En el marco de la Corrida del CICPC en Táriba
Rafael Orellana con la cara y cruz de la moneda el sábado en Táriba, perdiendo orejas por la espada. Foto: Aníbal García Soteldo |
RUBÉN
DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
La seria presencia de un lote complicado de
astados del hierro de Tierra Blanca, de edad e inmaculado trapío, además de
detalles importantes a cargo de los veteranos coletas andinos César Vanegas y
Rafael Orellana, son grosso modo, los hechos más resaltantes de la tradicional corrida
aniversario del CICPC, la que antes se le llamó la Corrida de la PTJ, este
pasado sábado.
Para tal afectos, en el ruedo del Coliseo
Perla del Torbes de la ciudad de Táriba, con poco más de un cuarto de plaza,
aproximadamente 1700 personas, se lidiaron seis toros del hierro de Don Saúl
Porras & Herederas de Don Sebastián González Regalado, en conjunto bien presentados,
bravos en el caballo, pero a menos en la muleta, destacando del envío el
corrido en cuarto lugar.
Vanegas abrió plaza con un áspero ejemplar en
la que solventó con eficacia y celeridad el robusto torero de Seboruco. Fue
silenciado. Más opciones tuvo con el que hizo cuarto de la función, animal
agradecido a la lidia variada que le recetó por el lado diestro el mencionado
coleta. En capa, banderillas y con la flámula Vanegas se encontró a gusto, por
lo que tras pinchar al primer viaje, le tumbo sin puntilla, para cortar a la
postre, única oreja del festejo.
Orellana pechó en suerte el peor lote de la
tarde. El que hizo segundo fue literalmente un “dije” que se paró tras pelear
con celo en varas. Dos fueron los avisos que escuchó, siendo silenciado. Ante
el quinto, la absoluta entrega y disposición del diestro tovareño, en especial
con la muleta, donde el temple y firmeza de terrenos le hizo levantar las más
cerradas ovaciones de la tarde. Los fallos con el estoque le dejarían con solo
palmas, lo que era de seguro trasteo de premio.
El colombiano Andrés de los Ríos tuvo por
su parte los mejores astados de la jornada. El tercero fue un noble ejemplar
que no del todo fue entendido por el espada manizaleño, para al final saludar
al tercio tras aviso. En el que cerró plaza, la misma tónica se le vio por lo
que con la espada pasó quinario, para escuchar dos avisos y ser silenciado.
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