JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Si hay actividad humana que haya tenido reatos
para dejar entrar en ella la televisión es el toreo. Aun cuando las noticias,
el arte, la ciencia, la cotidianidad íntima (reality), el sexo (véase la
bimillonaria pornografía), cuando todo, todo sucedía en vivo y en directo ante
las cámaras, y se podían ver como estando ahí, guerras, cataclismos, crímenes,
masacres, conciertos, exposiciones, cirugías, ritos, secretos vergonzosos…
Cuando casi salpicaba la sangre a los
televidentes, cuando los terremotos estremecían sus poltronas, cuando los niños
morían de hambre frente a todos, cuando las lágrimas ajenas mojaban las
mejillas propias, cuando los locos tiroteaban supermercados, escuelas,
restaurantes.... Los hipócritas mediáticos vetaban la transmisión de corridas
por “crudas y crueles”, y empresarios, ganaderos y toreros les hacían el juego
negándose con virginal pudor a dejarse televisar.
Y era que no lo necesitaban. Las taquillas
asediadas por multitudes para las cuales no alcanzaba el papel, hacían que esa
plata sobrara. El negocio era tan próspero, quizá excesivo; se vendían todos
los toros, todas las entradas, todos los carteles y acá y allá la clientela se
abonaba de por vida. Todos ganaban. Sí señor. Es que no hace mucho, apenas en
el 2008, último año en que un solo matador (El Fandi) subió a las 126 corridas
toreadas. Luego vinieron en fila crisis, declive, pandemia y, claro, la
necesidad...
Entonces, casi en artículo mortis, una empresa
(Movistar) logra entrar cual rescatista para sacar la corrida del atolladero a
ser mirada en escala global con todo detalle. Más íntima y ubicuamente que en
la plaza. Y el tendido se amplió, virtualmente al infinito. También pagando por
supuesto, lo cual puede multiplicar los ingresos en la misma proporción.
Sin embargo, no ha pasado sin dudas, reticencias
ni críticas. No hay que desesperar, es natural, es bueno, estimula. No hay nada
perfecto, y, además, como decía Voltaire: lo perfecto es enemigo de lo bueno. Y
al parecer la buena televisión llegó al ruedo para quedarse. Con ella hemos
topado. Quizá sea el camino de salvación.
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