miércoles, 5 de febrero de 2014

RUEDO: Algunas historias (I)

HERIBERTO MURRIETA

Hace unas horas cumplí 29 años en la crónica taurina. El 3 de febrero de 1985 debuté en una transmisión de la XEW desde la Plaza México, narrando únicamente el tercio de banderillas. Mis tres compañeros de esa tarde ya fallecieron: Addiel Bolio, Julio Victoria y Juan José Guerra. Fue gracias a la generosidad de Julio que el casete con mi narración de prueba había llegado a las manos del ingeniero Alejandro Bolio, también desaparecido, quien dio su visto bueno para incorporarme a las transmisiones. Siempre le estaré agradecido a Julio.

Recuerdo que la emoción y el nerviosismo me invadieron pero salí adelante, disfrutando la gran oportunidad. En este aniversario, quisiera salirme un poco del rutinario análisis de la actualidad taurina y compartir con ustedes en esta y las próximas entregas algunas historias, reflexiones y anécdotas que me han ocurrido a lo largo de estos años dentro del apasionante mundo de los toros.

La llamada de José Tomás

Una tarde de 2008, circulaba por Río Mixcoac, casi al llegar al cruce con avenida Universidad, cuando sonó mi celular. Era José Tomás. No es cualquier cosa recibir una llamada de la máxima figura del toreo, que además es un hombre parco, extremadamente discreto, de pocas palabras. "Beto, soy José Tomás", saludó con una voz dulce que contrasta con la reciedumbre de sus valientes faenas. El motivo de su llamada era saber si la transmisión de la corrida del domingo anterior en la Plaza México, donde él había actuado, se iba a repetir el siguiente sábado a través de Unicable. Y es que había visto los preventivos de la repetición. Me explicó que el acuerdo consistía en que el festejo se transmitiera una sola vez, en vivo. Le ofrecí preguntar en las oficinas de la televisora y devolverle la llamada. Al poco rato me comuniqué con José y le aclaré que la corrida no se repetiría el sábado siguiente. Se quedó tranquilo. De inmediato vinieron a mi mente los primeros contactos que tuve con Tomás y recordé  aquella vez que pasé por él en mi coche al hotel Sevilla Palace para ir juntos a una tertulia en el Mesón Taurino de avenida Revolución. También venían con nosotros Santiago López y Joaquín Ramos. Su trato era (y creo que sigue siendo) sencillo, encantador, profundamente humano.

No he vuelto a hablar con José Tomás. Pero conocidos mutuos me platican de las frecuentes visitas a distintas ganaderías mexicanas que realiza bajo una discreción absoluta. A mí, su estrategia me parece muy interesante. Y atinada. No se deja ver, no da entrevistas, despierta el interés a través del misterio, por consiguiente se da a desear y prepara sus pocas apariciones en los ruedos, que son verdaderos acontecimientos, con una gran categoría. Lo bauticé como "El Príncipe de Galapagar" pero he dejado de llamarlo así porque llamar príncipe a un monarca es rebajarlo. Mito y leyenda, grandeza y categoría, todo ello es José Tomás.       

¿A dónde me mandó El Pana?

Hace exactamente cuatro años, cuando empecé la planeación de un festival en la Plaza Arroyo para celebrar mis 25 años de cronista taurino (me prometo a mí mismo no volver a meterme en ese espantoso berenjenal), de inmediato pensé en El Pana. Me hacía ilusión verlo torear en mi celebración. Después de varios lustros de apoyo incondicional al personaje que me impactó desde la niñez, estaba seguro de que aceptaría participar. Pero El Brujo me mandó directito a la chingada. Me preguntó por los demás integrantes el cartel, entre ellos El Capitán y Guillermo Capetillo, y simplemente no quiso torear. ¿Será cierto aquello de que los toreros, únicamente, de luces y en la plaza?

No le guardo ningún resentimiento, ¡en lo absoluto! De hecho, el matador Antonio Vega me dijo el otro día que leyó en mi columna que lo sigo defendiendo. Me dio pena su más reciente comparecencia en La México, que ahora sí parece que fue su despedida definitiva. Digamos que fue una actuación tristona, aunque verlo hacer el paseíllo ataviado de oro y pegar esos derechazos en los que mete el pico de la muleta y tira de los toros con gran sabor fueron instantes que valieron el boleto.

He escuchado a toreros que se quitan el sombrero y a otros que hablan pestes de él. Pero Rodolfo ha tenido la genialidad de crear un personaje. Si la juventud es divino tesoro, la personalidad es preciado patrimonio de unos cuantos.

Los raros motivos de Páez

Hernán González es un hombre muy inteligente, agudo, ingenioso, con sabiduría de vida. No en balde lo llamamos "el maestro Páez". Cuando empieza a reflexionar en voz alta, no pocas veces he sacado una libreta para anotar lo que dice. Disfruto mucho su compañía y me atrevería a decir que ha sido un importante referente en mi vida. Lo he invitado a colaborar en distintos proyectos y también en las transmisiones de las corridas desde la Plaza México en las que, claro, suavizó el tono de sus comentarios. Y es que no es lo mismo hacer crítica dura en La Jornada que comentar una corrida por televisión. Son espacios de características distintas. La función principal en la televisión es narrar lo que está sucediendo. Aunque sin perder de ninguna manera el sentido crítico, creo que para como anda la Fiesta, lo peor que yo podría hacer es cebarme en ella desde el burladero del callejón.

