Tarde feliz del torero de Moncada en la apertura oficiosa de la temporada. Templado, firme y seguro con dos toros de Montealto, cosecha de tres orejas, impresión excelente.
BARQUERITO
JABONERO, salinero o melocotón, atigrado, rechonchito, bajo de agujas y corto de manos, el tercero de la corrida de Montealto fue el toro de la tarde. Fijo en un puyazo en serio, los riñones metidos. Toro de menos a más. Y la fortuna de dar con un torero templado, puesto, decidido y sereno: Serafín Marín. Las habilidades reconocidas del torero de Moncada con el capote: a la verónica en el saludo, despaciosa madeja, y en un quite por el mismo palo de buen garbo. Capote largo bien volado, casi mecido, toro conducido.
Y una faena risueña, no postiza, de aparente facilidad. Excelente la colocación, seguro el ritmo, sin violentar Serafín el son del toro. Muletazos limpios, ligados. Tapado el toro por sistema. Algo escorada la figura en el toreo al natural. Más putos los muletazos, sin embargo. Brillantísimo el arranque de faena –toreo cambiado de falsa trinchera, trenzas con pases de la firma y el de pecho, mucho garbo. Y brillante el final, con el adorno del pase de la firma para abrir en los medios una tanda de empaque. No es común ver tan firme y seguro a nadie en el comienzo de curso. Un pinchazo precipitado en la suerte contraria y, en seguida, una estocada de la que salió prendido Serafín por la ingle y con la taleguilla desgarrada. Rodó el toro, dos orejas.
Iba a ser la tarde de Serafín. No solo por ese trabajo tan bonito. Tampoco porque el contraste con los compañeros de terna fuera casi abismal. Sino por otras dos cosas: la primera, la fortuna de salir indemne de la cogida al matar al tercero atracándose, y la segunda, la madurez para trajinar con un lustroso sexto de corrida, de muy bellas hechuras, rebrincado hasta casi topar, nervioso y con tendencia a apoyarse en las manos, como hacen los toros topones. Una serenidad notable, un dominio de la situación. Eso fue madurez. Y una estocada excelente por sabia y arriesgada.
Un frío polar para abrir curso. Lo paliaron cañones de aire caliente en la plaza cubierta. Luz eléctrica en cinco toros. Rifaron como siempre un jamón. Una seria corrida cinqueña de Montealto, procedencia El Ventorrillo. No se acopló Víctor Puerto con un primero manejable pero con el defecto de adelantar por las dos manos con acento pegajoso. No llegó a pararse ni propiamente a ponerse Julio Pedro Saavedra, que defendió como pudo su papel de torero del pueblo: no dio con la fórmula de un segundo codicioso pero con ganas de soltarse y lo desbordó el aire brusco del quinto, toro duro de roer. El cuarto fue el toro de peor nota de la corrida: rebotado, se sacudía los engaños, se defendía en medios viajes protestando. Abrevió Víctor Puerto. Nada comprensiva la gente con él.
POST-DATA PARA LOS ÍNTIMOS.- Un frío pelón. Pelón o polar. La ola siberiana. En Siberia se llama ola valdemorillera. Y los osos huyen despavoridos entonces. Un toro, un oso. Seis toros, seis osos. Hasta mañana!. Serafín es buen torero. El padre de Saavedra es un prósper comerciante. Víctor Puerto no está.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Montealto (Agustín Montes). Corrida cinqueña, seria de cara, cuajada. El tercero, bravo en una vara, noble y pastueño, escarbador, premiado con la vuelta al ruedo. Se movieron todos. En medias arrancadas cuarto y sexto; gazapeando el primero, que fue pegajoso. Se rajó un segundo distraído; con la cara arriba, bruscamente el quinto.
Víctor Puerto, de fresa y azabache, silencio y pitos. Julio Pedro Saavedra, de verde botella y oro, silencio y silencio tras un aviso. Serafín Marín, de verde manzana y oro, dos orejas y una oreja. Fue paseado a hombros.
Sábado, 4 de febrero de 2012. Valdemorillo (Madrid). 1ª de feria. 4.000 espectadores. Plaza cubierta, cañones de aire caliente. Gélida tarde.
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