En las corridas del domingo de
Pascua coinciden tres ganaderías de sangre Domecq. La de Madrid, del hierro de
Salvador Domecq, es ganadería troncal del encaste. Lo es también la de Arles,
de Jandilla. La de Victoriano del Río, que inaugura curso en Sevilla, es de las
más ricas dentro de las derivadas. Con los toros de Arles, llenos de
alicientes, se abre en Francia la temporada mayor.
BARQUERITO
Redacción APLAUSOS
En vísperas del domingo de Pascua, el viaje de Arles a
Sevilla es de auténtico aliento. Se mide y cuenta por horas de camino, no menos
de catorce de promedio y la noche en vela. Mil quinientos kilómetros de
carretera. El mismo tiempo y la misma distancia que separa Algeciras de Vic Fezensac,
que fue para Francisco Ruiz Miguel ruta fija de primavera entre 1973 y 1989.
Los toros de Vic en Pentecostés. Tremendos.
Últimamente, El Juli y Roca Rey, y sus cuadrillas, han hecho
el viaje de Arles, no el de Algeciras, al menos un par de veces. Se suele pagar
el cansancio. A la prueba de fondo que lleva del Ródano al Guadalquivir se
somete este año Manzanares: la corrida de Garcigrande el sábado en el
Anfiteatro de Arles, circo ancestral, y la de Victoriano del Río el domingo en
la Maestranza, la primera plaza de toros moderna tenida por tal.
Lo moderno es lo antiguo, o sea, lo clásico, en cosas de
Tauromaquia. Por ejemplo, el capote de Morante, que desplegó en Castellón en
largas de salida a una mano y asido de la otra a la barrera. Lances no atendidos
ni apreciados del todo: no por el toro de turno, un garcigrande abanto y
corretón, ni por el público, que no se percató de la intención del invento tan
novedoso y tan arcaico a la vez. El ensayo, solo un apunte frustrado, fue un
aviso. Habrá más.
A la
prueba de fondo que lleva del Ródano al Guadalquivir se somete este año
Manzanares: la corrida de Garcigrande el sábado en el Anfiteatro de Arles,
circo ancestral, y la de Victoriano del Río el domingo en la Maestranza, la
primera plaza de toros moderna tenida por tal
En el caso de Manzanares, el guión de Arles y Sevilla es
relativamente parecido, porque las dos ganaderías -Garcigrande y Victoriano del
Río- están unidas por un parentesco más o menos remoto. Una raíz común, que se
remonta a la causa primitiva del encaste Domecq antes de desdoblarse y
multiplicarse. En Arles, en Sevilla y en Madrid van a lidiarse el domingo que
viene tres corridas de esa sangre. Una de Jandilla en el Anfiteatro solo un día
después de la de Garcigrande. La de las Ventas será del hierro de Toros de El
Torero, que en el reparto del legado de Salvador Domecq correspondió a su hija
Lola.
La conversación de Manolo Serván, el mayoral de Lola Domecq,
con Antonio Girol publicada la pasada semana en Aplausos es de lectura
obligada. Una delicia. Los mayorales aprenden desde vaqueros la ley del punto
en boca tan propia del campo bravo. Parece que criar toros bravos sea un
secreto de familia. Y no deja de serlo. Como las recetas de altísima cocina.
Sin romper la regla del secreto, el mayoral Serván cuenta
con graciosa sencillez cosas bien sabrosas: el valor de la tienta en su
ganadería -de ocho a diez viajes al caballo de punta a punta-, la selección de
crianza y reservas de sementales con criterios propios de enología, el criterio
para el relevo de madres, la curiosa ley de la cruza evitando la sobrecarga de
temperamento, la infalibilidad de las hechuras no sin sus excepciones a la
regla y la inexcusable paciencia del ganadero riguroso, que en el caso de Lola
Domecq se traduce en su costumbre de lidiar mucho de erales.
Juan
Pedro Domecq se jactaba de que la clave de su ganadería fuera un semental de su
tío Salvador de la reata de los Artilleros
Nunca se ha ocultado que en casa de Salvador Domecq se
estuvo guardando o preservando durante décadas una reserva y un filón de
bravura que tenían carácter de correctivo y refresco para los criadores de
encaste Domecq precisados de ambas cosas. Juan Pedro Domecq Solís se jactaba de
que la clave de su ganadería fuera un semental de su tío Salvador de la reata
de los Artilleros. Sería laberíntico, si no misión imposible, ponerse a trazar
en los libros de Jandilla, Zalduendo, Algarra, Garcigrande o Victoriano del
Río, o en los de Núñez del Cuvillo o Fuente Ymbro, el recorrido y el hilván que
lleve hasta el puro manantial mismo. Un viaje a las fuentes del Nilo.
