Kike
Rosales
Cuando al gran crítico taurino Gregorio Corrochano
le preguntaron ¿Qué es torear? , La respuesta fue contundente, “pensé que lo
sabia Joselito y vi como lo mataba un toro”, todo porque el aquella tarde del
16 de mayo de 1920; (en una corrida que no le correspondía) al más inolvidable
de “los gallos”; quien además era su amigo vio como “Bailador” lo mataba de una
cornada.
Cada toro tiene su lidia, eso es un ya un lugar
común, San Cristóbal vio el debut de los Victorinos en América en su plaza de
toros, la relación del toro “artístico” de otros encastes llevaría a los
aficionados a ver los que tienen lidia distinta, el que deja estar a “gusto” al
torero y los Victorino. Salieron al ruedo cinqueños, con peso incluido y fieles
a sus características, “no se pueden lidiar por alto, se devuelven rápidamente
en un palmo de terreno, las faenas son cortas, aprenden rápido y siempre
embisten humillando”, y fieles a su fama de ser considerados una corrida “dura”
salieron apegados a lo que son, una corrida difícil.
El mejicano Joselito Adame contó con los mejores
dos del lote y le cortó una oreja a cada uno; a Vanegas le correspondieron los
que lo metieron en la desconfianza, difíciles y peligrosos, como era la primera
vez que muchos veían a esta ganadería poco comprendieron que estos toros cuando
salen buenos lo son, pero cuando salen malos… no tienen medias tintas y la
nobleza la pueden desarrollar tan igual que el sentido.
Cuando el venezolano sintió que no había faena
ante sus primeros toros de esta ganadería se fue tras la espada y entonces como
lo escribe Blasco Ibáñez en sangre y arena “rugía la fiera: la verdadera, la
única” el público lanzó una descomunal bronca.
Descubrimos lo difícil que es lidiar los
Victorinos y ante la pregunta de quién puede con ellos, cabe parafrasear a Corrochano:
“pensé que lo sabia el español Alberto Aguilar, y en San Cristóbal vi como lo
llevaban a la enfermería…”
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