Lo justo no es atractivo, y para
el cincuentenario de San Sebastián se cometerán muchas injusticias recalcándose
aquello del refranero popular que “ser agradecido, es de bien nacido”.
VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ “EL
VITO”
@vjll
La última vez que se lidiaron toros de la ganadería de Miura
en Venezuela fue en el Nuevo Circo de Caracas, en febrero de 1952. El
empresario fue Andrés Gago, por aquellos días apoderado de Carlos Arruza. Gago
y Arruza, en sociedad, prepararon la temporada de fin de año, y contrató en
España dos corridas de toros españolas: una de la terrorífica divisa sevillana
de Miura y otra de Santa Coloma con el hierro de Felipe Bartolomé, ganadería
recién adquirida por el maestro Arruza en España.
Los toros españoles no pudieron lidiarse en las fechas
anunciadas, tuvieron que ser sometidos a una cuarentena en Curazao por
indicación del Centro Panamericano de la Fiebre Aftosa. Las corridas de la
Temporada Gago se celebraron en enero y en febrero de 1952. Dos españolas,
Miura y Arruza, y una de Guayabita.
El anuncio de los toros de las dehesas de Zahariche y de
Bucaré, provocó gran revuelo. Gago contrató al propio Arruza como matador, la
presentación en Venezuela del mexicano Juan Silveti y la reaparición del ídolo
Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro” en el Nuevo Circo. Este fue cartel para
la corrida de Santa Coloma, y para los toros de Miura se anunciaron el
sevillano Manolo González, el cordobés José María Martorell y el carabobeño
Oscar Martínez, un buen torero de Guacara que había logrado destacarse por sus
éxitos en plazas españolas, y la de Guayabita de ocho toros, fue lidiada el 27
de enero por Arruza, Manolo González, Martorell y Luis Sánchez Olivares
“Diamante Negro”.
Como estas líneas son para referirnos a la corrida de Miura,
dada la circunstancia que la empresa de Nelson Grisolia de San Cristóbal
anunció la adquisición de una corrida de toros de Miura para la Conmemoración
del Cincuentenario de la Feria Internacional de San Cristóbal, en enero de
2014, recordaremos que se celebró el domingo 3 de febrero.
La corrida de Miura fue un verdadero desastre, de acuerdo a
la valoración que del toro de Miura hace el aficionado venezolano el que,
difícilmente y por razones de cultura taurina, sea capaz de entender su lidia.
El único que logró destacarse esa tarde fue Oscar Martínez, más no lo hizo con
el toro de Miura de su lote, sino con un toro de Guayabita que sustituyó a un
Miura que murió en la Estación Cuarentenaria de Curazao. La actuación de Manolo
González fue discreta, no asó la del cordobés Martorell, desastre que inspiró
al genial crítico Carlos Eduardo Misle “Caremis” en el titular de Elite,
“Martorell, mal todo él”.
Ahora revivimos estos sentimientos, relativos a los
preparativos para la Feria de 2014 y la conmemoración del cincuentenario de San
Sebastián por el barullo que surge ante el anuncio de Toros de Miura en San Cristóbal.
Haciendo un análisis de los carteles tachirenses, donde se
anuncian dos corridas de toros españolas, tres corridas colombianas y una
novillada venezolana, nos parece injusto y ofensivo para el gentilicio nacional
y una falta de consideración para un sector que sostiene sobre sus esfuerzos
sin ayuda del gobierno nacional la fiesta de los toros en Venezuela, que no se
haya contratado divisas procedentes de la cabaña brava nacional que, a lo largo
de estos cincuenta años ha sido sostén de la Plaza Monumental y de su Afición.
Aceptamos que Torrestrella esté en las fiestas
conmemorativas, como recuerdo a aquella tarde de la Feria de San Sebastián de
1982 cuando tres de sus toros fueron indultados por El Niño de la Capea, Tomás
Campuzano y Morenito de Maracay, pero se deja fuera del tintero grandes
ganaderías nacionales como son Rancho Grande y El Prado, del fundador de la
Feria de San Sebastián como lo es el ganadero Hugo Domingo Molina, se deja
fuera al hierro fundador de la Plaza Monumental como Las Mercedes de González
Piedrahita, o las mexicanas de Javier Garfias, José Julián Llaguno y Santiago.
Y se es profundamente injusto no tomar en cuenta a Bellavista, hierro de tardes
históricas en repetidas oportunidades o La Cruz de Hierro, una ganadería que impuso
cánones de ética y de dignidad en una época de decadencia.
Esta manifestación reñida con el más puro sentido
nacionalista de la región, marca una diferencia profunda en los tiempos y en la
historia del toreo nacional. Vaya pues, nuestra protesta pública en defensa de
los toros en Venezuela. Ojalá y podamos escuchar algunas voces de parte de
coletas y subalternos, ganaderos y organizaciones de peñas taurinas que hagan
constar que Venezuela aún tiene un sentir nacionalista en sus raíces.
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