JORGE ARTURO DÍAZ REYES
No conozco los jurados del trofeo Señor de los
Cristales. Ni quiero conocerlos. No firman. No dan la cara. Serán seguramente
“notables” aficionados, periodistas quizás, taurineros vocacionales, o todas
las anteriores. Me importa un pito qué sean.
Pero lo que vienen haciendo los últimos años con
la asignación del premio, que lleva el nombre de Jesucristo, y el emblema de la
ciudad es blasfemo, ignominioso e insultante.
En esta edición 2014 se lo han asestado a Diego
Ventura, el rejoneador, de los dos, que anduvo más “cumplidor”. Pero es
evidente que lo han hecho, más que para lambonear al portugués, para ignorar a
todos los demás matadores a pie y negárselo a su real ganador (por cuarta vez)
Luis Bolívar. Quien lo mereció con tres grades faenas, una de ellas rematada,
recibiendo, con la mejor estocada del ciclo.
El desacreditado galardón que manejan estos
ocultos personajes como su real gana les dicta, cambiando cada año las
condiciones del juego a conveniencia, lo han otorgado por mucho tiempo,
indistintamente a la mejor faena y la mejor actuación de conjunto en la feria.
Según les nazca
Casi siempre a matadores de a pie, la versión
clásica, la de Ronda, la de la tauromaquia que no enfrenta toros desmochados, y
que los mata cara a cara en condiciones de igualdad, uno contra uno. Para las
otras categorías, también validas; novilleros, picadores, banderilleros y por
supuesto rejoneadores, hay otros premios especiales.
Pero desde hace dos años cuando se lo endilgaron a
Pablo Hermoso (para que volviera), usan el criterio de meterlos a todos en el
mismo sombrero y seleccionar a gusto. Un exabrupto inmenso que desnuda la
ignorancia del jurado, su maniobrerismo y desvergüenza. Cada triunfador debería
ser premiado en su categoría. Lo contrario es como dar el balón de oro de la
FIFA a un basquetbolista.
Esta inventada revoltura de peras con manzanas, en
la que se basa la decisión absurda, no le agrega un ápice de gloría al
extraordinario jinete, a quien, si necesitaban, le podrían haber asignado uno
con la debida aclaración “mejor rejoneador”, pero sí ofende al espada despojado
y a los otros ninguneados.
Según van las cosas, llegará el momento que ganar
el Señor de los Cristales será peor que no ganarlo. Como decía “El Gallo”
refiriéndose a las orejas regaladas en una gran ciudad española (todavía), donde
han prohibido la fiesta.
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