La última de ese encaste que se lidiaba en Madrid con el hierro de Javier Pérez Tabernero. Un tercero sobresaliente –y triunfa Pinar- y otros tres buenos más.
Rubén Pinar, suma importante oreja cortada a un bravo ejemplar de Javier Pérez Tabernero, donde Ferrera y Aguilar pasaron intrascendentes. Foto: EFE |
BARQUERITO
LOS TOROS DE encaste Atanasio son ya rara especie en ferias de abono. Costó encajar en San Isidro la de Valdefresno. Otras dos corridas de esa línea derivada compradas para Madrid se jugaron en esta semana de sedicente feria pero no de abono: una desigual de Los Bayones el martes, y saltó un toro muy notable, y esta otra de Javier Pérez Tabernero, que fue de mejor nota y dio, además de un toro tan notable como el de Los Bayones, y hasta más bravo, un conjunto relevante. Para amantes del llamado toro Atanasio y para curiosos también, pues fue, en punto a toros, corrida llena de cosas.
Como si se abriera el código de la estirpe por la mejor de sus páginas: el toro frío, abanto, corretón y distraído de salida que se emplea, sin embargo, en el caballo y puede con él, que ataca en banderillas soltándose un poco y sin romperse y que, al fijarse en engaños, los sigue pero no por inercia. Un toro, además, que, suelto de suertes, se encampana cuando, estirado el cuello y alzada la cara, parece otearlo todo y, sin embargo, viene a engaño en tranco acompasado y descolgado, y vuelve para el segundo viaje. Una embestida habitualmente pesada y densa.
Con sus matices en ese estilo estuvieron los seis atanasios de Javier Pérez Tabernero. Un primero agalgado y por tanto sin carnes, altísimo, cuello de gaita, un punto frágil, muy noble y con sólo un pecado mayor: acalambrado desde la salida, no llegó a meter los riñones sino a embestir con el cuello y las manos. Lo manejó con destreza Ferrera en buen terreno –el tercio para taparle al toro el paisaje de las tablas, adonde hizo amago de huirse más de una vez- y con diligencia de torero enterado. Una tanda con la izquierda que cerró faena fue logro mayor. Costaba meter el brazo con la espada no tanto por la envergadura como por la altura de agujas, pero Ferrera enterró habilidoso media tendida y trasera con mucha muerte.
Más bajo fue el segundo y pareció de otra familia y de otra casa. El raro había sido el recién jugado. Con su gota de aspereza ese segundo, de frondosa quilla, embistió más en serio: a los vuelos del capote de Sergio Aguilar en lances de manos bajas despegados, a un reclamo de Rubén Pinar en quite por chicuelinas generales y no particulares, a la muleta del propio Sergio que, prematuramente, abrió con una madeja mixta y aparatosa de banderas, trincheras, toreo cambiado o al natural y el de pecho. Y entonces protestó el toro, que no quería por arriba y sí por abajo; y no por la mano izquierda y sí por la diestra, y se hizo buena la fama de caprichoso que tiene el toro de Atanasio. Muleta diminuta y de poco vuelo la de Sergio, la apuesta más al hilo del pitón que entre los cachos, y eso no le convino al toro, que se soltaba si no iba metido del todo. Con sus altibajos fue faena de cierta tensión y la guinda siempre de remates de pecho preciosos. Cuatro manoletinas entre pomposas y secas antes de una estocada contraria cobrada con gran corazón.
El toro de la corrida fue el tercero, que se emplazó, olisqueó, se frenó y apretó de salida, y no hubo otra que salirse con él hasta los medios. Y gracias, porque, enviciado por la mano derecha, se le vino a Pinar cruzado y casi lo arrolla. Se comió de bravo un caballo pinto que ha picado las duras de San Isidro sin que nadie pudiera con él, pero este «Yegüesero» –nombre de reata vieja en atanasios- lo levantó por los pechos a pulso como un diábolo y lo derribó. Suelto de dos varas, templado por la segunda, el toro ya galopaba en banderillas y rompió en la muleta por la mano izquierda con caro motor. Por ahí fue casi entera una faena de Pinar muy asentada, de segura colocación como él suele, con sus riesgos para domar el punto brusco del toro y con sus ventajas de torear a muleta dejada y no puesta, ligeramente descargada la suerte. De perfil se atrevió el torero de Tobarra a ponerse por la mano intratable pero el toro ya estaba para entonces entregado. Un final por pases de costadillo cosidos con el del desdén y un desplante calentaron caso tanto como el son del toro. Una estocada trasera pero de buen estoqueador. Una oreja. Rubén le pegó un abrazo su tercero y puntillero cuando atronó el toro.
El cuarto, cárdeno carbonero y gargantillo, calzado, largo y estrecho, fue toro con plaza por la pinta y por la cara: era muy astifino. De rara bondad, tomó al ralentí el capote de Ferrera en una suerte de lance circular en tres tiempos de los que sólo se ven en tentaderos. Dulcísimo el son, tomaba carrerilla antes de galopar con franqueza. Dos incidentes vinieron a malogralo: antes de varas, Domingo Siro, que lidiaba en tablas de sol mientras salían los caballos, resbaló, el toro se vino por él de pura codicia y aunque Siro escapó de milagro –el capote de Roberto Bermejo apareció a tiempo- se empezó a torcer el negocio. El toro repetía con tal codicia que costó un mundo soltarlo para dejarlo en suerte y al caballo, tomó al relance un terrible puyazo trasero, se dejó el alma en una segunda vara y, aunque galopó en banderillas –un buen par de Ferrera al cambio por dentro y otro con quiebro, cuarteo y recorte en los medios-, estuvo echando los bofes enseguida, acostándose, abriéndose y embistiendo al fin al paso. No hubo fórmula.
El quinto se dejo hacer en un duelo de quites: Pinar, por ceñidos delantales; réplica de Aguilar a la verónica. Menos entregado que el segundo, no dejó en cambio a Sergio laborar con calma: más corto el viaje que remataba a veces con un derrote de protesta. Firme el torero del Puente de Vallecas, pero se apalancó el toro y acabó protestando.
Un sexto gordísimo de bondad y suavidad notorias rodó desparramado tras una segunda vara y un segundo par de banderillas. Salió de postre un atanasio del hierro de Valdefresno, cinqueño, con aire de corraleado pero puesto en claro sin dilación: galope, codicia, fijeza, voluntad. Un toro cortito pero de hechuras muy armónicas. De nuevo quiso Pinar torear a base de toques y colocación. Pese a la bondad, el toro no era de acompañar sino de los de llevar gobernado porque era bravo. Se había lastimado en el mismo hoyo donde tropezó Domingo Siro con el cuarto toro y claudicó por eso. Muchos muletazos enganchados, y muy amontonados. Una buena estocada de la que salió Pinar rebotado pero ileso. No contento: él quiso que se cambiara con picotazo y vara el toro devuelto. Y no pudo ser.
FICHA DEL FESTEJO
Cinco toros de Javier Pérez Tabernero, en tipo, de buenas y variadas hechuras, y un sobrero -6º bis- de Valdefresno (Nicolás Fraile), bravito, de buen juego. Buen juego dieron también los titulares. El tercero, el de más serio fondo, fue muy notable.
Antonio Ferrera, de blanco y oro, silencio en los dos. Sergio Aguilar, de bermellón y oro, saludos y silencio tras un aviso. Rubén Pinar, de nazareno y oro, una oreja y saludos tras un aviso.
Viernes, 10 de junio de 2011. Madrid. 3ª del Aniversario. Media plaza. Primaveral.
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