JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
@jadir45
Los carteles de las dos principales ferias del mundo, mayo
en Sevilla y San Isidro en Madrid, sumados, han repartido 140 puestos entre
matadores de toros, novilleros y rejoneadores. De los cuales, trece han sido
para hispanoamericanos. Seis a peruanos, seis a mexicanos y uno colombiano
(0.7%). Ningún venezolano ni ecuatoriano, para solo citar países aún con fiesta
viva por acá.
A esa cuota contribuyen: Roca Rey que copa cuatro plazas por
sí solo. Seguido de Luis David con tres, Joaquín Galdós con dos y con una cada
uno: Joselito Adame, Ritter, El Galo y San Román.
¿Mucho, poco? ¿Falta, sobra? ¿Justo, injusto? Cada quien
tendrá su opinión. Para las empresas, que se juegan el dinero, esto fue lo que
convino contratar. Quien apuesta elige y asume los resultados. La taquilla
juzga, es el show business.
Pero también es propio de aficionados cuestionar e imaginar
carteles. Un derecho, siempre lo ha sido. Y hoy, más allá de gustos,
regionalismos o tejemanejes de apoderados, para quienes en América vivimos la
fiesta al filo de la desaparición, el concurso de nuestros toreros en esa
exposición global, pasa por ser una necesidad existencial.
El efecto promotor de tal presencia, se ha demostrado
históricamente. La movilización de públicos en sus respectivos países que
produjeron otrora los triunfos madrileños y sevillanos, no solo de fenómenos
como Gaona, Armillita, César Girón, César Rincón… sino de otros muchos de menos
registro, es insoslayable. (Ver el Perú de Roca Rey ahora).
Las aficiones de Colombia, Ecuador y Venezuela, que se baten
a brazo partido contra fuerzas aniquiladoras, resienten su exclusión de los
escenarios máximos; abandono de los aliados, punto para los enemigos,
desencanto...
Entre los 140 nichos del vasto escaparate hubiesen cabido
toreros representativos de dichos países, como Bolívar, Colombo, Albán,
Ramsés..., justificando más el título de “Feria Mundial”, que San Isidro en
particular, con sus 34 carteles pavonea. Y de paso, alentado tres frentes de
urgente atención para la sobrevivencia de la tauromaquia.
Pero, en fin, desde allá, quizá esto parezca un asunto sin
importancia.
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