Es
legítimo que persiga réditos. Para ello, el mejor camino pasa por las plazas de
toros de Sevilla y Madrid.
MADRID.- La
entrada en el negocio taurino español de un magnate mexicano debe ser recibida
con agradecimiento y esperanza. Nuestros empresarios podían haber hecho lo
mismo y no lo han hecho; probablemente, por falta de visión y temor a los
antitaurinos.
Gracias a Baillères, Casas y Cutiño podrán seguir
abordando –y ampliar– unas gestiones empresariales que, sin ese dinero, serían
inviables. El propio Simón Casas lo ha dicho repetidamente. Los aficionados
hacen listas de las Plazas, las ganaderías y los toreros incluidos en la
llamada Fusión. El riesgo de monopolio existe y es siempre malo pero la concentración
empresarial parece inevitable. ¿Dónde estará el límite? En la actitud que
adopten las figuras que no forman parte de este grupo. También temen los
aficionados una Fiesta disminuida, en el toro y en la seriedad: lo que vemos
todos los domingos, por televisión, desde la Plaza de México.
Más allá de las fotos
Además de dinero, un grupo empresarial fuerte
puede aportar a la Fiesta algo que necesita absolutamente: organización sólida,
promoción, defensa jurídica, imagen... Ahora mismo, si el Ministerio de Cultura
desea consensuar algo con el sector taurino, no sabe con quién tratar, más allá
de las fotos con las figuras.
Esa inversión no espera beneficios económicos a
corto plazo. Pero es legítimo que, además de ayudar a la Fiesta, busque
réditos: de imagen y de apertura a algunos mundos. (Igual que sucede en el
fútbol). Para ello, el mejor camino pasa por las Plazas de Sevilla y Madrid. Es
lógico que este proyecto mire a las dos, a medio plazo (cuando venzan los
contratos de sus actuales gestores). Se confirma ahora lo que antes tantos
negaron: el interés mexicano por Sevilla. Eso es lo que estaba detrás del
plante de cinco figuras. Pero equivocaron la estrategia y los plazos.
¿Cuánto tiempo se mantendrá esta inversión? Un
empresario de éxito sabe de sobra hasta cuándo le conviene perder dinero. El
anuncio se ha quedado, por ahora, en los grandes propósitos: faltan todos los
planes concretos. Y ver los resultados. Sigue viva la frase evangélica: «Por
sus frutos los conoceréis». / Andrés Amorós –
Diario ABC de Madrid
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