lunes, 13 de junio de 2011

QUINTA CORRIDA DE LA FERIA DE ANIVRSARIO EN MADRID: Se exhibe Diego Ventura


Riguroso y populista –las dos cosas- en dos trabajos de gran vibración. Uno, con un bravo toro de Bohórquez. *** Corrida de clase y bondad. *** Éxito menor de Álvaro Montes. 
Final del largo periplo madrileño por San Isidro y prolongación que es la Feria de Aniversario con apoteósica salida en hombros de Diego Ventura, en una actuación -sol y sombra- ante dos ejemplares bravísimos de Bohórquez. Foto: EFE
BARQUERITO

EL MÁS BRAVO de los veinticuatro toros despuntados que en corridas de rejones se han lidiado en Madrid en las últimas tres semanas fue el tercero de este festejo que cerraba la cuarentena taurina de primavera. Un toro de Bohórquez«Templado», 538 kilos- que remató de salida como ninguno de los casi doscientos toros vistos en Madrid desde el día primero de mayo a la fecha. Galope vibrante, con su variante propia de sangre Murube: un barbeíto de tablas antes de encelarse y hasta una miradita desafiante al callejón. Con tres generosos rodeos lo dejó fijado Diego Ventura, que tuvo el gesto caro de ir de frente para clavar en los medios y arriba un único rejón de castigo. A toro parado, dos piruetas.

Iba a ser más resistente que este tercer bohórquez el quinto de la tarde, que fue, con 610 kilos, de excelente nota también. Pero sin el son tan pronto ni el galope tan reunido del otro. Ventura hizo faena con dos de sus mejores caballos: por delante, el castaño «Nazarí», que galopa de costado con alegría pero va, además, de frente sin miedo; y, luego, el tordo «Distinto», que hace lo que muy pocos: citar en paso atrás y cambiar el viaje en la reunión cuando no parece ya haber espacio para salir de suerte.

La misma emoción con las dos monturas. Más largo el repertorio con «Nazarí», porque hay que enredarse y ceñirse más con el toro, y aguantar los viajes todavía crudos de las primeras farpas. Pero más espectacular esa especie de toreo de parón que Ventura tiene en la recámara para jugar con el toro que viene franco a cite en las tablas desde las afueras. Muy certero clavando Diego. Excesivamente aparatoso también: sombrerazos por aquí y por allá, pródigos paseos presumidos cuando dejaba el toro lejos.

El coro de palmas de ganso ya inevitable en las corridas de rejones subrayó los ataques, las entradas y las llegadas de Diego. Cuando salían los caballos de suerte, se oía el rugido entusiasta del público de domingo en Madrid. Bramó la plebe cuando Diego se descolgó con las cortas en un carrusel vertiginoso que ya era ajeno al toreo puro de apenas antes. Se echó el toro en los medios afligido del castigo y la sangría, y no de manso, pero Diego estaba entonces subiendo al estribo a su fiel «Califa», que mata. Levantaron al toro dos veces en los medios y sólo con toques de punta de capote. Era bravo. No entró el rejón de muerte hasta el segundo viaje, y haciéndolo todo Diego.

Para gustos los colores: habrá quien dé mayor mérito al segundo de los dos trabajos de Diego, con un sexto de corrida que quiso saltar y buscó puertas pero que se asentó después. Diego clavó trasero un único rejón de castigo tomándose ventajas y sin haber llegado a fijar el toro, pero el arranque de faena, con una reunión a pitón contrario sobre el tordo «Sueste» –un caballo pesado pero cada día más artista-, cambió el signo de las cosas. Se vinieron arriba las dos partes; más exigente Diego, sin contar con la tunantería de los sombrerazos y de los brindis al sol; y más entregado el toro. Diego sacó a su tordo «Morante«, el caballo que muerde a los toros en el morrillo, en una suerte que es en el toreo a caballo casi tanto como el salto de la rana en el toreo a pie. Seis o siete mordidas tras reuniones en serio. Pegaba alaridos de alegría la gente. Otra vez «Califa» al estribo y ahora una estocada en dos tiempos celebradísima. Se pidió la segunda oreja.

Como no estaba Pablo Hermoso –sí su recuerdo-, Ventura acaparó casi todo el protagonismo. Andy Cartagena parece haber renunciado a torear en pureza y se ha pasado al bando de los jinetes espectaculares, de las clavadas a violín y donde caigan, y a pasar sin reunirse, y a arrodillar a ese caballo «Bisbal» que se arrodilla pero no se rinde. De querencia irreductible a tablas pero no aquerenciado en ellas, el primer toro no fue propicio. Sí el cuarto, altísimo de cruz, frío pero muy noble, y tan tocado en capotazos por delante que estuvo por quedarse sin aire. Dos rejones de castigo se llevó clavados el cuarto y lo acusó. Se pagó el peaje de torear justo después de estallar la primera de las dos bombas de Ventura.

Álvaro Montes corrió de salida a sus dos toros garrocha en ristre en galopadas camperas muy ajustadas porque los dos toros salieron con pies, y se soltaron un poco pero volvieron a engancharse. Clavadas sin puntería, criterio algo atrabiliario para torear, abuso de la ayuda de los capotes en el quinto toro, que tan bueno fue, y una exhibición de aires que hizo las delicias de los impresionables: lanzadas temerarias de caballo antes de ir a suerte, giros con pirueta en la misma tesitura y el paso español para iniciar el giro, ataques de velocidad revolucionada. Y el acierto con el rejón de muerte en la que su mejor reunión de toda la faena: en el tercio, a estribo y sacando el arma de abajo arriba y no al contrario.

FICHA DEL FESTEJO
Seis toros despuntados para rejones de Fermín Bohórquez. El tercero, bravo de verdad, ovacionado en el arrastre. Deslucido el primero, de irrenunciable querencia a tablas. Buenos segundo, cuarto y quinto, que dieron mucho juego. El sexto quiso saltar y fue, como buen murube, toro de menos a más
Andy Cartagena, silencio y saludos. Álvaro Montes, saludos y una oreja. Diego Ventura, oreja y oreja con petición de la segunda. A hombros Ventura.
Domingo, 12 de junio de 2011. Madrid. 5ª y última de la Feria del Aniversario. Tres cuartos de plaza. Veraniego.

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