No me importó que Páez me dijera mis verdades sobre el manejo del programa del Canal Once. Lo que me dolió es que lo hiciera en el periódico. Supongo que somos amigos. Ha estado en mi casa y yo en la suya. Por eso, ingenuamente pensé que podía llamarme por teléfono para hacerme esa crítica y orientarme. No quise responderle en mi columna semanal para no entrar en un absurdo intercambio, cuando es más fácil llamarle a su celular. Lo hice y lo invité a comer. Me decepcionó la razón que me dio para publicar aquel artículo. Que se sintió presionado por un funcionario. Ridículo. Hubiera preferido escuchar que se le dio la gana escribirlo y punto. Eso es lo malo de Páez, que a veces busca razones inverosímiles para escurrir el bulto. Como cuando compró una historia sobre algo que dizque dije de él en Tlaxcala. No me cabe en la cabeza que un hombre tan inteligente sea capaz de dejarse llevar por la mediocridad de los chismecitos. Pero Hernán, de veras no me afecta que me critiques. Por mí, ve a decir misa. Ya te he dicho que voy a seguir absorbiendo tus conocimientos con un ventajismo absoluto.

La invitación al Canal Once

A principios de 2012, Rafael Lugo, entonces director del canal del Politécnico y antiguo compañero en Radio Fórmula, me invitó a comer al restaurante Denominación de Origen de Polanco para saber si tenía interés de incorporarme al programa Toros y Toreros. Me contó que en distintas conversaciones, Julio Téllez le había externado su cansancio después de tantos años en la emisión. Por supuesto que la idea me entusiasmó. Fui seguidor del programa desde niño y había soñado con integrarme a él algún día. Días después, al llegar a una junta en la oficina del director me encontré con Rafael Cué. Lugo me preguntó que si no tenía inconveniente en que Cué también formara parte del relevo. Le respondí que no, toda vez que se trata de un excelente aficionado que sabe ver toros y que tiene una conducta intachable. El director nos explicó que el plan consistía en realizar 13 emisiones junto con Téllez y luego quedarnos con la conducción y manejo general del programa. Queda entonces claro que llegué al Canal Once por invitación y sin poner ningún tipo de condición.

En distintas ocasiones, en el restaurante Puerto Chico, en el Sanborn's de San Antonio y en esta misma columna, le externé a Julio Téllez mi reconocimiento por su labor de tantos años y mi preocupación por no sentirme un intruso. Comprendo perfectamente que no debe ser fácil desprenderse de un programa después de 40 años. Le insistí varias veces que siguiera participando en "Toros y Toreros" con una sección en la que pudiera contar sus múltiples recuerdos. Le he tenido consideración, no puede ser de otra manera. No tengo mala leche. Trato a todos con el máximo respeto y sin ensañarme. Mis narraciones en la televisión me describen. Es Julio quien ha esparcido versiones increíbles y ha tenido expresiones ofensivas contra los actuales conductores del programa, la más reciente ocasión en una comida en casa de Ramón Serrano.

Dos cosas más. El nombre del programa tenía que cambiar porque el anterior estaba totalmente identificado con su fundador y es momento de iniciar una nueva etapa en todos los sentidos. Otra, el horario. Consciente de que el programa del Canal 40 se transmite a la misma hora que el nuestro y que por consiguiente la audiencia se fragmenta, seguiremos buscando la posibilidad de cambiar el horario ante doña Enriqueta Cabrera, la directora del Once, quien nos ha brindado un apoyo extraordinario que agradezco en todo lo que vale.

Rechazo al Twitter

No tengo cuenta de Twitter y abrí una en Facebook con la única intención de nulificar la falsificada que algún inútil abrió bajo mi nombre. Pero estoy totalmente abierto a la crítica argumentada y constructiva. Es verdad que Twitter tiene utilidad para el periodista, pero lamentablemente el nivel de debate en general es pobre y no son infrecuentes los insultos sin ninguna provocación.

Cuando mi querido Joaquín López-Dóriga invita a sus radioescuchas a mandarle un "tuit", afirmando que lo tienen al alcance de su mano, el realismo de la expresión me pone los pelos de punta. Es ponerse totalmente al descubierto, el periodista como carne de cañón. Habemos quienes vamos adelante sin necesidad del elogio o de la crítica.

Me niego rotundamente a regirme por lo que se dice en Twitter. Lo importante es sentirse tranquilo y satisfecho con uno mismo, hacer el trabajo periodístico con profesionalismo y honradez,  prepararse cada día y ser acertado en los comentarios en cada corrida. Lo demás es lo de menos. 

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