DARÍO JUÁREZ
@dariojuarezc
Diario EL MUNDO de Madrid
La tarde buscaba sentido y pedía a gritos un protagonismo
inmediato que, aún siendo efímero, no dejara indiferente a nadie. Domingo de
Ramos, Victorino y Madrid. Alicientes ponderosos de atractivo para la afición
venteña que acabaron dispersos y evaporados por la -prácticamente- nulidad de
la tarde. Las más de 15.000 personas que ocupaban los tendidos reclamadas por
la historia y el nombre de la A coronada, salían de la plaza ensimismadas de
contrariedad tras vivir un festejo lleno de asperezas y muchas carencias . La
falta de casta, juego y fondo del sexteto cárdeno, hicieron esfumar de
inmediato las previas ganas de toros, a medida que la tarde se iba consumiendo.
El cartel despedía batalla. En él, un guerrero que, sin la necesidad
de recitar el Cantar del Mío Cid, desglosó el toreo en cinco naturales tras
venir de salvarse del hule frente al imposible primero. Naturalmente, Robleño.
Un ramillete de frescura veterana y dosis de ese buen toreo para rescatar una
victorinada con dirección al abismo, pese a la opinión del ganadero al que
ciertos toros le parecieron buenos. "Victorino debió de ver otra corrida
distinta a la que se vio desde abajo y vio el aficionado", comenta
Fernando tras reconocer que el toro de Las Tiesas ha cambiado de un tiempo a
esta parte. La presentación, las hechuras y la morfología de Albaserrada sigue
siendo prominente, pero "echo de menos la humillación que tenía Victorino;
ese toro que hacía surcos con el hocico, tanto para seguir la muleta como para cogerte",
señala.
Tanto es así que su lote resultó antagónico en cuanto a
juego y comportamiento. Como bien dice el de San Fernando de Henares, la
corrida en sí fue muy desigual. "El primero me puso en apuros desde que
salió, y pese a tener la esperanza de que acabara rompiendo, sabía que iba a
continuar desarrollando sentido". Además, reconoce que de haberlo pinchado
se hubiera metido en un buen lío. De otro costal sería la harina que portó el
4º; un animal con el que Robleño se expresó con torería y verticalidad, sobre
todo por naturales. "El toro fue noble pero le faltó casta, bravura y raza
para poder aguantar una faena en la que se le pudiera apretar. Cosa que no fue
así". En cualquier caso, Fernando ayer se fue de Madrid a medio gas. Asegura
que a la tarde le faltaron enteros pese a lo poco que le regaló Verdadero,
donde "hubo momentos de pureza, entrega y belleza, que es con lo que me
quedo", concluye.
Con la bala ya quemada de Victorino y sabiéndose correcto
por su tarde de Ramos, al veterano torero de San Fernando de Henares le quedan
dos compromisos de alto voltaje: José Ecolar y Valdellán, el 28 de mayo y el 11
de junio respectivamente, en la próxima Feria de San Isidro.
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