"Nunca me sentí solo, he
notado cerca el calor de la afición y mis compañeros", reconoció en rueda
de prensa el coleta sevillano.
«En ningún momento me he sentido solo, siempre he notado
cerca el calor de toda la afición, de mis compañeros y de la prensa», agradecido
y emocionado, arrancó la tarde del pasado lunes Manuel Escribano su rueda de
prensa, ya en Sevilla, una vez lograda el alta hospitalaria, que le fue
entregada al mediodía en el Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles desde el que
se trasladó en AVE directamente a su comparecencia ante los medios en la que
también reconoció que creyó que se iba "para siempre".
Preguntado por su posible vuelta a los ruedos en lo que
resta de temporada, Escribano quiso ser cauto. «Tanto los médicos como yo lo
vemos complicado, aunque no quiero descartarlo... con los pies en el suelo es
muy difícil», reconoció el de Gerena, que se perdería un total de 16 corridas
de toros como consecuencia del grave percance. «La mayor desgracia es no haber
rematado una temporada que dejo en un punto muy alto y era la más bonita de mi
vida», añadió dolido anímicamente.
«Lo he pasado muy mal durante varios días: mi vida ha dado
un cambio radical, y aunque tanto la circulación como la herida están bien, los
doctores me han advertido que el riesgo de trombos siempre existe», advierte
antes de explicar que, no obstante, «los doctores me aconsejan hacer vida
normal y que empiece a caminar», comentó minutos después de sentarse ante el
micrófono en el Hotel Vincci La Rábida con ayuda de uno de sus picadores.
«Al partir el toro la ilíaca, me tuvieron que abrir la pared
abdominal, ahora mismo no sabemos el tiempo de recuperación, lo que sí me han
dicho los médicos es que debo estar un mes, en reposo absoluto», confirmó
Escribano, cuya recuperación pasará a ser supervisada por el doctor Domingo
Jiménez, responsable en parte también de la vertiginosa recuperación de Morante
de la Puebla, así como por un médico cardiovascular.
Sobre las posibles secuelas que pudieran quedarle al torero,
Escribano asumió que tiene «35 puntos en la barriga, desde la ingle hasta el
esternón». «Es muy duro conocer tan de cerca que el toro te puede quitar la
vida, pero que nadie lo dude: no me cambio ni por nada ni por nadie, el toro
tiene que coger, es lo que busca y nuestra labor evitarlo, por eso que te frene
un toro por una cogida también es de toreros», zanjó sin rencor alguno antes de
recordar fríamente el momento de la cogida.
«Cuando le marqué el quiebro no me obedeció y me cogió por
la barriga, creía que me había metido todo el pitón; al salir del golpe no
sabía cómo era la herida, pero luego en la enfermería sentí tal abandono, que
creí que me iba para siempre», concluyó emocionado. / Diario
La Razón de Sevilla
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