sábado, 23 de octubre de 2021

FINAL I COPA CHENEL EN CADALSO DE LOS VIDRIOS - Fernando Adrián conquista la Copa Chenel

Dos excelentes entregas del torero de Torres de la Alameda, que estaba relegado y casi en olvido. Firmeza, temple, carácter y pureza clasicista con dos toros de distinta condición
Fernando Adrian
BARQUERITO
Especial para VUELTA AL RUEDO
 
LOS TRES toros de Adolfo Martín, dos jugados por delante y uno para cerrar corrida, fueron muy desiguales de hechuras. Veleto y descarado el primero; muy abierto de cuna el segundo, el más cuajado de los tres; y bizco y ofensivo el sexto, de pobre remate comparado con el de los otros dos.
 
De muy diversa condición: el primero, cuello astracanado, tupido flequillo, aire viejo, muy codicioso de salida, el hocico por el suelo al galopar, esperó en banderillas y mudó en la muleta, se volvió pegajoso por la izquierda, se apoyó en las manos, midió receloso. Puso a prueba el oficio de Fernando Robleño, que le ganó pasos, arriesgó sin duelo, sacó muletazos de mérito -excelentes los de pecho- y porfió sereno, con fe. Un pinchazo hondo y un descabello.
Fernando Robleño
El segundo, entrepelado, bajo de agujas, largo, se empleó de salida y en el caballo, lo templó en el recibo de capa Fernando Adrián -lances de limpio vuelo- y lo lidió en banderillas con rico primor Antonio Molina. De los tres toros de Adolfo fue este segundo el que hizo los honores al ganadero. Con él vino a destaparse Fernando Adrián. De las seis faenas por él firmadas en las tres eliminatorias de la Copa Chenel tal vez haya sido esta del distinguido toro de Adolfo la de mayores méritos y más difíciles logros. Listo para fijar al toro de partida con notables muletazos de horma, encajado y firme en cuanto se estiró sin demora, despacioso, sereno para templar la embestida y valeroso para aguantar las miradas del toro cuando estaba por asegurarse el gobierno. Por la mano izquierda, que es su mejor mano, toreó con sobresaliente ajuste. Ni siquiera deslució un desarme, de muleta pisada.
 
Toro encastado, torero ambicioso, de regusto clasicista y punto sorprendente si se piensa en lo poco que ha toreado en los últimos años. Fue novillero puntero, sí, pero relegado después de la alternativa. Como si se hubiera esfumado. Ovacionaron al toro en el arrastre. Y más al torero de Torres de la Alameda. Un pinchazo, una entera tendida. Solo una oreja, pero se tuvo la sensación de que el son de esa primera faena iba a ser decisiva a la hora de fallarse el concurso.
 
El tercero de los adolfos solo aguantó dos tandas bien tiradas por Colombo con la mano derecha. Después, rebrincado primero y enseguida topón, orientado, pegó cabezazos. Colombo pinchó en la suerte de recibir y, atacando por derecho, cobró la estocada de la tarde. La última del torneo.
 
Los tres toros de José Vázquez se jugaron entre medias de los tres de Adolfo Martín. Cinqueños todos sin excepción. De formidable hondura el tercero en liza, enlotado con el pobre sexto. Acapachado, enmorrillado, negro zaino, muy bien hecho dentro de su volumen, con la huella de la edad -casi seis años- en el cuajo y la expresión, se escupió del caballo de pica dos veces, escarbó mucho -de comezón y no de mansedumbre-, algo tardo, pero metió la cara. Hubo, con todo, que tirar de él. Colombo acertó con el sitio y los toques, se templó por las dos manos y midió la faena. Mató de buena estocada. Una oreja.
 
Con los dos toros restantes de Vázquez iba a dirimirse el campeonato. Un cuarto negro, engatillado, serio por delante, pero recogido de cuerna, y un quinto castaño lombardo, atacado de carne, frondoso cuello. Con el cuarto quitó desafiante en su turno Fernando Adrián: saltillera, gaonera y revolera. Impecable. Replicó Robleño: dos chicuelinas, tafallera, media y larga. Tuvo más eco Adrián.
 
