En la novillada de cierre de la Feria de
Valencia
Importante triunfo de “El Victoriano” y Valencia (en la grafica), frente a un muy interesante encierro en el cierre de la Feria de Valencia. |
RUBÉN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos: Aníbal
García Soteldo
La entrega y garra del diestro maracayero Edgar Díaz
“El Victoriano Hijo” en séptimo de regalo, así como la ambición del triunfo ante
un gran novillo de Laguna Blanca por parte de Cristian Valencia, son los puntos
de inflexión que tuvo la novillada de la Feria de la Virgen del Socorro, donde
poco más de 1500 personas se han dado cita en el imponente redondel valenciano
en el cierre oficial del periplo taurino.
Novillada de lujo la que se han permitido
presentar los ganaderos Euclides Sánchez y Orlando Echenagucia en este duelo de
ganaderías que significó ver utreros de las divisas de Laguna Blanca y La Cruz
de Hierro, en una clara demostración de importancia a la plaza, afición y
toreros. Qué pena que esta no tuvo el eco que merecía si se hubiese llevado a
cabo el pasado fin de semana en el marco central del serial. Caprichos
inauditos de algunos dirían por allí…
“El Victoriano” se ha trabajado una tarde que dé
comienzo no tuvo suerte en su haber. El novillo de Laguna Blanca, « Cacaíto» de
nombre, que abrió plaza se lesionaría tras estrellarse en el burladero, por lo
que las buenas maneras en el capote y el caballo se diluyeron, tras ser
apuntillado. Frente al cuarto de La Cruz de Hierro, este se vino a menos en el
engaño, para rajarse y literalmente “agarrarse del piso”. No estuvo certero con
el acero, por lo que tras descabellarlo, se le silenciaria tras un aviso.
Con el que cerró plaza, un sobrero de regalo, anunciado
como «Maderero» de Laguna Blanca se cubrió de entrega delante de un ejemplar de
noble recorrido el cual cubrió totalmente su lidia, saludándole de capa, picándole,
banderilleándole, toreándole de muleta con variedad y firmeza, para finalmente despacharle
de soberbio volapié, para ser premiado con las dos orejas.
Valencia ha dejado nuevamente constancia de la
raza que le adorna, aun cuando su firma y estado físico deja mucho que desear. Con
el que hizo segundo de la tarde, «Quita Pesares» de La Cruz de Hierro, voluntad
y tesón desplegaría en el ruedo, en un trasteo en las cercanías de tablas donde
su aún poco pulida técnica le hizo estar por los aires hasta en cuatro
ocasiones, sin mayores consecuencias por fortuna. Le despachó con brevedad, permitiéndose
una vuelta al ruedo.
Con el quinto, de Laguna Blanca, nuevamente las
limitadas facultades para resolver la papeleta en momentos de apuro delante de
los pitones le paso factura en una dramática voltereta de la que volvió grogui
de la enfermería para armarle una faena “riñonuda”, más de aguante, ante un
animal que le midió en cada pase que le instrumentó. El soberbio volapié con la
que se fue tras el estoque hizo que la pañolada unánime se hiciera presente, no
quedando motivos al Sr. Julio Lozano, sacar los pañuelos y conceder par de
orejas.
Detalles de interés los que ha dejado en el
tintero el novillero merideño Carlos Sulbarán, el cual despacho en primeras
instancias un ejemplar encastado de La Cruz de Hierro, el cual basó en su mayoría
por la mano diestra. Al segundo viaje con el acero le envió a las mulillas,
para dar una merecida vuelta al ruedo.
Con el que hizo sexto, de Laguna Blanca, nuevamente
Sulbarán ha dejado motivos para considerársele el alumno más aventajado con que
cuenta la Escuela Taurina “Humberto Álvarez” de Mérida, frente a un astado que
se fue acabando el gas de su recorrido, exponiendo en cercanías el mencionado
espada, que incluso que fuese volteado en las postrimerías de actuación. El fallo
con el acero nuevamente hizo que al final saludara desde el tercio tras
escuchar un aviso.
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