FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
www.obispoyoro.com
Fotos: Luis Sánchez Olmedo
Santiago Araúz de Robles, fecundo esqueje
literario de la popular familia ganadera de bravo española, asegura en su
espléndido libro Sociología del Toreo que “el pase es un poema improvisado sobre la
curva de la embestida”. Cierto, pero siempre que el ejecutante del
mismo –autor del pase- haya encontrado hueco en un hipotético Parnaso Taurino;
es decir, sea un buen poeta. ¿Hay
toreros poetas? ¿Los hubo en tiempos pasados? Probablemente, aunque no consta
de manera fehaciente en los anales de la Tauromaquia; pero es difícil
encontrarlos, por la sencilla razón de que este tipo de poemas no se escriben
para publicar, y por tanto no son de curso común. Los toreros los imprimen,
directamente, en el capote o la muleta, y son tan fugaces como perecederos.
Ayer, en Madrid, Diego Urdiales se reveló como un vate de nuestra
contemporaneidad, que emplea su tiempo laboral en el ruedo de una plaza de
toros; pero él no lo sabe.
Dicha revelación comenzó a tomar forma en el
primer toro de la corrida, cuando se abrió de capa Diego y ofreció un recital
de toreo a la verónica, lánguido y hondo a la vez, prendiendo en los vuelos del
percal al toro «Jubilado», de
Victoriano del Río y se fue con él hasta los medios con un frondoso ramillete
de lances –cuántos fueron, ¿diez?, ¿doce?- que remató con dos medias sobre la
cadera. Fue la espoleta que nos hizo presagiar una traca de toreo sin
precedentes en esta Plaza. A este proemio tan estimulante siguió un quite por
el mismo palo –a la verónica- aún de superior categoría. El toro se mostró
bravo y codicioso en el primer tercio, desmontando al picador Manuel Burgos y
buscando carne entre los refajos de guata que cubren las partes blandas de la
cabalgadura. Pasó al tercio final engallado y encastado, pidiendo toreros. Y
allí estaba Urdiales, para ofrecer las pautas de una obra por improvisar… si
las condiciones de un ser irracional lo permitieran. Mas no fue así. Apenas dos
tandas prometedoras, bien encajadas, dieron paso a una “espantá” sorprendente del cornúpeta. “Ni uno más”, pareció decirle al torero. Y se fue a las tablas,
proclamando su cobardía. A pesar de tan descarado desaire, Diego fue
describiendo algunos apuntes de una prosa sencilla y bella, antes de tumbar al
desleal astado de una estocada encunándose. Lo mejor, estaba por llegar.
Y llegó en el cuarto ejemplar bovino de la tarde,
un buen mozo de don Victoriano, por nombre «Caprichoso»,
sardo de pelo, de 550 kilos de peso, con cinco años y casi tres meses de edad.
Tras los primeros coqueteos con la gente de a pie, pudimos ver un monumental
puyazo de Oscar Bernal, en el que toro y piquero se entregaron denodadamente,
por lo que temimos que las facultades del burel llegaran resentidas al tercio
final. Por fortuna, no fue para tanto, y entonces comenzó el verdadero recital;
una sinfonía de toreo curvilíneo, preñado de empaque, en el que un tal Diego
Urdiales vino a dejarnos sus versos más luminosos y cristalinos. No se crea que
«Caprichoso» puso el más mínimo
empeño en colaborar en la creación de la obra; al contrario, embistió a
capricho, sin definir nunca sus acometidas. Tan pronto se desplazaba humillado
como se vencía y buscaba carne fresca al final de los pases. Como si embistiera
con los renglones torcidos, a pesar de lo cual, se consumó el poema, poniendo
por estrambote unos toques de “sevillania
arnedana”, pieza única entre las de su clase. Estocada volcándose y
oreja, con petición de la segunda. Sea como fuere, oreja de ley. Premio para un
consumado artista: Diego Urdiales. Un torero que poetiza cuando torea.
El resto de la corrida fue otro cantar, porque los
toros de Victoriano del Rio no ofrecieron el juego esperado. Bajaron el listón
considerablemente en presentación con respecto a las corridas ya celebradas y
su juego fue, francamente deficiente. Por ello ni Manzanares ni Roca Rey
pudieron consumar el triunfo que persiguieron durante toda la tarde.
José María, con un toro codicioso, jugado en
segundo lugar, que comenzó ofreciendo un viaje largo y acabó buscando al del
chispeante a la salida de las suertes y después con uno escurridillo flojo y
bajo de raza, que embistió bobalicón. Se empeñó en matar recibiendo al primero
y precisó dos encuentros, pero al quinto le metió el acero al volapié. En aquél, le avisaron, pero en ambos le
aplaudieron.
Y Andrés, que tenía la dura tarea de superar su
fantástica actuación de anteayer, se estrelló con un colorado de Toros de
Cortés, que fue de lo más descortés. Se cayó el caballo de picar cuando lo vio
llegar a su encuentro y por poco tenemos otra avería, porque Sergio Molina, el
picador de tanda, se quedó materialmente a merced del toro. Después “Viruta” las
pasó caninas a la salida de un par de banderillas y cuando Roca terminó una
serie de estatuarios, pudo verse cómo el toro se iba poniendo a la defensiva,
soltando la cara en los embroques. Roca Rey, en cambio, atacó con toda la
artillería de su indomable valor, hasta que el de Cortés lo arrolló y por poco
le hiere. En ese momento, la Plaza ardió
de entusiasmo, ante los alardes del peruano, que esta vez pinchó antes de la
estocada y perdió el trofeo.
El sexto, era un toro cubeto, chico y más feo que
Picio. Desentonaba con la corrida y, sobre todo, con esta feria. Roca Rey se
reunió con él en los medios y porfió lo indecible, logrando alguna tanda de
mérito y una estocada letal, cuando ya había recibido un aviso. También se fue
con una ovación.
Plaza “llena”,
esta vez. Ya saben que, en estas circunstancias, la aritmética del conteo solo
se puede emplear con el jefe de taquilla. Lo que sí hay que contar, y destacar,
es un magnífico par de banderillas de Daniel Duarte y, sobre todo, la soberbia
actuación de José Chacón, en la brega y en banderillas. Menuda feria ha echado
este tío. Chapó.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de VICTORIANO DEL RÍO y TOROS
DE CORTÉS (3º), bien presentados, aunque desiguales de hechuras. De
complicado juego, en general, por su movilidad sin entrega. Destacó la bravura
del segundo. Rajado, el primero. El tercero, descompuesto. Noble por el derecho
el cuarto. Sin fuerzas el quinto. El sexto, deslucido.
DIEGO
URDIALES, ovación tras aviso y
oreja con petición de la segunda.
JOSÉ
MARÍA MANZANARES, ovación tras
aviso y ovación.
ROCA
REY, ovación tras aviso y ovación
tras aviso.
Incidencias: Al finalizar el paseíllo, se guardó un
minuto de silencio en memoria de Francisco Brines y sonaron los acordes del
Himno Nacional de España. *** Destacó
el quite de riesgo de JUAN CARLOS TIRADO
al banderillero VIRUTA y la lidia de
JOSÉ CHACÓN en el tercer toro. *** JOSÉ CHACÓN se desmonteró tras parear al sexto.
Plaza de toros de Palacio de Vistalegre
(Madrid). Casi lleno de entrada dentro del aforo permitido. Novena corrida de
feria.
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