Toro de más a menos. Y la faena, abierta en la distancia, graciosa la apuesta, también. El toro empezó a soltarse a partir de la primera docena de viajes, a mirar las tablas al salir de engaño y a echar la cara arriba. No le vio la muerte Robleño: tres pinchazos -dos, escupidos-, entera caída y unos cuantos descabellos. Acostado contra tablas o barbeándolas, no descubría el toro. Sonaron dos avisos. 
 
Es probable que el sexto toro hubiera sido descartado en el sorteo -las hechuras no suelen engañar- y en manos de Adrián estaba la solución cuando se soltó el quinto, que, deslumbrado, se le vino cruzado de salida, se agarraba al piso, apretó en banderillas y, aire peleón, estaba por ver del todo. Hasta que Adrián se dobló rodilla en tierra con él en los medios y vino a dejarlo casi de seda con seis muletazos muy mandones. El de pecho, extraordinario. Por alto no tuvo trato el toro, rebelado o en ásperos ataques.  Por bajo, sí. Y por bajo rompió la faena en tandas cortas, de son creciente, y firmeza mayúscula. Seco estilo, compostura vertical, muy sueltos los brazos. Con tres tandas quedó sentenciado el negocio. Igual que el cuarto, este quinto empezó a soltarse y a buscar las tablas con la mirada. Un pinchazo sin soltar, una estocada tendida, muerte lenta, un aviso, dos orejas. El público, a favor de obra. Con toda razón.
 
FICHA DEL FESTEJO

Tres toros -1º, 2º y 6º- de ADOLFO MARTÍN y tres -3º, 4º y 5º- de JOSÉ VÁZQUEZ.
 
FERNANDO ROBLEÑO, una oreja y silencio tras un aviso. FERNANDO ADRIÁN, una oreja y dos orejas tras aviso. JESÚS ENRIQUE COLOMBO, una oreja y ovación.
 
Notable en brega y banderillas Antonio Molina, de la cuadrilla de Adrián.
 
Final de la Copa Chenel. Fernando Adrián fue proclamado ganador del concurso. Soleado, fresco, otoñal. 3.000 almas. Dos horas y media de función
 
POSDATA PARA LOS INTIMOS.- La última del curso. El año del ferrocarril, que apenas se ha celebrado, y el año de Morante, que en este sábado tan de otoño estaba anunciado en Chamusca, el pueblo portugués del Ribatejo célebre por la bravura de sus forcados. Los Forcados de Chamusca, que llegaron a pegar -actuar. en las Ventas.y yo los ví. Pegar y cobrar.
 
Creo que Morante fue a Chamusca para rendir homenaje a Ricardo Chibanga, el torero mozambiqueño, que murió a  principios de año en Golegá, al lado de Chamusca, en las marismas del Tajo. Chibanga está tenido justamente por el mejor torero africano nunca conocido. Suárez Guanes lo llamaba el Curro Romero negro. Porque fue torero de arte, exquisito. Altísimo, sin aparente traza de torero. Hasta que se ponía a torear.y entonces se obraba el milagro de verlo casi levitar. Lo he visto torear en las Ventas saltillos duros de pelar de Charco Blanco. Al lado de Guanes en la delantera de grada del 3.
 
Daba gusto ver a Chibanga y escuchar a Guanes narrar en vivo la historia del toreo desde el año 46 hasta el día en que Chibanga tomó en Sevilla la alternativa. Porque Chibanga fue torero enseñado en Sevilla. Morante fue admirador de Chibanga aunque no llegara a verlo torear más que en el campo. Y Chibanga tuvo  en Morante fe ciega. Probablemente lo vio antes que nadie.
 
Del año del ferrocarril y no de Morante han hablado los corresponsales extranjeros de la tertulia quincenal del A vivir que son dos días de la cadena Ser. Los trenes alemanes, los trenes franceses. El ferrocarril, emblema del progreso. Aquí queda mucho por hacer. Y pensar que los toros de Salamanca viajaban a Francia en tren. En vagones de mercancías convertidos en cuadras de ruedas de acero. El mayoral, en el pescante. Supongo que todavía resiste en pie el embarcadero de la Fuente de San Esteban. Hasta Irún y Hendaya. Cruzando el Bidasoa.
Jesús Enrique Colombo

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