De repente, el murmullo. La llamada de quien está
al otro lado de este charco que es el toreo y poco le asombra. Una especie de
boca a boca como los de antes. “He visto a uno que, cuidado”. Claro, que como
no es como antes, quien lo comenta no sabe que también quien lo escucha lo ha
visto. Pero lo mágico asunto es que, uno acá y otro allá, se ha visto lo mismo,
a compas de una esperanza. Y, más inhabitual aún, no se habla de que si el
creador del suceso, es de arte o de valor, de un palo u otro. Porque el runrún
dice que ha visto a un toreo nuevo insistiendo en torear despacio dentro de
unas formas naturalmente encajadas y parando “aquello”. En cómo brincó la gente
de los asientos de repente, mitad sorpresa, mitad incredulidad. Es el inicio de
algo que va muy bien. El inicio se llama Tomás Rufo, el “suceso” de Vistalegre.
No podemos decir que Tomás Rufo fuera un
desconocido después de su Puerta Grande en Las Ventas. Pero, tan despacio, no
era conocido. Hablar con él después de la tarde Vistalegre, es gratificante
porque no escuchar un solo tópico en un novillero que habría de estar abrumado
por el elogio, es buen asunto. “Conseguir torear tan despacio como entreno y
como sueño, es muy difícil.” Vaya. Uno que, además de soñar (todo el mundo
habla de sus sueños) habla de entrenar los sueños. Los sueños se trabajan.
“Claro, porque sin ese trabajo, no se puede torear así. Yo entreno toreando a
una velocidad a la que no puede embestir nunca un toro, muy despacio. Por un
lado, es la mejor forma de corregir los defectos, y luego porque es la única
forma de trasladarlo luego a la plaza, acercarte a la forma de torear que has
entrenado. No es una cuestión mecánica, sino una especie de formación, de
preparación… Luego llegas a torear despacio en la plaza y es como recargar las
pilas para volver a hacerlo entrenando. La ilusión y la felicidad de
conseguirlo, anima mucho, te da fuerzas”.
Decía ese genio que fue Pablo Lozano, que en el
toreo “la violencia genera más violencia”. El trato brusco, el toque excesivo
frente a una embestida dura, multiplica los problemas y cuando el toro es
bueno, aún el trato ha de ser mejor. Sorprendió en este novillero la casi
ausencia de toques, el usar los vuelos sutilmente para enganchar las embestidas
y torear desde una gran naturalidad, Ese uso de los vuelos por debajo de la
pala del pitón que desprecia el toreo de inercias y ralentiza todo: “creo que
torear bien es eso, intentar estar relajado, encajado de forma natural y no
hacer nada que sea forzado. Los novillos eran buenos y bastaba con echarle los
vuelos despacio, esperar a que metieran la cara y torear despacio y por abajo,
pero siempre con el cuerpo encajado, sin exagerar nada”.
‘Yo entreno toreando a una velocidad a la que no puede
embestir nunca un toro, muy despacio. Por un lado, es la mejor forma de
corregir los defectos, y luego porque es la única forma de trasladarlo luego a
la plaza, acercarte a la forma de torear que has entrenado’
Intuición de una forma de torear y entrenar,
trabajo y personalidad. Porque no es usual tampoco esa forma de entrar y salir
de la cara del toro sin gestos o expresiones poco toreras. “Creo que ese es muy
importante, que cuando vayas a la cara del toro y al salir de ella se haga todo
en torero, que se un adelanto de lo que va a pasar, y el salir, una
prolongación de que lo s ha hecho… eso también forma parte de la idea que tengo
del toreo. Esos muletazos que duran tanto, que son tan despacio, tienen que
tener un antes y un después que formen parte de lo que se ha hecho antes. Es la
torería. Y en eso hay intuición natural, pero mucho trabajo”.
¿Cómo anda un joven amueblado para el elogio?
Porque en esta cultura del éxito puntual puede estar el inicio de los
problemas. “No, en mi caso, para nada. Y no lo digo para quedar bien en este
momento. Tengo los pies en el suelo y sólo pienso en mejorar, en ir avanzando,
en trabajar y aprovechar cada oportunidad y profundizar más en una profesión
que se que es un camino largo y duro”. Este toledano de Pepino, cerca de
Talavera, que estuvo un año en una escuela taurina, tres con el Niño de la
Taurina, un breve tiempo con Rafael Garrido y ahora, con los Lozano, habla de
forma sensata, maduro para su edad.
“En esta casa, con la familia Lozano, se aprende
mucho. Estar con los mejores por supuesto que se nota a la hora de torear y de
mejorar mi toreo. Y de entender mejor esta profesión, los pasos a seguir, los
momentos, el interior de esta profesión”. Hay, además, una cuestión que
sorprende. Ha toreado 21 novilladas, cuatro menos de las que se exige para la
alternativa, y no lo parece. “Si, sólo he podido torear 21 novilladas y este
año tres. La situación está así y no he podido tener las mínimas exigidas para
tomar la alternativa, pero vamos paso a paso, porque llegarán y lo que tengo
que hacer es aprovechar todas las que tenga, porque son tiempos difíciles”
‘Sólo he podido torear 21 novilladas y este año tres. La
situación está así y no he podido tener las mínimas exigidas para tomar la
alternativa, pero vamos paso a paso, porque llegarán’
“Miro videos de toreros, claro, de muchas figuras
porque se aprende mucho. Es importante porque se ven muchos matices que
enriquecen tu forma de torear, pero yo no quiero parecerme a nadie. No quiero
que Tomás Rufo recuerde a nadie, sino que aspiro a que me reconozcan por mi propia
forma de torear”.
Mirando el presente de este torero, anotamos que
sí, que está presente en su mundo con sus redes sociales, la comunicación de un
joven de su edad y de su tiempo, pero no hay nada que declare su exposición
excesiva, algo que marca tendencia en estos tiempos. “No se puede estar fuera
del tiempo que uno le toca vivir, pero tampoco es necesario estar todo el
tiempo anunciando, subiendo cosas, mostrando cada cosa que haces…” Y, al
relance de esto, no es usual que, en estos tiempos e inmediatez, alguien, en
una tarde, con una docena de pases, logre que regrese eso que había del “boca a
boca”, la llamada, el comentario, el “he visto a uno que…” Y que esto lo
protagonicen gentes que, como se decía, al principio, están ya al otro lado,
que han visto mucho durante mucho tiempo.
“Algo me han dicho de que profesionales y taurinos
de otras épocas comentan cosas buenas… Eso no sólo es un elogio, sino que me
obliga a no defraudar. Es bonito que se hable de mí, que se comente, que haya
esperanza… porque el toreo vive de las esperanzas ¿no? Y si ahora yo las
provoco, lo que debo de hacer es no defraudar, trabajar, estar preparado, tener
buen ánimo y saber que esto es muy duro, pero lo mas maravilloso que existe”. /
MUNDOTORO
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