Extraordinario ejemplar de La Cruz de Hierro indultado con meritos
suficientes
Por la Puerta Grande Javier Castaño tras lograr importante actuación ante «Viudo Alegre» de La Cruz de Hierro. |
Encierro de las vacadas
nacionales Los Aranguez y La Cruz de Hierro, la cual ofreció variedad de
opciones para el lucimiento. *** El debutante diestro salmantino Castaño bañaría
de gloria su paso por esta plaza, tras conjuntar entrega y nobleza para lograr
el indulto del bravo astado, segundo de su lote. *** El merideño Rivera
cortaría una oreja, mientras que Guillén dejaría destellos a destacar. *** Al
sobrero de regalo, el sevillano Fernández cortaría la última oreja de feria.
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos: José León
Tarde de toros de matices de interés, que a pesar de su largo
metraje, no perdió intensidad en el curso de su desarrollo. Repito, cuando el
toro se hace imponer en la plaza, con trapío y juego en los engaños, los
toreros, por muy mal que se encuentre, lucen mucho mejor de lo que aparenta.
Puede ser que sí, o puede ser que no, pero ayer, la afición taurina merideña se
ha dado el placer de ver en la arena una corrida de toros que no perdió interés
alguno, a pesar de lo larga de la función.
Astados de dos ganaderías de importancia meridiana en el
país. Los Aranguez y La Cruz de Hierro, correspondieron devolver el orden
lógico lo que implica el toro bravo ante el compromiso del trapío y juego en
una plaza que se dice ser de primera categoría en el papel, pero que a veces,
quienes son responsables de ello, entiéndase autoridades o empresarios,
desdicen de ello.
Poco más de un tercio de plaza, quienes respaldaron con su
presencia, un cartel al que muchos le hacían “asco”. Y vaya por donde “salta la
liebre” al ser testigos de una actuación importante de cuatro espadas que sacaron
a relucir lo mejor de sí, para tomar partido a una corrida de notable juego.
Abrió plaza el diestro debutante salmantino Javier Castaño,
coleta precedido de un cartel avalado por lidiar lo que en España se les llama
“ganaderías duras”. Y solvencia fue la que demostraría ante el bello de estampa
ejemplar de Los Aranguez que rompió plaza, animal de corto viaje, que se fue
apagando en la poderosa muleta del mencionado coleta. El espadazo entero,
ligeramente tendido y el certero descabello, casi telegrafiado, que recetó,
dejo su labor en silencio de respeto por parte de los presentes.
Otro matiz fue lo que demostró desde su alegre salida de
toriles su segundo del lote, de La Cruz
de Hierro, que llevó por nombre «Viudo Alegre», en el tipo Saltillo de esta divisa,
rematando con bravura en los burladeros para en el capote recrearse Castaño en
saludo por verónicas, suaves y templadas. Buen puyazo de “El Llanerito”,
midiendo el castigo en el puyazo, con la que se empleó el toro, recargando
debajo del peto. Los buenos pares de Salvador Moreno y Enzo Antequera, dieron
pie a que Castaño dispusiera ya de un plan de faena que se caracterizaría por
“sobar” las nobles y codiciosas embestidas el ejemplar, templándole a media
altura, sacando partido al gran fondo y recorrido que el toro vendría a
desarrollar tanto por la diestra como por la zocata.
El momento de mayor impacto de su labor, el toreo en redondo
que rodillas en tierra se dispenso Castaño entre las rayas de picar, en el
tercio de matadores en el prologo de su faena, donde literalmente metió en
vereda una actuación pulcra de principio a fin. Con el toro visto, y una plaza unánimemente
entregada en la faena, la petición de indulto no se hizo esperar, dejando ver
Castaño en ceñidísimas bernardinas la bravura del toro, a tal punto que sobre
los cien muletazos se extendió el metraje de dicha labor, de aquellas que se
guardan en la memoria para la posteridad. Al final, toro y torero hallaron el
camino de la gloria. Uno regresando a la dehesa, el otro, ganándose la admiración
y el respeto de una afición que ha conquistado a primeras.
El merideño Leonardo Rivera, ha dejado constancia que aún le
queda “tela donde cortar” en su ambición y ganas de triunfo. Sereno, relajado,
como sí de esta tarde no dependiera gran parte de su futuro como torero, salió
al ruedo a juzgársela ante un noble, flojo, pero agradecido ejemplar de La Cruz
de Hierro, el cual por momentos le endilgó pases de gran factura, en especial
por la mano izquierda, donde se recreó en series hondas, profundas, de gran
empaque, aprovechando al ralentí la embestida del astado. Todo esto valdría
para que los presentes reconocieran su esfuerzo, que tras dejar un espadazo
caído, pero de efectos fulminantes, rodara “sin puntilla” el burel en los bajos
del palco medico, y con ello se le solicitara con fuerza la oreja que jubiloso
paseó por el redondel emeritense, el mismo que ha sido testigo de sus grandes
éxitos como torero.
Oreja para Leonardo Rivera, ayer en el cierre de feria. |
Ante el sexto de la jornada, lo intentó el diestro
emeritense, pero otro era el talante en la embestida del pupilo de Los
Aranguez, el cual fue desarrollando corto recorrido y malas ideas, con el
transcurrir de su lidia. Tras dos pinchazos, sin soltar, y un bajonazo, se le
silencio, momento que dio pie a que tras la muerte del toro, el conocido banderillero
merideño Enrique Dávila se cortara la coleta, en emotivo acto al cobijo de la
cuadrilla de banderilleros y picadores que le acompañaron en la que ha sido su
ultima tarde vestido de torero. La vuelta al ruedo resumía la satisfacción por más
de 25 años dedicados como torero.
