el quinto se formó la bronca por la no concedida segunda oreja. Fandiño recibió una del tercero y Ferrera con más espectáculo que contenido saludó una ovación.
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Los
juanbernardos salieron bonitos de
lámina, dignamente armados pero
dispares de romana y juego. Negros,
menos un jabonero malogrado y un
castaño, fueron desde la bronca
insolencia hasta la clasuda nobleza.
Pero en general justos de fondo y fuerza
pese a que se les picó poco, una vara
fue la norma (picotazo apenas para
unos), blandearon, acabaron quedados,
apagados, incluso los mejores, los
nobles tercero bis y quinto cuyos
arrastres fueron aplaudidos.
El cenit de
la corrida se alcanzó cuando Luís
Bolívar quien había tramitado en
silencio las asperezas del segundo y
acababa de cursar con el quinto un
trompicado primer tercio, con desarme y
olivo incluidos, se fue a los medios
brindó al paisanaje, atornilló los talones y bordó tres tandas en redondo, de trapo adelantado, temple rimado, ligazón
fluida y ajustado broche. Sin duda lo
mejor de lo que va de temporada. El
público y los músicos reaccionaron con
fuerza y la fiesta remontó. Pese a que
la mano natural no halló la misma
tersura el alboroto creció y creció,
pasando por las manoletinas de rigor, el
estocadón de trofeo, y el agradecido
arrastre, hasta tomar visos de motín
cuando la presidencia, quizá recordando
lo de la capa, se mantuvo en sus trece,
o mejor en su una. Qué bronca.
La rápida
concesión de otra del tercero bis (turno
corrido, era el 6º) a Iván Fandiño, por
una faena meritoria, mejor tejida de
capote, aunque menos brillante con la
muleta y la espada, fue de pronto una
referencia conflictiva y detonante. Pero
el frio final en esta no pudo atribuirse
a la lidia sino al toro. El vizcaíno de
todas formas estuvo por encima de él.
Con el
reserva, que hizo sexto, un tío de púas
enhiestas y altas agujas, Iván mostro
respeto poniendo tierra de por medio en
los embroques, pero una vez comprobada
la fijeza entró en jurisdicción de cacho
ligando hasta siete naturales. Ahí fue
cuando el pavo se paró, carialto, la
caldera se enfrió y la estocada pasada y
el descabello certero se silenciaron.
Antonio
Ferrera, dió con un lote de distinta
dificultad, además ambos lesionados
durante la brega. El primero de violenta
rudeza y el cuarto blando y mansurrón.
No se complicó el balear, les montó par
faenas de más empaque que contenido, de
más efecto que verdad, de más retórica
que sustancia, en las cuales los tercios
de banderillas fueron el centro. Le
hicieron saludar y eso fue todo.
La tarde
soleada, la entrada buena, el ánimo
fiestero, el cartel importante. Si la
fiesta no redondeó la razón habría que
buscarla más en las falencias del
encierro, fuerza, fondo y nobleza que en
cualquier otra cosa. No nos digamos
mentiras.
FICHA DEL
FESTEJO
Plaza de
Cañaveralejo. 3ª de feria. Sol.
Dos tercios de
plaza. Siete toros de Juan Bernardo
Caicedo (en Domecq) el 3º se inutilizo, se corrió turno y se lidió un reserva como 6º, bien armados, dispares de romana y juego, justos de fuerza y fondo, aplaudidos 3o y 5º, nobles.
Antonio Ferrera, silencio y saludo.
Luis Bolívar,
silencio y oreja con petición de otra y
bronca al palco.
Iván Fandiño,
oreja y silencio.
Incidencias: Saludaron "Jeringa"
tras parear al 2º, Ricardo Santana tras parear
al 5º y "Chiricuto" tras
parear al 6º.
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