Entre
sol y nubes, con buena entrada, nueve serios mansos de Rinconsanto, se cargaron
la novillada inaugural de la feria
JORGE ARTURO DÍAZ REYES
Nueve fueron, pues el séptimo lesionado en el
ruedo fue cambiado. Todos menos uno, negros. Todos menos ninguno, bien armados,
algunos mucho, como el séptimo bis que traía un altar de Corpus en la frente.
De líneas armoniosas, y lozanos aspectos. Gustaban de salida. Se dejaron pegar
de los picadores, y hasta persiguieron los banderilleros. Pero luego se
detenían, dudaban, se hacían de mármol, y no pocos rajaron del todo a tablas en
un cese unilateral de hostilidades, resistente a toda provocación. Los arrastres
fueron pitados, uno tras otro. Repitiendo el fracaso de hace un año cuando el
hierro de Bolombolo (Antioquia) marcó antigüedad en esta plaza. Trapío tenían,
bravura no. La ausencia de una de las dos premisas invalida la ecuación de la
fiesta.
Una cuarteta internacional les hizo frente. Un
español, un peruano y dos colombianos, (bogotano y paisa). Otra vez, como por
partida doble en Cali, el del Perú marcó mucha diferencia de personalidad,
actitud, empaque y torería con sus alternantes.
Andrés Roca Rey, parece de aquellos toreros que no
necesitan fecha, plaza ni toro especial para gustar. Incluso ni torear mucho.
Tiene ángel, disposición, recursos. Unos más puros que otros, pero todos
eficaces. Lo que no tiene es acierto con el acero. Más de uno le halla
parecidos con la tauromaquia de Castella. En el libreto quizá, y en que han
tenido el mismo maestro (Campuzano). El “alma
mater” imprime carácter. Pero no es un imitador, yerran quienes lo suponen,
pues lo que le da predicamento al inca es precisamente su acento personal.
El sorteo no lo favoreció ni perjudicó más que a
sus colegas, y qué diferente lo vieron sus novillos y el público. De rodillas y
afarolado recibió al cuarto haciéndole tragar-tragar chicuelinas, revolera, y
luego a regañadientes, ayudados por alto, derechas, pechos y naturales
obligados. Echando pinta, planta y aguante. Muy por encima del cornudo. Pueblo
y banda con él. Metido en terrenos imprudentes, voló como un guiñapo, mas
indemne. Era triunfo con manso (más válido), y puso la espada en guardia. Le
pidieron la oreja durísimo. Pero Usía se portó como un hombre. La vuelta fue
clamorosa, eso sí.
Con el octavo ya de noche, alarde similar y remate
peor. Otro sablazo asomado, solfa de crucetazos, tres avisos y toro vivo a los
corrales. Ni por esas perdió el calor de sus fieles que lo despidieron con
aplausos consoladores. Si quiere graduarse tendrá que aprobar la asignatura
principal: Suerte suprema, pues el título al que aspira es del de “Matador de toros” ¿No?
Borja Jiménez, más vehemente que hilvanado, saludó
en el primer turno sellando con espadazo tendido, y fue silenciado por su
estéril porfía y terca pinchadera con el quinto.
Andrés Manrique, quien llegó último a completar
cuarteta, oyó aviso tras cada sosa e improductiva brega. Dando mala muerte a
sus dos bolomboleños.
El antioqueño Santiago Sánchez Mejía, deambuló sin
norte, ausente, distante, precavido a buen recaudo de sus erizados renuentes.
El tercero se le fue vivo. El séptimo bis, no porque a paso de banderillas le
infirió un imperdonable fierrazo
chalequero.
Lo de la tarde fue Roca Rey. Si matara, estaríamos
hablando quien sabe qué cosas de él, dada la ola que ha levantado con las telas
entre Manizales y Cali. Hasta ahora no lo ha hecho (matar) ¿Lo hará? ¿Cúando?
FICHA DEL FESTEJO
Lunes 5, enero 2015. Plaza Monumental. 1ª de
feria. Sol y nubes. Tres cuartos de entrada
Nueve utreros de Rincón Santo (Domecq), bien
presentados, bien armados y mansos, pitados todos en el arrastre.
Borja
Jimenez, saludo y silencio.
Santiago
Sánchez Mejía, silencio tras tres
avisos y silencio.
Andrés
Manrique, silencio tras aviso y
silencio tras aviso.
Andrés
Roca Rey, vuelta tras fuerte
petición de oreja y palmas tras tres avisos.
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