Una gran actuación también podemos señalar del debutante en
esta plaza diestro sevillano Esaú Fernández, quien con el primero de su lote,
de Don Orlando Echenagucia, literalmente se ha engolosinado de toreo lento y encajado,
sacando partido de la enorme bondad, nobleza, pero escasas fuerzas del animal.
Lo hizo en largo trasteo muleteril, labor preñada de torería, parsimonia,
entrega, deseos de triunfo. A tal punto llegaría su trasteo que en dos
ocasiones resultaría desarmado de muleta, tras dejarse pisar el engaño de un
toro, que a pesar de su poco transmisión de emoción al tendido, el resto lo
hizo el torero. La estocada trasera y tendida, además de la larga agonía del
toro, amorcillado en tablas, y del fallo con la puntilla ante este toro del veterano
Eliecer Paredes, dio pie a leves palmas tras dejar enfriar una labor intensa no
del todo reconocida.
En el que cerró plaza, el sevillano Esaú Fernández, “toco pelo”. |
Con el toro de Los Aranguez se las vio difícil el torero,
pechando ante el más complicado de la función, siempre quedándose corto en el
viaje, desparramando la vista, midiendo al torero las zapatillas, lo que no
dejaría estar a gusto el espigado torero hispalense.
Tras la estocada trasera y el golpe con el descabello, solicitaría
el sobrero de regalo, que no estaba en la plantilla de titulares que había
enlotado por la mañana los toreros, pues de de Los Ramírez el serio «Arenero» vino
a colocar en zozobra los presentes en el callejón a su salida, pues tomaría
vuelo para saltar al mismo, sin nada que lamentar a pesar de encontrarse atestado
de personas que poco o nada tiene que hacer en dicho espacio. Tras cumplido los
tercios previos, donde escasamente se emplearía, en la muleta de Esaú hubo la
firmeza y el temple para sacar provecho de la pequeña rendija de nobleza que
atesoraba el astado, animal que sobre la mano diestra se dejó instrumentar par
de series de gran merito a tal punto de meter en foco de atención los
presentes. El certero espadazo que recetaría, dejaría sentenciado su labor para
que se le concediera con meritos suficientes una oreja.
Cerraba cartel el merideño Jonnatan Guillén, el cual así
mismo muchos le tenía reticencias a su presencia en este cartel. Y para
sorpresa ha estado mejor de lo que se pensaba, en especial ante el primero del
lote suyo de los Echenagucia, demostrando disposición, corriendo los brazos con
autoridad y mando, frente al noblote y flojo astado que correspondió en suerte.
Estuvo a la altura del compromiso a tal punto que si no llega a fallar con los
aceros de seguro “toca pelo”. Tras dejar un espadazo entero, ligeramente
trasero y dos descabellos, se le silenció.
Buena tarde a pesar de no cortar apéndice auricular, a cargo del merideño Jonnatan Guillén. |
Más complicado lo tuvo frente al de Los Aranguez, animal que
le exigiría el carnet del rodaje que no ha podido tener este joven espada,
quien para ser sinceros ha estado muy superior a lo que muchos pudieron haber
pensado, en especial frente a este morlaco, falto de recorrido, siempre
defendiéndose y a la postre quedándose parado en razón de corto recorrido. Tras
dos pinchazos, una entera perpendicular contraria y tres descabello, se dio por
su cuenta la vuelta al ruedo, premio que esperemos no haga desmayar en
intención a este diestro en buscarse las oportunidades que le han sido
esquivas.
Culmina así una feria que deja muchos detalles a reflexión…
de las que hay que sentarse seriamente a discutir, pues se está en riesgo ya no
de desvirtuar la importancia y trascendencia de una plaza, incluso el presente
y futuro de un espectáculo el cual han querido –no sabemos bajo qué interés o
intenciones- desacreditar en fondo y concepto. Queda a las autoridades
políticas municipales desde hoy mismo, sin engaño alguno, colocar coto a esta
situación. La solución fácil y sencilla: una poda profunda a los vicios que la
aquejan.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Mérida. Martes 17 de febrero de 2015. VI corrida de
feria.
Con poco más de un tercio de plaza en tarde soleada y ventosa durante
la lidia de los tres primeros toros, se lidiaron cuatro toros de Los Aranguez
(1º), (6º), (7º) y (8º), La Cruz de Hierro (2º), (3º), (4º) y (5º), además de
un toro de regalo (9º) del hierro Los Ramírez; los de Don Alberto Ramírez, bien
presentados, nobles en distintos grados, que en su conjunto se vinieron a menos
en la muleta; los de Don Orlando Echenagucia, bien presentados, en el tipo de
la casa, con nobleza y recorrido pero con el denominador de la escasas fuerzas,
sin maldad alguna, destacando el corrido en (5º) lugar de nombre «Viudo Alegre»
Nº 579 de 450 kilos, el cual merecidamente indultado. El sobrero de regalo, mansurrón,
que se dejó hasta que se rajó.
Pesos: 458, 492, 482, 490, 450, 469, 453, 449 y 508 kilos.
Javier Castaño: silencio y dos orejas simbólicas.
Leonardo Rivera: oreja y silencio.
Esaú Fernández: palmas, silencio y oreja en el sobrero de regalo.
Jonnatan Guillén: silencio y vuelta al ruedo.
Incidencias: Destacaron en la vara William Hidalgo “El Llanerito”, en
banderillas Salvador Moreno y en la brega Mauro David Pereira. *** Tras la
lidia del (6º) el subalterno merideño Enrique Dávila se cortaría la coleta.
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