JORGE ARTURO DÍAZ REYES
No conozco los jurados del trofeo Señor de los
Cristales. Ni quiero conocerlos. No firman. No dan la cara. Serán seguramente
“notables” aficionados, periodistas quizás, taurineros vocacionales, o todas
las anteriores. Me importa un pito qué sean.
Pero lo que vienen haciendo los últimos años con
la asignación del premio, que lleva el nombre de Jesucristo, y el emblema de la
ciudad es blasfemo, ignominioso e insultante.