Ayer sábado ante escaso público. *** Así mismo “toco pelo” Rafa Rodríguez,
donde se lidiaron par de ejemplares de las divisas de El Rocío y trio de
utreros de Los Marañones.
Largo y templado el trazo del muletazo del novillero Cristián Valencia, triunfador en Bailadores, el pasado sábado. Foto: RDV |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
La mala información que propició el que se adelantara de
fecha el festejo taurino de la Feria de Bailadores, ha dado al traste finalmente
con la asistencia de público. Escasamente, en tarde fresca y nublada, se dieron
cita poco menos de cuatrocientas personas en los tendidos de la portátil plaza de
toros La Esperanza.
Ante tal panorama se lidió un dispar lote de astados de la
joven vacada de El Rocío, para los matadores; y trio de utreros de Los
Marañones. Los pupilos del Dr. Cesar Villanueva –como sucedió en Zea poco menos
de un año- pasaportados por los matadores Rafael Orellana y “Maravilla” han
dejado mucho que desear en cuanto a presencia se refiere, amoruchados y fuera
de tipo, ya con sus apariencias no presagiaban nada bueno en su lidia. Por su
parte los exponentes de Andrés Miguel Velutini sí que han contado con estampa
de “toritos”, lo que ha propiciado mayores cotas de interés a los respectivos
lidiadores.
Orellana abrió tarde con un acaballado ejemplar de la que pudo
extraer escasos momentos de lucidez, el cual lamentablemente por el mal uso del
acero no fueron resarcidos con la oreja que bien hizo méritos. Fue aplaudido. Como
de la misma manera lo fue “Maravilla” ante otro astado de censurable presencia,
donde hizo el esfuerzo pero poco fue el eco transmitido en los desolados
tendidos.
El rejoneador Rafa Rodríguez reaparecía tras un paréntesis de
varios meses fuera de los ruedos. Lo ha hecho sacando a relucir nuevas
cabalgaduras, lo que ante las boyantes embestidas del “marañón” que le
correspondió hizo lucir en rejones de castigo y banderillas. Fue premiado con
una oreja. Mismos méritos que hizo el veterano novillero maracayero César
Altuve, quien ha sacado partido por la diestra de series de mérito y exposición
ante un ejemplar de aviesas intenciones. La espectacular voltereta que recibió
en uno de los trances de labor, hizo que abreviara tras la limitación funcional
del hombro izquierdo y pérdida temporal del conocimiento que hizo evidente tras
el auxilio del peonaje, para ser ovacionado tras pasaportar el Cristian
Valencia el ejemplar, siendo trasladado a centro médico para su valoración.
Y sería Cristian Valencia el que llevaría “el gato al agua”
luciendo de principio a fin las nobles y alegres embestidas de su antagonista
que cerró función, utrero que pasó por ambas manos con firmeza y ambición de
triunfo –a pesar de la escasa iluminación como ya se ha hecho costumbre en este
tipo de festejo-, como lo demostró siempre su padre, el recordado Bernardo, del
que guarda rasgos y formas parecidas en el ruedo. Se fue como un jabato tras el
acero, para de esta manera cortar las dos orejas, dársele la vuelta al ruedo al
bravo astado de Los Marañones, y con ello salir por la Puerta Grande, ante la
soledad de los tendidos con la noche villorra presente como testigo.
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