De
capa y muleta levanta pasiones el torero de la Puebla. El de Olivenza le corta
las orejas a un extraordinario toro de Alcurrucén tras una breve faena redonda.
BARQUERITO
Especial para
VUELTA AL RUEDO
Fotos: www.las-ventas.com
CON EL TORO
que partió plaza hizo Morante muchas maravillas. Las primeras, en el recibo
de capa, que fue de dos mitades: una primera de lances genuflexos y largos para
fijar el toro, y una segunda de verónicas reunidas, las manos ni altas ni
bajas, el dibujo en semicírculo en cuanto respondió el toro, que vino toreado y
traído en todas las bazas. En todas ellas fue ganando terreno Morante, que, a
capote desplegado y en delantal todavía firmó un lance singular para dejar el
toro en suerte frente al caballo.
Del caballo salió escopetado el toro, pero a los
medios se fue Morante a buscarlo. Posado, dibujó en el quite cuatro verónicas
de lindo compás y media de remate. El sentido del compás iba a ser la seña de
cuanto vino después. De momento, un ampuloso galleo de frente por detrás para
llevar al toro al caballo por segunda vez. Después de banderillas, una faena de
ritmo por todo particular. Corto de cuello, engatillado y recogido, el toro no
descolgó. Tuvo, a cambio, fijeza. Y el picante preciso para encarecer la faena,
que fue una sucesión encadenada de ideas y aciertos.
La apertura, por ayudados por alto a suerte
cargada con naturales intercalados. El cuerpo central, en los medios o bien
abierto Morante en el tercio, fue pura crema sin despojo. En redondo dos tandas
despaciosas, ligadas en el sitio, rematada una con el cambiado por bajo y con
un cambio de mano por delante la otra. No entró en el repertorio el pase de
pecho clásico. Tampoco para abrochar una tanda de naturales impecables. El
aplomo de Morante a pesar de la resistencia del toro fue la nota clave en el
remate de faena.
Un remate profuso que incluyó, fuera de catálogo,
el molinete de apertura ligado con el natural y, en seguida, otra tanda de uno
a uno con la izquierda en un solo terreno, un palmo, y, ahora sí, abrochada con
el de pecho, un recorte y un desplante concebido y puesto como una suerte de
más. La gente no paró de aplaudir, jalear y, subrayar a coro la exhibición, breve
al cabo, precisa, muy bella. Una estocada, una oreja y una vuelta al ruedo
apoteósica.
En tipo estuvo la corrida de Alcurrucén, muy bien
cortada, de lindo escaparate, pareja de hechuras, variada de pintas y de
diversa condición. Casi todo hicieron la salida patrón del encaste Núñez: muy
corretones, incansables galopadas sin terminar de fijarse. El segundo de
Morante, frenado, las manos por delante, el de peor nota de la corrida, se huyó
del caballo.
Morante le había echado los vuelos al hocico para
ponerlo en suerte y hasta apostó por él en un inicio de faena vivido con
expectante silencio. Un tanteo en tablas con muletazos cambiados o en la suerte
natural. Probón, desparramando la mirada, ajeno y casi incierto, no quiso el
toro ni provocado a la voz. Porfía breve, tres bellos muletazos de pitón a
pitón, el regalo de una reolina de la casa, dos pinchazos y una estocada caída.
De Morante y su firma propia había sido en el tercero de la tarde un quite de
tres chicuelinas abrochadas con media y brionesa. La chicuelina como una de las
bellas artes.
Ese tercer toro, alto y estrecho, colorado, se
había emplazado de partida, pero dejó ver pronto su buen son. No solo en el
quite de Morante sino en la réplica de Ginés Marín por el mismo palo, pero no
el mismo acierto, y, sobre todo, después. Fue el de mejor nota en el caballo.
Tal vez cobrara más de la cuenta. Embestidas humilladas pero frágiles. Ginés
abrió de rodillas por alto, el toro no protestó, pero claudicó al menor tirón.
No llegó a romper una faena que pudo haber sido y no fue.
Para Ginés estaba, sin embargo, el toro de la
tarde. Ni el segundo, reservón y parado, ni un quinto muy noble pero
apalancado, ni mucho menos el cuarto habían levantado el espectáculo tras la
lección de Morante. Así que fue el sexto, más toro que los demás, apretado de
cuerna y engatillado, hechuras impecables. Tal vez el toro de la feria. La
salida tan a su aire, su manera de soltarse del caballo, su espera en
banderillas. Todo eso, pero tomó la muleta con el son y la alegría de los
alcurrucenes de pata negra. Pronto, repetidor, entregado. Ahora no dejó Ginés
Marín pasar la ocasión en vano. Eligió casi a las primeras de cambio la mano
izquierda, la mejor del toro, y por ella, encajado, sin temblores, se lo trajo
por los vuelos en muletazos embraguetados, cosidos, muy cadenciosos y casi al
desmayo. Sin cortar faena con paseos, sino en una exhibición de confianza y,
sobre todas las cosas, de caro temple. La concesión de un par de muletazos
mirando al tendido. Solo eso. Y una estocada sin mácula. Dos orejas.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de ALCURRUCÉN (Hermanos Lozano Martín).
MORANTE
DE LA PUEBLA, una oreja y
silencio. LÓPEZ SIMÓN, saludos y
silencio. GINÉS MARÍN, saludos y dos
orejas.
José Chacón bregó y banderilleó con gran
acierto.
9ª del abono de otoño. Veranillo. 14.000
almas. Dos horas y media de función
POSDATA
PARA LOS INTIMOS.- Justo enfrente del friso del encierro y casi delante
de la puerta de autoridades me ha parado a las cinco un paisano con trípode y
cámara de fotógrafo casi profesional. Estaba enmascarado pero debajo de la
mascarilla lucía una barba blanca rala pero crecida.
Que me conocía, que me había visto en la
televisión, que me admiraba y que sabía que había estado enfermo y que si ya
estaba bueno. Y que cómo me llamaba, que no se acordaba de mi nombre, Y se lo
dije, Pero que ese nombre, no, que el
otro. O sea el apodo. Y que nos hiciéramos una foto juntos. Estaba con él su
mujer, y ella ha disparado. Hemos salido guapos los dos. En buena compaña-
Y ahora me tocó preguntar a mí. La mascarilla
llevaba impresa en el carrillo izquierdo el nombre de un restaurante. El
Tomillo. Y que dónde estaba. "En Zaragoza". Y en qué parte de
Zaragoza. "No en la capital. En Alagón. Ya lo he dejado, lo llevan mis
hijos..." Alagón. ¡La tierra de Paulita!. "Sí, señor, Paulita".
"Buen torero". "Pero la espada..." "No importa la
espada". Que lo había visto el sábado en Villa del Prado. Y lo bien que
anduvo. La cogida, sí.. Pero saldrá bueno.
El Día del Pilar. Tantos años en Zaragoza, y tan
feliz. Y esta vez ha venido Zaragoza a verme. Alagón, digo.
Morante es de otro mundo...
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