A distancia se podrá medir lo que den de sí las tres
corridas que honran el arranque mayor del año taurino. En Valencia y Castellón
han saltado toros de categoría dentro del ideal e ideario Domecq. Se llevó en
Fallas la palma un Horroroso de Jandilla para el que se pidió el indulto. Toro
de ritmo incansable, temple y regularidad sobresalientes. Le dieron la vuelta
al ruedo a un Damasco de Fuente Ymbro que, por corto de manos y un punto
aleonado, y por codicioso también, parecía emparentado con el juampedro
original de los años 50 y 60.
“Nunca
se ha ocultado que en casa de Salvador Domecq se estuvo guardando o preservando
durante décadas una reserva y un filón de bravura que tenían carácter de
correctivo y refresco para los criadores de encaste Domecq precisados de ambas
cosas”.
Bravo sin mácula fue el tercero de los garcigrandes de
Castellón, que permitió a Perera torear con los vuelos, y a ellos venía
humillado el toro, y repetía. En el cuarteto de honor de los Domecq de Levante
conviene incluir al bravo toro de Olga Jiménez que hirió a Ponce. El hierro de
Olga Jiménez -uno de los tres de la familia Matilla- es el único que ha doblado
en Valencia y Castellón, pero solo para jugar entre una plaza y otra seis
toros.
La fiebre y los sofocos por denegarse el indulto tan
reclamado de Valencia habrán remitido. En los corrales de la vecina Gimeaux,
donde se desembarcan y sortean las corridas de Arles, se descubrió el pasado
domingo una placa en recuerdo del toro Lastimoso, el sexto de la corrida de
Jandilla del domingo de Pascua de 2018, que fue indultado con todos los
honores. Una bravura excepcional. Los remozados y funcionales corrales de
Gimeaux, a cuarto de hora de Arles cruzando el Ródano, fueron la última
aportación relevante de Luc Jalabert al mundo del toro.
El Lastimoso del azulejo de Gimeaux fue de motor
engrasadísimo, muy singular. Una combatividad inolvidable. Iba y venía, volvía
a ir y venir, el surco, planeando sin freno. Un toro de bandera. Confirmando la
idea de la excepción a la regla expuesta por el mayoral Manolo Serván, fue el
de hechuras más discutibles dentro de una dispar corrida de Jandilla. Como
Jandilla es una selva frondosa, no cabría discutir si estaba o no en tipo.
Cuando un toro embiste de esa manera, no hay tipo que valga.
La puesta de largo de la temporada, como si fuera una
apertura de curso académico, se completa en Arles en los fastos de Pascua con
ingredientes muy originales. No solo por la reaparición de Chamaco, que tiene
algo de rescate del túnel del tiempo pero que se atiene a un capricho personal
del Juan Bautista empresario. Chamaco tuvo en Arles más cartel y tirón que
nadie. Ni Jesulín, ni Finito, ni Manolo Caballero, que fueron sus pares de época
y sembraron en Francia pasión por las novilladas. También es original la
apuesta de abrir hueco a Álvaro Lorenzo en uno de esos carteles llamados en
Francia de “tres generaciones” porque el hueco es el de tercero de un cartel
que, con Manzanares de perpetuo segundo, abre Morante como sustituto de Ponce.
En la creatividad de los carteles de Arles, muy celebrados
por críticos y revisteros del país, cuenta no poco el mano a mano del lunes de
Pascua. Dos toreros del país, tan distintos como Thomas Joubert y Andy Younes,
y la salsa de toros de tres hierros diferentes, Torrestrella, El Tajo-La Reina
y Pedraza de Yeltes, cuyo entronque Domecq es tan remoto que resulta
sencillamente inescrutable. Joubert, gravísimamente herido el pasado septiembre
en Bayona, reaparece en una cita que no será sencilla pero contará con el apoyo
incondicional de la gente. Es torero muy querido en su Arles natal. En manos de
Younes, muy valeroso, cayó hace un año el laureado Lastimoso.
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