Corrida
sobresaliente en la segunda semifinal de la Copa Chenel. Cuadri y Rehuelga
rivalizan en presentación, categoría y calidades. Gran espectáculo.
BARQUERITO
Especial para
VUELTA AL RUEDO
LA SEGUNDA
semifinal de la Copa Chenel fue una versión inesperada de un desafío ganadero
de alto voltaje. Corrida mixta, de dos hierros, como todas las anunciadas en el
concurso, que ha sido de toreros y no de toros. Y, sin embargo, en esta
penúltima baza del campeonato, rivalizaron en bravura dos ganaderías.
Tres toros de Cuadri, de apabullante, impecable
presencia. Con el sello distintivo y singular de la casa: hondura, cuajo,
pechos y culatas relevantes en cajas voluminosas, cabos finos, soberbio el
aparato en conjunto. Y tres buendías de Rehuelga, no tan parejos como el medio
lote de Cuadri, pero con dos toros de sobresaliente remate: un cuarto bellísimo
y un sexto de extraordinario trapío, pero muy armónicas hechuras. Cárdenos
claros los dos. Dos cromos. Siendo serio, porque no hubo toro que no lo fuera,
el segundo de sorteo, más corto que los demás, no pareció toro de colección. Se
empleó en el caballo con ganas, sangró demasiado y fue el único de los seis de
envío que en la muleta se volvió en viajes nerviosos.
La nota de la corrida, sin distinción de hierros y
encastes, fue la nobleza propia de la bravura, la fijeza en los engaños, las
ganas de pelea. Los tres santacolomas de Rehuelga puntuaron en el caballo más
que los tres cuadris, que tomaron un solo puyazo bien cobrado y resistido, no
siempre afortunado. Impresionaron la entrega de cuarto y sexto en varas, su
alegría al arrancarse de largo, su fijeza en el peto y su manera de empujar y
hasta encelarse en el caso del sexto. No hubo toro que no galopara de salida y
pareciera dispuesto a tomar por asalto un ruedo de dimensiones pequeñas.
Ninguna otra querencia que no fueran los reclamos de los piqueros o el vuelo o
los toques de capotes y muletas. En banderillas cortaron los toros de Cuadri,
como suelen. El aire un punto fiero del sexto se dejó sentir en banderillas y
también después de banderilleado. Iba a cumplir los seis años dentro de un mes.
Ese fue el precio de la edad.
Las calidades del cuarto -su manera de descolgar y
repetir- y el son del quinto -su recorrido tan llamativo por lo largo del toro-
sobresalieron por encima de las virtudes de los demás toros en liza. El
tercero, de Cuadri, de muy buen aire, acusó una lesión de tendones de la mano
derecha, apoyó mal y, sin embargo, quiso siempre a engaño sin recelo. El
tremendo sexto se vendió más caro que ninguno. Entero a pesar de su pelea en el
caballo, sangre hasta la pezuña, se soltaba si no iba empapado. Tomó engaño
siempre que lo tuvo puesto. Al primero de los cuadris hubo que ganarle pasos
para convencerlo y gobernarlo. La rivalidad, ya que no desafío, se saboreó toro
a toro. El espectáculo fue excelente.
Fernando Robleño firmó las dos faenas más
redondas. Al cuarto de Rehuelga se lo llegó a enroscar toreando al natural, y a
despacharlo al desmayo con la diestra. Faenas de precisión, muy bien medidas,
espaciadas sin pausas en tandas someras bien rematadas. La apertura de faena
del cuarto, con cinco muletazos de horma genuflexos -tres de ellos, cambiados-
y el de pecho fue antológica. Su manera de calibrar las fuerzas del primer
cuadri sin forzarlo, también. De gran estocada sin puntilla tumbó al cuarto. De
media y dos descabellos al primero, que tan bien supo tener en la mano. Un
éxito incontestable. Venía al concurso como favorito de las apuestas entre los
dieciocho aspirantes. Hizo honor a los pronósticos.
Paulita, convaleciente todavía de las lesiones
sufridas en Villa del Prado la semana anterior, no hizo gesto de dolor alguno.
Pura entereza. Oficio para resolver los problemas del toro de Rehuelga que mató
por delante y temple y calmosa limpieza para vaciar los viajes de ida y vuelta
del soberbio quinto toro. Tomás Angulo, que ha sido por su calidad serena el
torero sorpresa del concurso, apuró con sentido del temple la calidad del
cuadri de la mano lesionada y lo llevó muy toreado en faena de largo metraje.
Le costó acomodarse al carácter del tremendo sexto, un toro que le habría
venido grande a muchos, muchísimos toreros. Renunció a ligar, optó por abrirlo.
Entre dos aguas, por tanto. Lo mató al segundo empeño de una estocada
memorable. Sin puntilla.
FICHA DEL FESTEJO
Tres toros de CUADRI, que se corrieron de impares, y tres de REHUELGA (Rafael Buendía). El cuarto, de Rehuelga, premiado con
vuelta en el arrastre.
FERNANDO
ROBLEÑO, vuelta y dos orejas. LUIS ANTONIO GASPAR “PAULITA”, ovación
tras aviso en los dos. TOMÁS ANGULO,
saludos tras aviso en los dos.
Manuel Quinta hijo picó a modo al bravo
sexto.
2ª semifinal de la Copa Chenel. Soleado,
templado. 1.500 almas. Dos horas y veinte minutos de función.
POSDATA
PARA LOS INTIMOS.- Al sol cálido
del mediodía estaba el barrio a reventar. Las dos aceras de Cuchilleros,
repletas de mesas de terrazas.Muchas de ellas, nuevas o recién plantadas. La de
Botín, discreta, la más elegante. Los del Mesón del Champiñón se han resistido.
Quien quiera champiñones a la plancha con su jamón picado, adentro. Al fondo
hay sitio. La terracita china de Bringas, copada. En la plaza de San Miguel,
solo espacio para sillas y mesas. Y la señora gitana que vende flores. No tanto
gentío en la calle de Santiago. Tampoco en la plaza Mayor. Santiago ha perdido
su aire provinciano de antes. Por las terrazas, no tantas como en Cuchilleros.
En Ramales me he sentado a leer la prensa en uno de los bancos de piedra
plantados sobre las ruinas de la parroquia de San Juan.
Al sol. He
bajado por San Nicolás, y no había nadie. Sin coches en la calle Mayor. El
escaparate tentador de La Santiaguesa, antes San Onofre. Buñuelos y huesillos
de santo. Y rosquillas de Alcalá. La pequeña terraza de Ciriaco, a tope.
A pie por
Sacramento. La vista de la cúpula de la colegiata cuando se entra desde el
pretil de los Consejos hacia San Miguel es una maravilla. En cambio, la vista de
la cúpula de la catedral, si se hace el camino al revés, es decepcionante.
Parece,por contraste, de cartón piedra.
Un ratito em
Otero, el neto enfrascado en un huevo de chocolate, los abuelos, felices.
Y, por la
tarde, a los toros. "Peazo corrida…", diría un sevillano.
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