JORGE ARTURO DÍAZ
REYES
@jadir45
La vida es cruel. Nacemos, carecemos, enfermamos, padecemos,
perdemos a los seres queridos, asistimos al horror cotidiano desde los
noticieros, los documentales naturalistas nos recuerdan sin descanso lo
despiadado de la lucha por la sobrevivencia, morimos todos.
Las misericordiosas prédicas de los profetas, han sido
bordadas en banderas de guerra. Las nobles causas de la libertad, la equidad,
la paz, la ecología, envilecidas como pretextos de violencia… “Historia
universal de la infamia” tituló Borges a su colección de ocho cuentos
realistas, aludiendo la biografía de la humanidad.
La crueldad no es una invención de la literatura, del arte,
ni mucho menos de la tauromaquia, que son apenas alegorías del mundo, que se
miran en él, que lo interrogan. Las bibliotecas, los museos, los teatros, los
monumentos rebosan de testimonios. Negarlo es hipócrita, justificarlo con
eufemismos y sofismas, perverso.
Por ejemplo, entre los muchos “animalistas” que celebran
alborozadamente las muertes de toreros en el ruedo, injuriando cadáveres y
dolientes, una joven política del ámbito municipal español, ha recibido multa
pequeña y regañito escrito, porque: "no mostraba mínima compasión, sino que
manifestaba un sentimiento de alegría o alivio por la muerte de quien tachaba,
sin ambages, de asesino”. Conminación tan exótica, que hasta ocupó
titulares.
Mientras otra colega suya, de mayor calado, que anda en
campaña electoral para continuarse como alcaldesa de Madrid; hace una mediática
mueca de amplitud cultural, contraria a la que muestra en el cargo, y dice
melifluamente: “La crueldad hacia los animales no es buena, pero hay que pensar que
existe una cultura y hay que ser tolerantes”.
No agrede verbalmente a uno, sino a todos en todas partes,
los que simula “tolerar”. Prejuzgándonos, “crueles”, “no buenos” (malos) desde
lo alto de su abrogada superioridad moral.
No señora. Ni culpa ni perdón. Nuestro culto no es así, es
piadoso. Simboliza lo inexorablemente trágico de la existencia, y propone
asumirlo con ética y estética sinceras, con valor y respeto por la naturaleza,
reconociéndole al animal sacralizado que la representa, identidad, dignidad,
oportunidad, reverencia ceremonial e igualdad.
Lo prueban los toreros heridos y muertos por toros en el
rito, hacia los cuales ustedes “los buenos” muestran tan poca bondad. Dese una
pasada por alguno de los mataderos que surten su mesa y compare.
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